Este 31 de diciembre termina un año que colocó en el ojo de la tormenta a tres miembros de la realeza mundial.
En Europa, el príncipe británico Andrés se vio envuelto en un escándalo mediático de tal magnitud que tuvo que alejarse de sus funciones públicas y abrió un debate sobre la utilidad de la monarquía, dirigida desde hace 67 años por su madre, la reina Isabel II. "El camino no siempre es fácil y a veces este año pudo parecer bastante movido, pero pequeños pasos pueden crear una gran diferencia", reflexionó la monarca en su mensaje de Navidad.
En otras latitudes, el "rey playboy" de Tailandia —que encumbró y después expulsó a una enfermera como su segunda reina— y el riquísimo Emir de Dubai —que todavía lucha por recuperar la tenencia de sus dos hijos menores contra su esposa jordana—, aparecieron en los titulares por sus tormentosas relaciones con sus mujeres... y concubinas.
Nuevo “annus horribilis” para Isabel II
Las relaciones del príncipe Andrés con el financiero fallecido Jeffrey Epstein, acusado de explotación sexual de menores, llevaron a la monarquía británica a una crisis este y aumentaron la presión para que reduzca sus gastos en pos de recobrar popularidad.
El duque de York, tercer hijo de la reina Isabel II, es acusado de haber tenido relaciones sexuales con una menor de edad que fue presionada por Epstein. Sus argumentos de defensa, que fueron vistos como débiles, asi como su falta de empatía hacia las jovencitas presentadas como víctimas, derivaron en un apresurado retiro de Andrés de toda actividad pública el mes pasado.
Virginia Giuffre, de 36 años, denunció que, cuando tenía 17 años, fue llevada a mantener relaciones sexuales con amigos del financiero estadounidense Jeffrey Epstein, acusado de violación a menores y hallado muerto en una cárcel de Nueva York en agosto. La mujer asegura que durante un viaje a Londres en 2001, Epstein y su amiga Ghislaine Maxwell la presentaron a Andrés y los cuatro fueron a un club nocturno.
Andrés "me invitó a bailar", explicó, asegurando que "es el bailarín más horrible que he visto en mi vida". "Fue horrible, este tipo estaba sudando sobre mí, su sudor era como si estuviera lloviendo", agregó. "Yo estaba asqueada, pero sabía que tenía que mantenerlo feliz porque eso es lo que Jeffrey y Ghislaine esperaban de mí".
Para la soberana de 93 años, 2019 comenzó con un accidente de tránsito de su esposo, el príncipe Felipe, de 98 años, quien decidió después de esto renunciar a su carnet de condución. El duque de Edimburgo estuvo indispuesto en los últimos cuatro días y finalmente salió del hospital este martes, tras recibir atención médica por problemas de salud "ya existentes", lo que provocó especulaciones.
El año 2019 también fue testigo de otros problemas de imagen como la ira del príncipe Enrique y su esposa Meghan frente a la prensa sensacionalista. En el mensaje de Navidad de la reina, los cronistas destacaron un detalle en la foto oficial de la monarca en su despacho: encima de la mesa, cubierta de fotos familiares, brilla por su ausencia la foto de Enrique, Meghan y Archie. "Con la reina, nada sucede por accidente", consideró el diario The Times.
Todo lo sucedido provocó que la prensa hablara de 2019 como un segundo “annus horribilis”, término que utilizó Isabel II en 1992 tras la separación de Carlos y Diana y el incendio del castillo de Windsor. El diario The Guardian estimó que "La Firma perdió la mano" y muchos expertos en realeza pronostican que habrá una disminución en el nivel de vida de la familia, muchos de cuyos miembros tienen un rango que les asegura una remuneración.
"El presupuesto de la monarquía ha sido un dolor de cabeza durante mucho tiempo. Es con eso que atacan los republicanos", quienes consideran la institución como un resabio de otros tiempos, dijo Jonny Dymond, quien cubre la información sobre la familia real para la BBC. Pero más allá del apego de gran parte de los británicos a esta familia, su imagen se considera un activo publicitario para el Reino Unido.
