Hace 50 años, el 23 de septiembre de 1973, se fue Pablo Neruda. Sus restos mortales miran el mar en Isla Negra, junto a la tumba de su tercera esposa, Matilde Urrutia, el lugar en donde siempre quiso estar de cara a la eternidad.
“Compañeros, enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco”, había pedido Pablo Neruda en su “Canto general”. Allí está, sin embargo, el poeta aún no descansa en paz.
Eran días muy convulsionados. Once días antes, el 11 de septiembre de 1973, el golpe militar de Augusto Pinochet había destituido al presidente Salvador Allende, amigo socialista y correligionario del poeta chileno.
Ese 11 de septiembre, tanques de guerra y aviones militares abrieron fuego contra el Palacio de la Moneda, donde se encontraba el presidente Salvador Allende. Cercado, pero sin ánimo de rendirse ante el golpe de estado que partía en dos la democracia decidida en las urnas, el mandatario se quitó la vida abrazado a un simbolismo: con el arma que le había regalado su amigo Fidel Castro.
Antes, en un mensaje que transmitió Radio Magallanes, se había despedido de su nación como el honor requería, sin quebrarse y con convicción. “Mis palabras no tienen amargura sino desesperación (…) Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”, dijo Allende en su postrer mensaje, horas antes de su grito final: “Allende no se rinde, milicos de mierda”.
Al escuchar las noticias nefastas, Pablo Neruda también se partió en dos.
El 21 de octubre de 1971 el poeta chileno Pablo Neruda recibió el Premio Nobel de literatura
Aun antes de haber recibido el Premio Nobel de Literatura en la Academia Sueca de Estocolmo, el poeta del mar era el candidato presidencial favorito de la coalición Unidad Popular (alianza de los partidos Comunista y Socialista), para presentarse en las elecciones democráticas generales del 4 de septiembre de 1970. Sin embargo, el mismo Neruda no había dudado en dar un paso al costado y renunciar a las aspiraciones políticas partidarias representando al Partido Comunista.
Por un segundo, una frase atravesó los rincones de su conciencia “no había llegado aún su hora, pero se acercaba”. Y no lo dudó.
Con la ayuda del longevo presidente mexicano, Luis Echeverría Álvarez, planeó su salvoconducto al país azteca. Debía partir con Matilde Urrutia, el 24 de septiembre.
Sin embargo, nunca llegó a irse. Un día antes, el 23 de septiembre, falleció a los 69 años mientras estaba internado en la Clínica Santa María, en Santiago de Chile.
Hace 50 años murió Pablo Neruda
Mientras su viuda organizaba sus exequias a la luz de las velas y con dos rosas blancas como única ofrenda en la casa que compartían en la capital, “La Chascona”, repleta de vidrios rotos y arrasada por el vandalismo de los militares que la habían allanado días antes, los suplementos culturales del mundo entero recordaban atónitos al Premio Nobel desaparecido “por caquexia cancerosa provocada por un cáncer de próstata”, tal como rezaba su certificado de defunción.
Sin embargo, ni el golpe de estado ni Pinochet pudieron acallar el adiós al poeta. Camino al cementerio, la gente y unos cuantos comunistas desenfadados se fueron sumando a la triste despedida mientras entonaban bajito “La Internacional”, un impensado acto de rebeldía.
Ocho meses más tarde, el 7 de mayo, el cuerpo de Neruda, aún con la camisa a cuadros con la que había sido enterrado, fue trasladado al mausoleo familiar de la escritora Adriana Dittborn, porque la familia recelaba que el muerto fuera ultrajado o desapareciera.
Sigue sonando su canción desesperada
Con todo, la dictadura de Pinochet no pudo acallar el rumor de sospechas que envolvieron su muerte inesperada.
Muerto Salvador Allende, Pablo Neruda se convertía en el mayor enemigo político del golpista Augusto Pinochet, que –se decía- tenía al presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, y a Henry Kissinger, su Secretario de Estado sosteniéndole las espaldas.
Según dijeron años más tarde los últimos que lo vieron, la caquexia, el debilitamiento y la falta de apetito propias del cáncer terminal, no se condecían con su estado de ánimo. Pablo Neruda no tenía planes de morirse ni mucho menos de quitarse la vida.
