CULTURA
suplemento especial de Perfil

“Los diarios jamás se retractan”

A poco de haber publicado su última novela, Número cero, el semiólogo, reacio a las entrevistas, le concedió una breve a un diario de Bolonia.

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En febrero de 2015, el escritor italiano presentaba su nuevo libro, Número cero. Siempre reacio a las entrevistas, aceptó hablar con el periodista Cesare Sughi, del diario de Bolonia Il Resto del Carlino.
—Profesor Eco, ¿por qué eligió el año 1992 para su novela?
—Es un año crucial, porque pareció el comienzo de una nueva era. Todo era lavado, todo se volvía limpio. Mani pulite. En cambio fue lo contrario, comenzaba el periodismo de la máquina del fango.
—No es algo nuevo, basta pensar en los tabloides dominicales británicos...
—También en Las ilusiones perdidas, de Balzac, los periodistas son todos unos hijos de buena madre. Pero antes, si un presidente de los Estados Unidos no te gustaba, lo asesinabas, como ocurrió con Lincoln el 15 de febrero de 1865. Pero Clinton tuvo que responder por lo que hacía en su oficina –o dormitorio. La destrucción de un personaje tenía lugar a través de un ataque frontal mediático, personal.
—¿La máquina del fango funciona en todos los diarios?
—No exactamente y no igualmente. Está quien denuncia y está quien usa la técnica adoptada por cierto diario de derecha y por un director autorizado llamado Dino Boffo, director del Avvenire, acusado públicamente y de un modo absolutamente infundado de ser un acosador y un homosexual.
—El chismorreo es otra arma letal...
—Apunta a cualquiera no con hechos precisos, sino con insinuaciones que no tienen nada que ver con la realidad, pero que despiertan sospechas en el lector. Me pasó a mí, cuando leí una vez que había sido visto en un restaurante chino con un desconocido; y lo pasó peor el juez Mesiano, el del enfrentamiento Fininvest-Cir por la Mondadori, fichado por ser un fumador empedernido y por llevar medias celestes.
—¿Cómo le irá al “Mañana” con el señor Smentuccia, en una de las escenas más cómicas del libro?
—Como hacen todos los diarios. No desmintiendo jamás una noticia, aunque la ley los obligue a ello.
—¿Por qué el chismorreo nos invade?
—En el momento en que nace la TV, el diario se vuelve semanario, las noticias la gente las sabe antes por la pantalla chica; entonces se debe mirar detrás de bastidores, lo que sucede detrás de la escena.
—¿Por qué el primer capítulo y los últimos están impresos en una tipografía diferente a la del resto?
—Para favorecer al lector. Está el comienzo y el fin, y en el medio el flashback.
—¿En compañía de Braggadocio?
—Colonna, el redactor jefe del diario, un perdedor nato, da vueltas con Braggadocio por las calles de Milán. Braggadocio, en la redacción, es el maníaco complotista, obsesionado con la primicia, para quien el verdadero Mussolini no fue asesinado sino que huyó a la Argentina.
—¿Un paranoico?
—Sí, aunque en el libro, un irreprochable programa de la BBC le da la razón.
—¿Y hoy las cosas van mejor o peor que en el 92?
—No lo sé, escribí sobre ese año, no sobre después. Este es un país en el que pasó de todo sin que se construyera nada. Subrayo el pesimismo, pero es un problema personal. Como el sentimiento de responsabilidad.

‘Pape Satàn Aleppe’
Debía salir en mayo de este año la última colección de ensayos de Umberto Eco. ¿El título? Pape Satàn Aleppe. Crónicas de una sociedad líquida. La muerte del autor apuró las cosas, y el libro estará en librerías el viernes que viene. “Había dado el visto bueno a las pruebas de galera hace apenas tres días”, cuenta Elisabetta Sgarbi, editora junto con el propio Eco de un nuevo sello editorial, La Nave di Teseo. En 1985, Eco comenzó a colaborar con el semanario L’Espresso escribiendo una columna, “La bustina di Minerva”. En 2000, la editorial Bompiani publicó una antología de ellas. Antes, en 1992, Eco había incluido varias de sus “bustine” satíricas en un libro titulado Segundo diario mínimo.Pape Satàn Aleppe consiste en la tercera selección de esas columnas, que reúne columnas elegidas por el propio autor, del año 2000 a hoy. 
Debe subrayarse la clara referencia al sociólogo polaco Zygmunt Bauman en el subtítulo: Crónicas de una sociedad líquida. Los textos afrontan varios temas, desde la relación entre jóvenes y viejos hasta “argumentos de gran actualidad”.
Eco tenía mucho aprecio por el Papa, a quien se refiere en Pape Satàn Aleppe. En él, varias veces, examina la identidad de papa Francisco: para él no era un jesuita argentino sino paraguayano, visto que los jesuitas fueron en el 1600 a Paraguay como consultores de guaraníes para sustraerlos de la esclavitud de los colonizadores.