ELOBSERVADOR
25 de mayo de 1973

Cámpora al gobierno, ¿Montoneros al poder?

A 45 años del hecho político que marcó una década, una crónica de los convulsionados días previos al regreso del peronismo al poder tras 18 años de proscripción.

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Fórmula. Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, en el momento de la toma del poder. El gobierno del Tío fue una experiencia reivindicada por el kirchnerismo. | cedoc

En enero de 1973, el gobierno de facto encabezado por el general Alejandro Agustín Lanusse dictó las últimas medidas laborales: el Ministerio de Trabajo dispuso la conciliación obligatoria para más de 500 comisiones paritarias que no habían llegado a acuerdo alguno. A ello le sucedieron algunos paros, pero la firma del convenio de la Unión Obrera Metalúrgica con los empresarios, con un 35% de aumento salarial, definió la vía del acuerdo en la casi totalidad de los pleitos. Solo en Córdoba algunos gremios mantuvieron una posición combativa, pero no lograron mejores resultados. Así transcurría el final de una dictadura, con más penas y sin glorias, que cerraba el ciclo de gobiernos militares y civiles interrumpidos por golpes de Estado iniciado en 1955 con el derrocamiento de Perón.

El 25 de mayo de ese año 1973, cargado de euforia e incógnitas, el peronismo vuelve al poder después de casi 18 años de proscripciones. Con el líder preparando su regreso al país tras su largo exilio en Madrid, había triunfado por amplio margen en las elecciones nacionales del 11 de marzo: el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) con Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima obtuvo el 49,50% de los votos; la Unión Cívica Radical (UCR), con la fórmula Ricardo Balbín-Eduardo Gammond logró el 21,30%; la coalición de centroderecha Alianza Popular Federalista que llevó como candidatos a Francisco Manrique y Rafael Martínez Raymonda ocupó el tercer lugar, con 14,90% y la Alianza Popular Revolucionaria, de centroizquierda, encabezada por Oscar Alende y Horacio Sueldo, sumó el 7,43% de los votos.

JTP. La primera visita del presidente electo Héctor J. Cámpora, ese mismo 11 de marzo, había sido a la sede de la CGT, que había postergado su congreso ordinario para junio, cuando bajo el título “Argentina liberada”, sería inaugurado por el ministro de Bienestar Social, José López Rega. Entretanto tenían partida de nacimiento dos organizaciones político-sindicales que activarán como competidoras y antagonistas. La Juventud Trabajadora Peronista (JTP), en un acto realizado en abril del 73, proclama el “trasvasamiento sindical para el socialismo nacional” con un programa que, entre otros puntos, sostiene: “Participar e impulsar las luchas por la defensa de las reivindicaciones inmediatas de la clase trabajadora; propiciar la democracia sindical; crear comités de defensa y control del próximo gobierno popular”. En la vereda opuesta, a fines de mayo, la Juventud Sindical Peronista (JSP) proclama el apoyo total al gobierno, porque “… él restablecerá la liberación nacional lograda por el General Perón de 1946 a 1955; que rechaza todos los intentos sectarios, porque ellos buscan la división de los argentinos y responden a intereses ajenos a nuestro sentir, ya que pretenden imponer ideas y sistemas que repugnan a nuestro ser nacional y cristiano” y reafirma lo que se define como “la verticalidad”: pleno acatamiento a las decisiones del Líder.

El 11 de mayo, la CGT denunciaba a los “intereses antinacionales que tratan de mantenernos separados y enfrentarnos artificialmente”; daba su apoyo incondicional al mensaje “Bases para lograr el acuerdo de la Reconstrucción Nacional” expresado por el presidente electo y definía la ideología del movimiento obrero como “profundamente nacional, popular y cristiana”. El 22 de mayo, en un encuentro de partidos políticos realizado en el restaurante Nino de Vicente López, el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci expresaba que “el movimiento obrero organizado es consciente de su responsabilidad. Sabe que la poderosa fuerza que aglutina, representada y orientada, debe ser sumada con generosidad al proceso que mancomuna a todos los argentinos sin distinción, que comparten la aspiración de lograr una patria soberana, una economía independiente, un pueblo feliz, liberado de las especulaciones del liberalismo cómplice de los imperialismos”.

Ese mismo día era abatido por un comando guerrillero el secretario general del sindicato de mecánicos, Smata, Dirck Kloosterman, en la puerta de su domicilio particular. El atentado se lo autoadjudicaron las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP).

Asume Cámpora.  El 25 de mayo de 1973, el presidente electo pronunció un extenso discurso ante la Asamblea Legislativa. Al terminar se abrazó con su compañero de fórmula, Vicente Solano Lima, dirigente del Partido Conservador Popular. El acto de asunción se realiza en el Salón Blanco de la Casa Rosada, ante 82 delegaciones extranjeras, entre quienes se destacaban los presidentes de Cuba, Osvaldo Dorticós, y Chile, Salvador Allende.

En horas previas, la multitud con carteles entre los que predominaban los de Montoneros y la Juventud Peronista, colmaba toda la Plaza de Mayo, y saludaban al nuevo presidente con su seudónimo de “el Tío”.  Coreaban en forma insistente el nombre de Perón y el estribillo contra los militares: “Se van, se van, y nunca volverán” resonaba con el acompañamiento de bombos y petardos. En la plaza hubo algunos incidentes  entre la policía y grupos de manifestantes, mientras que en el recinto se podía ver, ente otros, al sacerdote Carlos Mujica, a la actriz Chunchuna Villafañe, al futbolista “Nene” Sanfilipo, dirigentes de todo el espectro peronista como Antonio Cafiero, Alfredo Gómez Morales, Andrés Framini y José Rucci, junto a Arturo Jauretche y el cantante Piero.

