POLITICA

Discriminación en la exEsma. Una casa en el Árbol de algunos

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El espacio cultural que funciona en el predio de la exEsma sedujo a artistas de diversas clases y procedencias desde su nacimiento. Corría el año 2006 cuando el gobierno de Néstor Kirchner destinó los 40 mil metros cuadrados del excentro clandestino de detención a los organismos de derechos humanos. Luego de años de idas y vueltas, la Fundación Madres de Plaza de Mayo inauguró el Espacio Cultural Nuestros Hijos, presidido por la cantante Teresa Parodi, integrante, en aquel momento, del grupo de militancia oficialista “Las Cristinas”, creado por Hebe de Bonafini, pionero en pedir la reelección de Cristina Fernández de Kirchner.

En el Ecunhi, algunos artistas presentaron sus proyectos con éxito. Otros no como Romina Orazi, artista visual seguidora del arte libre. A mediados del 2010, los jardines de la Ex Esma y los trabajadores del Ecunhi recibieron a la artista quien, con entusiasmo, recicló materiales hallados dentro del predio para levantar, sobre un árbol, una casita de madera apostando “a la transmutación de energías” y planteando “las rupturas que permitiesen reconstruir nuevas posibilidades” como explica Orazi. Pero el director de Artes Visuales del espacio, Gabriel Serulnicoff, recibió una imprevista orden de la Madre de Plaza de Mayo: “¡Bajen esa casa de mierda!”.

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Mientras el país se llenaba de otras “casas de mierda” como confesó Sergio Schoklender que le habría dicho su madre adoptiva, en esa misma época, en que la Misión Sueños Compartidos era el proyecto de viviendas e inclusión social más ambicioso del kirchnerismo, la artista sufría, en carne propia, los problemas que implica no pertenecer. Ni Teresa Parodi ni Bonafini quisieron escuchar los argumentos de Orazi quien estaba realizando un ambicioso proyecto sin interés económico de ningún tipo. Serulnicoff obedeció órdenes de sus superioras como es debido temiendo ser despedido, algo que finalmente y por otras arbitrariedades, terminó sucediendo. “Eso no es una obra, es cosa de chicos” les habría dicho Bonafini a los trabajadores del espacio cultural que derribaron la maldita casa en el árbol.

Dos años después, el Centro Cultural de la Memoria, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, publicó las bases de un innovador concurso llamado “IV Premio Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti”. El 25 de agosto del 2012, el director del “Conti”, el exintegrante del gobierno aliancista, Eduardo Jozami, junto con Virgilio Tedín Uriburu, presidente del Fondo Nacional de las Artes, entregaron el primer premio a la joven artista Romina Orazi. Según las bases del concurso se buscaba premiar “la defensa y promoción de los derechos humanos, de la memoria activa y de la construcción colectiva de ciudadanía solidaria”. Los funcionarios agregaban que el concurso estaba abierto a todas las disciplinas, premiando a una obra o proyecto que pudiera “tener carácter permanente”.

Orazi insistió con la problemática de la vivienda social en América Latina y diseñó una ambiciosa casa rodante titulada “Refugio Móvil”, compartiendo el premio de 40 mil pesos con Esteban Álvarez, el otro ganador. La otra propuesta ganadora consistía en una acción de suelta de mil globos dorados que se irían desinflando con el paso del tiempo. Finalmente, el jurado compuesto por Ana Longoni, Laura Malosetti Costa, Fernando Farina, Roberto Echen y Andrés Labaké -quien también se desempeñaba en el Fondo Nacional de las Artes lo que, al menos, es antiético- decidió quitarle el premio a Orazi, acusándola de plagio. La artista se enteró en la página oficial del Ministerio de Justicia, dependiente del ministro Julio Alak, que semanas atrás había subido la noticia de su premiación.

Eduardo Jozami le solicitó a Orazi la renuncia al trofeo y que dejara de reclamar los 20 mil pesos que había obtenido por su primer premio compartido con Álvarez. El argumento oficial para quitar lo que se había entregado fue el plagio, pero la artista intentó explicar que la bicicleta era un invento de Leonardo Da Vinci y que, con su criterio, Andy Warhol, también debería ser acusado de ladrón. Jozami le contestó que prefería ser tildado de “anacrónico” que “tener problemas con la comunidad artística”.

Ana Longoni, el 6 de abril del 2012, había publicado en Clarín una nota titulada “Abolir la propiedad”; como integrante del jurado prefirió acatar órdenes. La obediencia debida volvió a estar presente en un espacio que prefería premiar el festejo de vaya a saber qué en vez de discutir la democratización de la vivienda popular. La obsesión de Orazi no había caído bien en un momento en que la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo ya no construía viviendas tras la indecorosa salida de los hermanos Schoklender. El crítico de arte, residente en Londres, Rodrigo Canete, escribió en su blog Loveartnotpeople que la obra de Orazi movía “el foco de discusión de los derechos humanos del romántico y autosuficiente relato de la represión setentista al presente ignorante y pauperizado kirchnerista”. Para Canete, el hecho había mostrado el resultado de una Argentina “en donde la ignorancia, la desinformación, el resentimiento y el odio se impusieron al arte”.

Mientras que los globos simbolizaban el triunfo del amiguismo –a los pocos meses Álvarez comenzó a dar clases en el Espacio Cultural Haroldo Conti- Orazi intercambiaba sendas cartas documento con Jozami, quien la amenazaba con iniciar acciones civiles y/o penales por su actitud falaz e improcedente. En diciembre del 2012, la artista insistió en sus denuncias. El funcionario prefirió llamarse a silencio, mientras degustaba un exquisito choripán junto con 2000 compañeros en la Ex Esma orgullosos de pertenecer a un proyecto, supuestamente, inclusivo para todos y todas.

(*) Autor de “El negocio de los Derechos humanos” (Sudamericana, 2012). En Twitter: @lgasulla