Por eso mismo, mientras estaba hospitalizado, llamó por teléfono a su chofer incondicional, Manuel Araya Osorio, para pedirle que llevara a Matilde Urrutia a Isla Negra para armar las valijas del viaje que seguía en pie. Según Araya, el mismo Neruda le había dicho en esa conversación que le habían inyectado “algo” contra su voluntad.
Desaparecido el vate, Manuel Araya fue detenido en una calle de Santiago de Chile por una patrulla militar que lo encerró durante dos meses en el Estadio Nacional.
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El 11 de marzo de 1990 Augusto Pinochet le entregó al demócrata cristiano Patricio Aylwin la banda presidencial que le había arrebatado a Salvador Allende 17 años antes.
En 1992, por una iniciativa conjunta del gobierno de Patricio Aylwin, de la Fundación Neruda y de su gran amor, la viuda Matilde Urrutia, el féretro del escritor fue exhumado de su tumba en el Cementerio General de Santiago y llevado a Isla Negra, no sin antes rendirle honor en el Congreso Nacional.
El 16 de octubre de 1998, el juez español Baltazar Garzón pidió su captura en Londres, por violación a los derechos humanos, gracias a la presión internacional que ejercieron las víctimas del golpe de estado chileno a través de varios foros. Presuntamente por cuestiones de salud, nunca permaneció detenido el tiempo que merecía, pero fue acumulando a su prontuario de vergüenzas otras causas y denuncias hasta que murió el 10 de diciembre de 2006, en el Hospital Militar de Santiago.
En 1992, a dos años de haber asumido Aylwin, se ordenó la primera de las tres exhumaciones que se hicieron del cadáver de Pablo Neruda, por presunción de causas dudosas de su muerte.
Bastante después, en 2004, el chofer Manuel Araya Osorio reapareció en una entrevista tardía concedida al diario chileno El Líder, para contribuir con su propia bomba a la explosión: “A Pablo Neruda lo envenenaron”, dijo e hizo crecer la hipótesis de asesinato.
Y para darle más mecha a sus declaraciones, contó que, luego del último llamado telefónico que habían tenido, cuando Neruda le pidió que él y Matilde regresaran con urgencia a Santiago de Chile, con las valijas listas para volar a Chile, el poeta se mostraba “agitado” y le dijo que tenía una mancha rojiza en el abdomen.
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Desde entonces, la teoría del asesinato se agigantó hasta que en 2011 el Partido Comunista y un sobrino de Neruda presentaron una querella por homicidio y asociación ilícita y pidieron al abogado Eduardo Contreras que defendiera al difunto.
Desde entonces, la controversia y las contradicciones no cesaron. La ficha médica de la internación de Pablo Neruda en la Clínica Santa María, nunca apareció. En ese mismo nosocomio, en 1982, se cree que murió envenenado el ex presidente Eduardo Frei (1964-1970), aunque el Corte Suprema de Chile lo descartó.
Mientras el juez Mario Carroza citaba pericias forenses para sostener que no hallaron agentes químicos que hubieran provocado la muerte de Neruda, en una investigación paralela, el Ministerio Público chileno continuó con las pesquisas y halló en el cadáver restos de la bacteria estafilococo dorado, un elemento nuevo y muy tóxico que despegaba su muerte de las secuelas de los tratamientos oncológicos y del presunto infarto que le había causado la inyección letal.
Dada la fama internacional de Pablo Neruda, una comisión de Expertos del Departamento de Antropología de la Universidad McMaster en Ontario, Canadá, y de la Universidad de Copenhague, también puso manos al asunto y, en 2017, confirmó el hallazgo de otra bacteria diferente, vinculada al botulismo, pero en la dentadura del poeta.
Clostridium botulinum, la bacteria letal por la que habría muerto Pablo Neruda
A medio siglo de la muerte de Neruda, cada vez con mayor convicción se desvanece la tesis del fallecimiento por cáncer de próstata. "Sabemos ahora que el 'clostridium botulinum' no tendría por qué haber estado en la osamenta de Neruda. ¿Qué quiere decir esto? Que Neruda fue asesinado, hubo intervención en el año 1973 por agentes del Estado", dijo Rodolfo Reyes, sobrino del Nobel.
Desde febrero de este año, la familia del autor de Residencia en la Tierra aguarda el informe final de la comisión universitaria, que se fue demorando una y otra vez por fallas técnicas y presuntos desacuerdos entre los peritos.
“Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo. / Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio” (…)
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!”, se despidió el poeta en su Canción desesperada