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Hay que estar en el club

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Con Higuaín, el grupo inversor que se consiguieron los dirigentes de River ganó ya 4 millones y medio de dólares. Con Belluschi, la diferencia potencial es todavía superior porque la cuota es más baja. Y le quedarán luego los tres juveniles a palo de dólar por cabeza. Si esos jóvenes jugadores no avanzan hacia un precio excepcional, pueden cambiarlos. Un reaseguro... Con escasa suerte, el grupo inversor podría hacerse de 15 a 25 millones de dólares en el mismo tiempo que los 13 millones que van poniendo en cómodas cuotas generarían un beneficio de 400 mil dólares, si los tuvieran un año en un banco generoso.

—¿Cómo explica usted, señor dirigente de River, un negocio así?
—A ver: las urgencias de los clubes nos llevan a veces a estas cosas.

—¿Pero cuál sería esa situación límite si ya tenían ofertas por Higuaín?
—Queríamos asegurarnos. Uno nunca sabe qué puede pasar.

—Pero acordemos que, esperando unas semanas, todo el dinero del pase de Higuaín era para River. ¿Tal necesidad tenían de efectivo, como para regalar ganancias ya seguras?
—Uno nunca sabe. A usted le ponen 13 millones ahí, y los precisa, y...

—Pero no fueron 13. Fueron 5 millones 200 mil los de la primera cuota. El resto, después.
—Sí, pero teníamos los papeles del contrato.

—¿Ustedes tenían a Higuaín en aquella lista de los 16 juveniles que le daban a otro grupo por 3 millones?
—Sí, pero aquello no se hizo. Lo cambiamos.

—Pero ¿no es descalificador el simple hecho de haber llegado a ese acuerdo? Aquel grupo hubiera ganado ya más de 10 millones y les quedarían 15 jugadores por vender.
—Le reitero que aquello lo cambiamos.

—Pero hicieron este otro negocio que conceptualmente (ganancias alucinantes para otros, no para el club) es el mismo. ¿Es que no aprendieron de aquel error?
—Hay que estar en un club, con el gasto que esto implica, para entender. De afuera es muy fácil.

—¿No temen que haya gente que piense que los grupos inversores son “grupo”, y que los dirigentes hacen estos arreglos porque alguno va “prendido”?
—Los que sugieren eso (como expliqué el otro día en mi agrupación) son periodistas progres que viven en countries o en Puerto Madero, y que están enojados porque no les atiendo el teléfono.

—Seguramente. Pero usted, que sí es progresista de verdad, ¿no se arroja a los brazos del capitalismo más salvaje permitiendo diferencias inadmisibles y extrañas, con estos acuerdos?
—Socializamos los réditos. El reparto es muy grande, no crea. River gana menos, pero tiene certezas. La lesión de un jugador le camba la vida a uno.

—¿El próximo acuerdo con el grupo es de 25 millones por todos los jugadores que se vendan del club?
—Estamos discutiendo, y se hará lo que a River le convenga.

—Ajá. Y siempre en el estilo acuñado este año.
—Para qué cambiar lo que nos ha salido bien... a todos.

—¿Por qué no se conocen los nombres del grupo inversor?
—Es gente de bajo perfil. Tienen una modestia que ya quisiéramos los hombres públicos. No son figurones: ayudan y se van, tipo Pentrelli, ¿se acuerda?

—¿Pero son gente de aquí, como aquellos del atado de 16 jugadores, o son colaboradores de afuera, mecenas internacionales, digamos?
—Son... ¿me perdona? Quedamos en media hora y ya pasaron 32 minutos. Así que, si me disculpa...

El periodista advierte el abuso y, como la nota es inventada, un ejercicio de estilo, hace el gesto clásico de “faltaba más”. Se levanta y se va. O se va el otro. Da lo mismo.