SOCIEDAD
DENUNCIAS DE PADRES

Marcha y bronca por un caso de abuso con ‘hijos del poder’

<p>Los acusados son alumnos de un colegio de Banfield. Persecuciones y encubrimiento.</p>

"La Gloriosa", la banda de adolescentes acusada.
| Cedoc.

Los padres de dos adolescentes de 15 y 16 años denunciaron en sede judicial que fueron abusadas sexualmente en la fiesta de cumpleaños de otro menor, en una casa de la calle Alvear casi esquina con Aráoz, Banfield, el 13 de octubre pasado por la noche. La fiscalía ya tomó declaración a las dos víctimas y lo está haciendo con quienes surgieron como partícipes o testigos del suceso, también menores de edad.

Este jueves, a las 5 de la tarde, convocada por las redes sociales y con la participación del padre de una de las víctimas, se realizó una marcha pacífica desde French e Hipólito Yrigoyen hasta el frente del Balmoral College, al que concurren la mayoría de los señalados como autores del supuesto abuso.

Padres, madres, compañeros y compañeras de las niñas, alumnos del Colegio Westminster y del Colegio Modelo Banfield, emprendieron una caravana con consignas como “hoy abusadores, mañana violadores”.

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La columna de ochenta personas, custodiada por 25 policías uniformados, llegó a la esquina de Alvear y French, que en los últimos años se ha convertido en un pequeño polo gastronómico y comercial, en momentos en que nenes de 5 a 6 años disfrazados por Halloween pedían caramelos, recibiendo globos naranja decorados como calabazas que flotaban como cabezas curiosas gracias a estar inflados con un gas más liviano que el aire.

Allí se escucharon algunos comentarios de madres afectadas por la irrupción de la protesta. “Acá también vienen a molestar”, decían mientras tomaban a los párvulos para alejarse. Las compañeras de estudios de las víctimas volvieron a cantar consignas respecto al abuso, la impunidad, el derecho al respeto de la integridad de sus cuerpos.

En escasos minutos retomaron la marcha hacia el frente del Balmoral, donde Daniel, padre de una de las víctimas, leyó un comunicado donde pedía a las autoridades del colegio que no fueran cómplices de encubrimiento. También, que uno de los atacantes, esa misma noche, escribió en su cuenta de twitter: “La pasamos bomba”, o algún desatino parecido. Acto seguido, todos pegaron carteles con reclamos frente al edificio del secundario, para retirarse sin más.

En diálogo con Daniel confirmó que el trato recibido por su hija en sede judicial fue correcto, no siendo así con la otra víctima. Según lo informado por Gabriel Levinas en su página web plazademayo.com, sufrió cierto destrato de la fiscal Verónica Fernández Zagari, quien extendió el trámite durante más de siete horas. Esto incluyó la visita a la psicóloga Patricia Stabile (cercana a cuatro cuadras del juzgado), quien junto a una asistente social, separaron a la niña de sus padres hostigándola para que cambie la declaración, al punto de poner bajo sospecha si su vestimenta en la fiesta no había incitado la lujuria de los agresores. La cuestión de la “ropa provocadora” formó parte de los cánticos de los manifestantes. Hasta el momento, ninguna de las dos familias designó un defensor, actuando por sus medios. Hasta aquí lo visible.

Banfield es un pueblo chico. A la larga todos se conocen. Todo se sabe. De qué saberes se trata: el de los mayores (las familias), y también el de los menores (los adolescentes). En este caso, han circulado ciertas estigmatizaciones y renuncios de responsabilidades, suposiciones y acusaciones, que lindan con la exageración y que pueden leerse como enfrentamientos de clase, no exentos de desprecio con sospechas de segundas intenciones. Sí, Banfield puede ser un pequeño hervidero como “La hoguera de las vanidades” de Tom Wolfe, novela llevada al cine por Brian De Palma. Pero aquí no es una cuestión racial, sino algo tan emblemático y difícil, como la condición de género, edad e indefensión de las víctimas. El primer error, básico, es que en la casa del festejo no estaban los padres, esto creó una situación irresponsable.

El otro error corre por cuenta de los padres que dejaron asistir a los menores a semejante escenario, que bien pudieron ser engañados por ellos mismos. Luego está el consumo de alcohol, el frenesí o “descontrol”, y la invasión del grupo de 17 años que desató la agresión: el rumor es que el “dueño de casa”, el del cumpleaños, se siente culpable por dejarlos ingresar, le arruinaron la fiesta y lo metieron en un escándalo. El reducido grupo de invasores (entre 8 y 6), es cierto, pertenece a un equipo de fútbol llamado La Gloriosa, pero ahí también jugaron otros que nada tienen que ver con sus conductas, y si bien se dice que amenazaron a testigos, dudo mucho que puedan hacerlo. No pueden caminar dos metros solos por la calle. A pocas horas del incidente, la casa de uno de los implicados fue apedreada por un grupo de amigos de las víctimas (también de 17 años), que tiene por objeto encontrarlos.

Festejos a cargo de menores. Abusos entre menores. Justicia por mano propia a cargo de menores. Y lo real: Banfield no es la Ciudad de los Niños. La inacción judicial, el boca a boca desmadrado (que va del desprecio a la incredulidad), crean un espectáculo lamentable, digno de la “década ganada”.