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Enterarse por los diarios

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Luc Boltanski | Cedoc Perfil
Leo en un artículo, publicado en PERFIL el domingo pasado, esta sugestiva frase acerca de Macri: “No sólo su voz llega a través del teléfono. También chatea. Por ejemplo, con un grupo de periodistas, no más de 15. A ellos es capaz de hacerles un comentario si los ve en la televisión por la noche. Tiene confianza para hacerlo”. ¿Ay, quiénes serán esos 15 periodistas de televisión que trabajan para Macri? ¡Qué duda! ¡No se me ocurre quiénes pueden ser! ¿Con quiénes tendrá “confianza para hacerlo”? No lo sé. Sé, en cambio, que no soy uno de ellos. Evidentemente, al autor de la nota de PERFIL que sean 15 los periodistas no le parece mucho (por eso acota ese “no más”: “Un grupo de periodistas, no más de 15”). Quince debe ser el número selecto de chateantes (¿se dice así?), la cifra secreta del teclado en el celular presidencial. ¡Pero quien dice 15 dice 16! Si alguien del más alto poder quiere comunicarse conmigo por las noches, ningún problema. Estoy dispuesto a escuchar todas las ofertas existentes, no se me caen los anillos si me piden que comente a favor o en contra de un libro, o que cuestione o defienda a tal o cual autor (por si les interesa, les dejo mi mail: [email protected]).

Curioso lo que sucede leyendo diarios, o incluso al recibir mails. A mí me ocurrió que, leyendo una reseña y al recibir una gacetilla digital, me dieron ganas de leer dos libros. El primero es Me llamo Lucy Barton, novela de Elizabeth Strout (Duomo, Barcelona, 2016), sobre el que leí en Babelia una reseña muy favorable de José María Galbenzu. Debo confesar, antes de continuar, que me da igual si una reseña es favorable o desfavorable; es más, me ocurre muy a menudo que las razones por las que se cuestiona un libro son las mismas que a mí me lo vuelven interesante. De hecho, el copete de la nota indica que la novela de Strout es “un canto a la vida”, frase que normalmente hubiera hecho que diera vuelta la página sin leer la reseña. Pero, no se bien por qué, entré en el texto, lo leí y ya anoté el nombre del libro para cuando encalle en las librerías porteñas. Quizás el interés provenga de cierta debilidad que tengo por la narrativa norteamericana escrita por mujeres (Ozick, Parker, Bishop, Paley, etc.) y que varias de las descripciones que hace Galbenzu sobre Strout me recuerdan a esas otras escritoras.

El otro libro es Dominación y emancipación. Una crítica radical del capital sin nostalgia estatista, de Luc Boltanski y Nancy Fraser (Capital Intelectual, Buenos Aires, 2016), de cuya existencia me enteré a través de una gacetilla digital recibida en mi casilla de mails. Boltanski –junto a Eve Chiapello– escribió El nuevo espíritu del capitalismo, libro clave para comprender las condiciones de producción del discurso de la globalización, sobre el que vuelvo una y otra vez. Por lo tanto, ese registro de Boltanski me interesa sobremanera (digo “ese registro”, porque Boltanski tiene más de una zona de interés: de la “sociología pragmática” –es decir, el intento de comprender cómo los propios actores sociales justifican sus actos– a grandes libros en los que analiza cómo la ficción ingresa en la zona de los imaginarios sociales, como en el aún inédito en castellano La souffrance à distance). Veremos qué nos deparan estas conversaciones con Fraser.