El acta de asunción de Cámpora fue firmada por el presidente saliente, el general Lanusse y quienes lo acompañaban como miembros de la junta militar, el brigadier Carlos Alberto Rey y el almirante Carlos Guido Natal Coda, junto a los mandatarios extranjeros presentes en la ceremonia, los presidentes Dorticós y Allende.

Finalizada la ceremonia Cámpora acompañó a los comandantes hasta la salida. Mientras tanto, Coda y Rey se excusaron para retirarse en helicóptero, Lanusse lo hizo a pie y dijo “yo no me ando escapando de nadie, me iré por donde vine”, según relata Miguel Bonasso en su libro El presidente que no fue. Este autor señala que “la multitud se apiñó alrededor de su vehículo, pero no hubo ninguna violencia para facilitar su desplazamiento”.

Ortodoxos vs. La Tendencia. Sectores de la izquierda peronista identificados como Tendencia Revolucionaria trataban de ocupar algunas sedes sindicales al grito de: “Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical”. En ciertos lugares, donde había comisiones combativas, también se aglutinaban a ese grito. Bajo la consigna “el Tío presidente, libertad a los combatientes” en la tarde del 25 de mayo  pugnaban desde dos núcleos enfrentados por lograr la liberación de los detenidos. De un lado, los grupos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y por el otro, los de la Juventud Peronista, junto a Montoneros. Mientras se aguardaba una Ley de Amnistía en el Congreso,  el ministro del Interior, Esteban Righi, habría autorizado a buscar una salida y evitar un enfrentamiento con la multitud. Por ello, diputados nacionales consiguieron que se abrieran las puertas de la cárcel para concretar su liberación.

El acuerdo social. El 30 de mayo, con los auspicios del presidente Cámpora y del ministro de Trabajo, el dirigente metalúrgico  Ricardo Otero, se firma entre la CGT y la CGE el “Acta de Compromiso nacional  para la reconstrucción, la liberación nacional y la justicia social”.

Suscribe el documento el ministro de Hacienda y Finanzas, José Ber Gelbard. Entre sus objetivos figuran: “implantar como sistema de polìtica salarial todas las medidas destinadas a una justa distribución del ingreso, cuya finalidad superior determine la conformación de salarios con creciente poder adquisitivo”. Agrega, además, la necesidad de eliminar “la marginalidad social mediante la acción efectiva del Estado, en materia de vivienda, educación, salud y asistencia social”. Como también, “absorber en forma total y absoluta la de-socupación y el desempleo de los trabajadores argentinos”. La Argentina retornaba a la democracia envuelta en un torbellino nacional y regional de alta movilización popular, pero también inficionada de aprestos autoritarios y altos componentes de violencia.

Lanusse y Allende, respeto mutuo

Causó sorpresa la actitud de Allende cuando vió a Lanusse momentos antes del juramento de Cámpora. El presidente chileno, con voz firme, le dijo a su par argentino: “Muchas gracias, general, por su actitud de no colaborar con la caída de nuestro gobierno constitucional”. Se refería a una reunión que había tenido el presidente de facto en septiembre de 1970 con un alto funcionario norteamericano. La misma está reproducida en un libro sobre la historia de la CIA de Tim Weiner, donde cuenta que Lanusse miró fijamente al jefe de inteligencia estadounidense y le dijo: “Señor Helms, usted ya tiene su Vietnam; no me haga a mí tener el mío”.

En julio de 1971, casi un año después de la oferta de la CIA, Lanusse, ya presidente de facto, y Allende, presidente de Chile en ejercicio, se encontraron en Salta. En un momento de la ceremonia de recepción, Lanusse murmuró una queja: “Ya tenemos una falla en el protocolo”. Allende miró a uno y otro lado y murmuró: “Yo no veo falla alguna, general”. “Bueno –contestó Lanusse– me han puesto a mí a la izquierda y a usted a la derecha”. Allende no pudo evitar la carcajada.

Castiñeira de Dios y Sajón

En ocasión de asumir el cargo el 25 de mayo como secretario de Prensa y Difusión de la Presidencia, José María Castiñeira de Dios fue recibido por uno o dos periodistas que trabajaban con Eduardo Sajón en esa dependencia. El reconocido poeta y escritor los había tratado a ellos como al antiguo ocupante de ese cargo durante su larga trayectoria periodística y académica, por lo que no extrañó el saludo del ausente firmado a través de ellos.

En horas de la noche posterior, el domicilio de Edgardo Sajón, ubicado en San Isidro, sufrió un intento de ataque por desconocidos. Se presumía que podía tener alguna vinculación política. Cuando trascendió el episodio, Castiñeira de Dios inmediatamente se puso en contacto con la Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires y se ordenó una custodia permanente en el domicilio de Sajón, periodista que trabajaría poco después como directivo del diario La Opinión y sería secuestrado y desaparecido por un grupo de tareas militar durante la última dictadura.

*Periodistas, autores de varios libros sobre historia del sindicalismo y del peronismo. Entre ellos, La lucha continúa. Doscientos años de historia sindical en la Argentina (Vergara).