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PLF y PRS

Patrick Leigh Fermor no es un erudito sino un amateur laborioso e imaginativo como historiador, lingüista, antropólogo y literato.

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Patrick Leigh Fermor. | cedoc

Hace algunos años, un personaje que comentaba en mi blog y respondía al seudónimo de Crompton me indicó que debía leer a un tal Patrick Leigh Fermor, so pena de pasar por alto a uno de los grandes escritores de la literatura universal. No sólo sonaba exagerado, sino que el tono de Crompton era tan imperioso que me negué a hacerle caso. Hoy sé que Patrick “Paddy” Leigh Fermor (1915-2011) fue un escritor de viajes británico y hasta he leído dos de sus libros en la última semana. Sé algunas cosas más, pero empecemos con el primer libro.

Roumeli (1966) es un viaje por el noroeste de Grecia en los años 50. El primer capítulo habla de una boda entre sarakatsáni, una oscura tribu de pastores nómadas, absolutamente cerrada y puritana, cuyas vestimentas y costumbres (incluso la de no bañarse nunca) se remontan hasta un punto indefinido del pasado, tal vez hasta los antiguos griegos, hasta hace tres mil años o a la Edad de Piedra (PLF sugiere las tres cosas). Me impresionó mucho ese primer capítulo y también los otros. En uno de ellos, PLF se interna en un conglomerado de pueblos montañosos que educaban a mendigos profesionales y se comunicaban en un idioma inventado. Otro es un ensayo sobre las diferencias entre el mundo helénico y el de la Grecia contemporánea, de las contradicciones entre lo académico y lo informal, lo elitista y lo plebeyo, la moralidad y la picaresca.

PLF es un obsesivo y un diletante. Es de una capacidad de observación y una empatía enormes por los lugares y la gente que visita, pero no es un erudito sino un amateur laborioso e imaginativo como historiador, lingüista, antropólogo y literato. Es un nostálgico con enorme encanto y uno de los últimos interesados en un mundo cuya historia le resulta más interesante hasta “la resaca posterior al feudalismo y a la caída de la Bastilla, con esas sombrías divisiones que frenaron el intercambio humano y robaron oxígeno a Europa occidental”. Eso se nota en El tiempo de los regalos (1977), primer volumen de una trilogía inconclusa sobre un viaje a pie que hizo a los diecinueve años entre Rotterdam y Estambul, una novela de aprendizaje del mundo ya con banderas nazis en cada calle de Alemania. PLF cuenta cómo descubre la arquitectura, la gastronomía, los idiomas y la gente, y cómo empieza a encontrar detrás de cada costumbre y de cada piedra un pasado frondoso, hecho de una sustancia menos oficial, más secreta y más viviente que la de Danubio de Magris.

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Entre ambos viajes, gracias a su conocimiento de Grecia, Leigh Fermor fue un improvisado héroe de guerra, como jefe de un grupo comando británico que operó en Creta y llegó a secuestrar al general alemán que comandaba las fuerzas de ocupación. En 1957 se hizo una película sobre esta historia, Emboscada en la noche. Dirk Bogarde hace de Paddy y Powell & Pressburger la filmaron como un musical sobre un pic-nic en las montañas (debe haber sido un fracaso de taquilla esplendoroso). Al final, el general alemán felicita a Bogarde, retira el epíteto de amateur y lo reconoce como un verdadero soldado profesional.

Todo cierra. Y también cierra la historia de Crompton. Hace poco, llegué a saber por casualidad que el autoritario admirador de Leigh Fermor es el abogado Pepín Rodríguez Simón, señalado como “cerebro jurídico” del presidente Macri.