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Una alianza nacional con la producción

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Mención. The Economist habló del límite de la ‘tecnocracia’. | captura WEB

Lo más sorprendente del fracaso del llamado “gobierno de los CEO” que condujo el presidente Macri es que no gobernaron el país como se administran las empresas: un empresario exitoso busca expandir su negocio, vender más, ganar mercados, es proactivo y agresivo. Pero, sobre todo, tiene un plan de acción.

En el Estado, estos empresarios fueron todo lo contrario: en lugar de gobernar y conducir, administraron de manera defensiva unas pocas variables, cuyo símbolo es la obsesión por la cuestión fiscal – y hasta en eso fallaron.

La Argentina que deja Macri tiene casi la mitad de sus líneas de producción paradas y al mismo tiempo no puede emplear a toda su gente, ni garantizar suficientes ventas para pagar los sueldos a tiempo, no llega a cubrir el descubierto del banco y acumula deudas por su rojo operativo. Macri deja a la empresa Argentina al borde de la quiebra.

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Por eso no hay que confundir la salida de este drama: Argentina no necesita un buen contador, sino una política de desarrollo estratégica, concertada y gestionada desde la política. Porque la salida hacia el futuro no va a estar en el pasado. Para volver a crecer de manera sostenida y desarrollarnos vamos a tener que hacer lo que nunca hicimos antes, o apenas hicimos alguna vez de manera incipiente: multiplicar el valor que agregamos a nuestros recursos, con más creatividad, innovación y trabajo de los argentinos.

Nuestro candidato Alberto Fernández lo dijo con claridad hace unos días: la globalización es un desafío para el país, pero no se entiende la lógica por la que nos ha guiado el Gobierno estos años, que nos condena a ser vendedores casi excluyentes de productos primarios. Esa lógica que nos convierte en inquilinos de nuestra propia riqueza tiene que cambiar, y para que cambie no hay magia ni soluciones fáciles: se necesita encarar una alianza nacional con la producción.

¿Qué significa cambiar la lógica? Primero entender que es mentira que los argentinos vivimos o queramos vivir por encima de nuestras posibilidades. Lo que pasa en realidad es que producimos por debajo de nuestras capacidades. O sea que no tenemos que ajustarnos, sino que tenemos que expandirnos: tanto fronteras adentro como hacia afuera.

El proyecto de desarrollo que tenemos que encarar no surge de obsesionarnos con nuestros déficits sino de hacer crecer nuestras fortalezas. Sector por sector, tenemos que planificar cómo y en qué condiciones vamos a hacer realidad nuestro potencial. Sobran los ejemplos. El trigo, por caso: en 2017 Argentina exportó 13 millones de toneladas de trigo bruto, por US$ 2.360 millones (US$ 180 por tonelada). Si hubiéramos hecho pastas secas (valor promedio de exportación de US$ 1.400 por tn), se habrían generado US$ 18.500 millones de exportaciones. Es ocho veces el valor del producto primario.

Otro ejemplo en boga es Vaca Muerta. Argentina puede exportar petróleo crudo a 500 dólares la tonelada o hacer autopartes de plástico a 6 mil dólares la tonelada, más de diez veces el valor original. Estos son los proyectos en torno a los que tenemos que concertar como Nación, más que como empresa. Ninguna otra alquimia defensiva de contadores, por más sexy que parezca, nos va a sacar del problema endémicos que ha tenido y sigue teniendo la economía nacional: la falta de dólares, pero sobre todo la falta de un proyecto que motive a los argentinos a invertir sus ahorros en Argentina. Nuestro desarrollo tiene que venir de nosotros mismos y proyectarse al mundo: nunca va a ser al revés.

*Dirigente empresarial. Diputado nacional.