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EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

Poco crédito, altas tasas y la enorme foto de Mao

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En tiempos ya políticos, se discute mucho de diversos temas que preocupan a la sociedad: inseguridad, salarios versus precios, reformas judiciales, el rumbo y futuro económico. Pero se observa poco debate sobre algo que simplemente, no puede esperar: la situación financiera acarreada con los flujos de mercado en los últimos meses.

Tal como lo expuse en la nota anterior, hace aproximadamente un mes atrás, una suba temporal inducida de la tasa de interés, mediante la absorción de liquidez del mercado, puede “calmar” el valor del dólar, pero es una solución de muy corto plazo, y la suba de la tasa, según enseña la historia, llega muy rápido para quedarse un rato largo.

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Siempre he discutido acerca de la real validez de la ortodoxia, la cual puede funcionar si es una intervención muy temporal y en el marco de una serie de medidas, todas atinentes, para ordenar las diversas variables.

Sin embargo, no es lo que ha sucedido. Y al mantenerse la situación, debemos observar un tema que nos llevó por muy mal camino a fines del la década de los 90: el crowding out (el sector público absorbiendo recursos financieros del sector privado).

Si observamos los gráficos adjuntos del último año, vemos una disminución de los depósitos del sector público en el sistema bancario, al tiempo que en materia de préstamos, prácticamente dos de cada tres pesos de créditos han sido destinados justamente a financiar a dicho sector.

En un contexto de un país que ha hecho un formidable esfuerzo de desendeudamiento, sobre todo externo, no debería haber lugar a la crítica para ello. Sin embargo, esto sí puede complicar la ecuación de financiamiento de los privados, y ello, en sí mismo, representa hoy una realidad, sumado al riesgo del enfriamiento de la economía, algo hasta pedido por muchos colegas escuchados con atención por empresarios que quieren vender más cada día. Entonces, ¿en qué quedamos?

Aparentemente, esta dicotomía parece natural, dado que todos queremos una mejor “macro”, pero para nosotros, queremos una mejor “micro”.
Pero no existe tal cuestión: la economía, pase lo que pase, tiene que avanzar. No hacerlo, provocar o justificar procesos recesivos, genera un círculo vicioso que ya hemos vivido en los 80 y en los 90, con recurrentes ajustes que culminaron en el cataclismo del 2001/2002.

“Enfriar” la actividad conlleva desempleo y con ello menor consumo, menor ahorro, menor inversión y lógicamente menor recaudación, con números fiscales que no cierran, por lo que debo cobrar mayores impuestos y “enfriar” aún más la economía.

Lo anterior constituye la rueda típica del ciclo negativo ortodoxo, dentro del cual vemos hoy inmersos a varios países europeos, con crecientes problemas sociales que agrandan la brecha distributiva, a la espera de una competitividad que no llega, y procesos que apuntan a décadas de recesión y ajustes. No hay mal que dure cien años se dice, ni economía que lo resista, ¿no?

Por esto, la premisa que la actividad no se resienta, es el basamento fundamental del presente modelo, con todos los defectos que se quieran señalar, pero con muchos logros, que es difícil entender por qué cuesta tanto reconocer.

Un país no crece más de una década en forma sostenida por accidente. Quien sostenga lo del “viento de cola” como la magia que sustenta esta prosperidad vivida, es absolutamente miope. El viento de cola debe acompañarse por un buen timón, caso contrario, el barco no avanza. Sin ir más lejos, Venezuela vive con dicha situación hace décadas y la desorganización no le ha permitido un crecimiento acorde a su riqueza.

Muchos hablan del milagro chileno, el cual es absolutamente real, pero no dejemos de mirar el precio multiplicado del cobre, que representa más del 60% de las exportaciones chilenas.

También escucho, que se ha dilapidado el superávit fiscal, me pregunto: ¿cuándo lo tuvimos en el pasado? Lo que escuchaba en los 90 era lo maravilloso que era tener déficit gemelos, o sea, compro más de lo que vendo y gasto más de lo que cobro, y ¿está todo bien?

En fin, con un poco de desorden quizás, estas afirmaciones, basadas en estadísticas concretas, no en partituras musicales que escucho recurrentemente, me llevan a advertir con cifras algo que puede ser un fenómeno temporal, que no debe permanecer: las tasas de interés y la inflación son la fiebre de la economía, y los flujos de dinero, la sangre de la misma.

La fiebre hay que bajarla y dejar que las finanzas fluyan. Por supuesto, muchos otras cosas deben arreglarse y esto requiere de un gran consenso nacional, donde todos, gobierno presente y alternativas futuras, nos pongamos de acuerdo que con la economía de todos, no se joroba.

Argentina tiene una plataforma formidable para el nuevo ciclo venidero, el cual heredará muchas cosas para arreglar, pero con una base cierta de una economía que ha crecido, se ha desendeudado y debe decidir simplemente por un poco más de orden, con lógica, pero sin la ortodoxia tan mentada que somete a recesiones.

No creo que estemos a las puertas de un proceso de crowding out, pero por las dudas, vaya la advertencia de no repetir errores pasados.

Si usted que lo lee es empresario y se financia hoy, sabe de qué le hablo.

Apostemos a futuro, corrijamos, pero por favor, no perdamos lo bueno.

Ultima: me asombra siempre que voy a China, ver en Beijing, en la Ciudad Prohibida, la coexistencia de semejante palacio imperial, imponente, y en los muros externos, la foto de Mao Zedong. He preguntado cómo es posible fundir las dos cosas, juntarlas. La respuesta, es que los chinos piensan que su evolución es una simple escalera, donde cada proceso ha dejado un escalón más alto, para que el siguiente la siga haciendo crecer.

Yo no sé a ustedes, pero a mí me ha parecido una brillante síntesis de rescatar y no perder para el bien de todos.

Lo cual es, en definitiva, lo que todos queremos, ¿no es así?

 

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