Las mujeres huyen del emir de Dubai
El año 2019 será recordado como el hombre en que la princesa Haya huyó del dominio de su poderoso esposo, el emir Mohammed de Dubai. La hermosa princesa, de 45 años, media hermana del rey de Jordania, escapó de los Emiratos Árabes Unidos y se llevó a sus dos hijos a Europa. Los príncipes Zayed y Jalila, de 7 y 11 años, están con su madre, lejos del padre. Antes de ella, una de las hijas del jeque, la princesa Latifa, también había huido después de haber denunciado abusos y maltratos. Pero no hay noticias de ella, aunque algunos medios informan que fue repatriada por la fuerza.
Según el sitio Emirates Leaks, que reveló la noticia, la princesa huyó primero a Alemania con la ayuda de un diplomático alemán, y desde allí se marchó a Londres, donde presentó una solicitud de divorcio de su marido. Se dijo que el emir utilizó su influencia para pedir al gobierno británico que “devolviera” a la princesa y sus dos hijos a los Emiratos, pero se rechazó la solicitud, negándose a una repatriación forzosa. La decisión habría provocado la ira del emir.
Según la ley coránica, solo el hombre posee la patria potestad de los hijos del matrimonio, con lo que la princesa Haya sería acusada de un crimen si regresara a Dubai. Aunque al principio la Corte Real de Jordania evitó cuidadosamente hablar del tema, para no desatar un incidente diplomático, el rey jordano Abdallah intervino para mantener a salvo a su hermana otorgándole un puesto en la embajada con inmunidad diplomática.
El emir Mohammed todavía busca regresar a sus dos hijos con él, acusando a la esposa de "traición". El caso de la princesa sigue el de la hija del emir, Latifa, que también intentó escapar de Dubai después de denunciar a su padre por la violencia doméstica sufrida con un video publicado en YouTube. La joven fue secuestrada por guardias armados del emir y desapareció de la vista pública. Activistas de derechos humanos temen que Latifa esté siendo sometida a nuevos y peores malos tratos.
El rey, su reina y su concubina
La monarquía tailandesa está protegida por rígidas leyes contra la difamación, por lo que es casi imposible hacer comentarios públicos o en la prensa sobre sus miembros. Esto significa que cualquier persona puede pasar 15 años de cárcel por criticar un gesto, una palabra o no detenerse a realizar una oración frente al retrato del rey. Una pena en un año en que el rey Vajiralongkorn y su familia dieron mucho que hablar.
En medio de los frenéticos preparativos para su elaboradísima ceremonia de coronación, el 1 de mayo de este año el monarca se casó a los 66 años con una mujer de 34. Para ella, la exasafata de Thai Airwais Suthida Tidjai, era su primer matrimonio, mientras que para el rey se trataba del cuarto: sus primera tres esposas habían sido expulsadas de su vida, una debió escapar al extranjero temiendo por su seguridad mientras otra, la exprincesa Srirasmi, fue “exiliada” a una aldea rural como una prisionera.
Los tailandeses pensaron que el “rey playboy” por fin aplacaría sus impulsos al casarse con la reina Suthida, a la que ungió en su coronación, pero existía en su vida otra mujer, una exenfermera llamada Sineenat Wongvajirapakdi, de la que el monarca no podía despegarse.
Esperó tres meses para oficializar su relación extramatrimonial y, haciendo uso de su derecho a ser un monarca polígamo, Vajiralongkorn recibió a Sineenat como su “Noble Consorte Real” (concubina). De esta forma, el reino tendría dos reinas.
Pero en agosto la TV anunció la caída en desgracia de Sineenat. Acusada de ser desleal al rey y a a reina y de haber "actuado contra la posición de la reina Suthida para servir a sus propias ambiciones", fue desposeída de su rango real y expulsada del palacio.
Sus actos "demuestran que no honró al rey y no comprende la tradición real", según el comunicado de la corte, que agregaba que la impetuosa mujer había intentado ocupar el lugar de la reina. Su comportamiento "irrespetuoso" hacia la corona "causó divisiones en la corte (...) y malentendidos entre el pueblo", dijo la corte en una declaración increíble, porque en Tailandia las cuestiones privadas de la familia real son consideradas un tabú social.