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Sobre "Chicas en tiempos suspendidos"

Tamara Kamenszain 20231008
Tamara Kamenszain | CEDOC

"Poetisa es una palabra dulce / que dejamos de lado porque nos avergonzaba".

 

“Sola y encerrada hace más de cien días”, escribió Tamara Kamenszain en Chicas en tiempos suspendidos, su último libro de poesía, que gira alrededor de la palabra “poetisa” para apropiarse de ella y propone una genealogía de chicas, poetisas, escritoras que lo quemaron todo para construir puentes que ahora cruzamos. El encierro y la soledad por la pandemia actuaron en ella como esas formas de aprisionamiento de las que habla Caroline Levine en Forms: Whole, Rhythm, Hierarchy, Network: una “forma” lo suficientemente cerrada para dar paso a una nueva creación literaria que no se limita a lo establecido por el canon. 

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Lo cierto es que, aún si esa pandemia nunca hubiera existido, Tamara Kamenszain (¿aprobaría que la mencione por su nombre completo?) ya había construido una carrera en la que los resultados expandían las ideas que tenemos sobre los géneros literarios como envases perfectamente clausurados (de nuevo parafraseando a Levine), en los que no puede entrar nada que intente revolucionarlos: “Si las peripecias cotidianas se acotan a las coordenadas de la casa cerrada a cal y canto, a los anaqueles de la biblioteca personal, entonces será ese el territorio en el que la escritura devenga creación de salud, de anhelada inmunidad. Lo cual es como decir que en ella se abre la posibilidad de vida. Y la vida acaso sea siempre resistencia ante todo lo que la aplasta, ante lo que la aprisiona”, escribió sobre el libro María Andrea Esparza Navarro.

Tamara Kamenszain 20231008

 

Chicas en tiempos suspendidos es difícil de clasificar (se le califica como a medio camino entre el ensayo y la poesía) pero algo que es importante destacar es su valentía de instalarse en el canon, sin esperar a que algún crítico literario decida, con la subjetividad de siempre, que pertenece ahí o no. “Mejor poetas que poetisas / acordamos entonces entre nosotras / para asegurarnos aunque sea un lugarcito / en los anhelados bajofondos del canon”, dice en las páginas del libro. Tamara rompe los acuerdos, toma el lugar que le corresponde.

En “Ese malsano intento de leer entre líneas: Tamara Kamenszain detrás de la trama del texto”, Ieda Magri y Natalia Barcelos Natalino analizan la forma en que Kamenszain (¿aprobaría que hable sobre ella desde su apellido?) exploró la reescritura de textos anteriores también como una forma de rebelarse ante “la vieja crítica literaria/ que despreciaba la vida privada / en aras de una severa/ pureza textualista”. En el ensayo explican que: “el ejercicio parece ser, de hecho, el de quien busca decir quién fue ella y el poema en el momento en que fue escrito […] pero también parece ser el ejercicio de inscribirse en un modo de leer actual que pueda resonar a las próximas generaciones”. Ese gesto atraviesa la totalidad de Chicas en tiempos suspendidos, como una forma de desgarre de las escritoras -desgarrar el texto, los géneros, ellas mismas- para las que vienen después. Magri y Barcelos Natalino también explican que el yo lírico de Kamenszain no es expresión, sino desplazamiento, y esa imagen me persigue por su belleza: un permanente resbalar en el hielo, contar la historia de Amelia Biagioni sin separarla de Tamara, escribir ahora sobre Tamara sin separarme de ella, el desgarre como una forma de ancla.

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“[…] si una palabra molesta / en una época / puede hacernos revivir en otra / […] Ella no solo no se había contagiado / de los prejuicios de su generación / sino que se desgarró para poder volar / hasta la mía”.

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Tamara Kamenszain 20231008

El último capítulo tiene un epígrafe de Celeste Diéguez: “vos / dándome cátedra sobre la política nacional / con disimulado aire paternalista / yo / encendiendo un cigarrillo / para no encender la molotov que llevo dentro”. Me recuerdo en diciembre de 2021, en algún café de la Roma, en Ciudad de México, en el que leí el libro de golpe, soltando una carcajada por lo fácil que fue identificarme, por pensar en todas esas situaciones en las que me han hecho mansplaining incluso de temas en los que soy especialista, sintiendo también la calidez y el empuje que me transmite la escritura de Tamara. Ahora es septiembre de 2023 y menciono el epígrafe al terminar un taller literario, digo que siento que este libro es lo que estalla después de callarte tanto. Pienso ahora que esa molotov explota después en libros así. 

“Y la vida de Delmira y la mía cuando escribí sobre ella estaban conectadas”, escribió Tamara. Cuando escribimos sobre otras escritoras, cuando volvemos a ellas en clubes de lectura, regresando en solitario a libros que mantenemos en la mesita de noche, cuando las enseñamos en talleres o escribimos sobre ellas en columnas, también estamos hablando de nosotras, porque “las mujeres no escribimos para convencer a nadie”, lo hacemos para no contagiarnos de prejuicios, para volar a otras generaciones.

 

(A Sac la pueden seguir en @SNGCalderon)