POLITICA

Al pie del cuervo

El kirchnerismo pasó de un intempestivo rechazo al Papa a un saludo protocolar. ¿Cambia el mensaje?

La Presidenta en uno de los tantos Tedeum en los que desairó a Bergoglio
| Télam

Algo anda mal para el oficialismo. Nadie podía esperar muestras de alegría por la designación del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, al frente de la Iglesia católica pero, al menos, un gesto temprano de beneplácito hubiera salvado a varios dirigentes de la hoguera al expresar, impulsivamente, la desazón por encontrar a uno de los mayores detractores del kirchnerismo sentado ahora en el trono de San Pedro.

Nadie esperaría tampoco que el Gobierno nacional celebrara que el jesuita porteño se convirtiera en el primer Papa argentino. Francisco -que así será llamado en adelante- es futbolero y de San Lorenzo, pero el cónclave no era un Mundial. El fervor popular por lo deportivo, en cualquier disciplina, le deja hoy al oficialismo mayor rédito que el cónclave. Francisco, el Cuervo, es ahora, la maximización del enemigo K: austero, medido, abierto al diálogo (aunque sólo en sus términos). Todo eso, menos naïf.

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Pero el valor político que ostentaba -hasta su elección- el extitular de la Conferencia Episcopal Argentina es, en parte, una construcción kirchnerista: el oficialismo de 2003, y el de ahora, contribuyeron a la exaltación de un discurso que, a pesar del corte conservador del dogma religioso, supo encontrar eco en los espacios donde el Estado no dio más que muestras de ausencia. La gestión de los Kirchner pudo escapar a los Tedeum en la Catedral metropolitana, pero no a los cuestionamientos políticos del arzobispo. La trata de personas, los índices de pobreza, el desempleo, las tragedias de Once y de Cromañón son los escenarios donde, luego de un trabajo de décadas, Bergoglio hizo pie contra la deslucida acción gubernamental. La deuda del sacerdote es con el matrimonio igualitario y la equidad de género. Pero esas no son cuentas pendientes personales, sino de toda la institución católica. No hay discusión posible. Bajo el catolicismo, no hay curas casados, parejas del mismo género ni papisas en el horizonte. Ni con Francisco, ni con nadie.

Lo que sí hay es un Papa llegado del “fin del mundo”, que sorprende por su andar reticente a los formalismos, que promete algunos cambios (pero sólo algunos) y un gobierno que en cuestión de horas dio un viraje obsceno en la obligada resignación ante la asunción del Pontífice.

El oficialismo reaccionó con un rechazo espástico y desconcertante al resultado de la elección. La reiteración de la denuncia en torno al pasado colaboracionista del Papa fue el mayor esfuerzo intelectual para cuestionar la nueva figura de Bergoglio, y el germen para una nueva contradicción: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le pidió a un clérigo supuestamente afin a la Dictadura que interceda en el reclamo por la soberanía de Malvinas. “Que lleve el mensaje a las grandes potencias del mundo para que dialoguen”, sostuvo la mandataria en un acto oficial, y en medio de una furiosa silbatina contra el flamante Papa.

La expresión de beneplácito del Congreso nacional tardó en llegar. La noticia interrumpió un homenaje al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, y provocó un acalorado cruce entre los diputados de la oposición y los del FpV, que rechazaron cualquier saludo. En la Legislatura porteña, el bloque K se retiró del recinto. El gabinete nacional eligió callar. Y hasta el embajador argentino ante el Vaticano, Juan Pablo Cafiero, prefirió no hacer declaraciones tempranas.

La exintegrante de la Conadep, Graciela Fernández Meijide, y el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, desestimaron las denuncias. Y nadie puede pensar que uno de ellos encubriría a un cómplice del terrorismo de Estado... La exjueza Alicia Oliveira hizo lo propio y hasta involucró a la ministra de Seguridad, Nilda Garré, en la contienda. “Garré sabe todo lo que hizo Bergoglio”, aseguró.

En paralelo, el Vaticano desmintió las "calumniosas y difamatorias" acusaciones, provenientes de una "izquierda anticlerical". El tema puede convertirse en el primer ancla en la gestión del Papa Francisco y, en medio de la crisis que presenta la institución, nada aportan las versiones sobre un líder colaboracionista, cuando al fin se habían aplacado las denuncias contra Benedicto XVI por su pasado filo-nazi.

Los exabruptos iniciales de la avanzada política e intelectual K, con réplicas de todo tipo en las redes sociales, se calmaron ante el desacierto y con un llamado de atención. Sólo así, y recién tras el saludo presidencial, el kirchnerismo reconoció al Pontífice.

Para el vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto, Bergoglio “tiene una gran militancia y cosmovisión tercermundista”. “Esperamos que para los argentinos sea un signo positivo de este nuevo tiempo”, expresó el jefe de la bancada K en Diputados, Julián Domínguez. Mientras, la presidenta provisional del Senado, Beatriz Rojkés de Alperovich, deseó que "que como guía de la Iglesia Católica (Francisco) pueda trabajar con gran fortaleza junto a los más necesitados, por la solidaridad, la paz y la justicia social”.

Este fin de semana, los principales referentes del oficialismo y la oposición viajarán al Vaticano, en nutridas comitivas oficiales. Pasada la desaprobación de los primeros días, participarán de la misa pública en la cual Bergoglio será entronizado como Sumo Pontífice. La asunción de Francisco no es una victoria contra el kirchnerismo, pero sí una oportunidad para redefinir la identidad de un modelo que se transforma a sí mismo según a quién se oponga. En adelante, uno de los principales críticos del modelo será Papa. Y a él, nadie políticamente inteligente, le discute.

(*) Editora de Perfil.com