Del local al hormigón: Micaela, la joven cordobesa que hoy maneja un camión mixer de Holcim
Tiene 26 años, vive en Estancia Vieja y es mamá de dos chicos. Se animó a inscribirse casi sobre la hora en ConduACTORAS, el programa que formó a 100 mujeres para manejar transporte de carga. Hoy conduce un camión, con una certeza que quiere transmitir: salir de la zona de confort, dice, “abre caminos y también la cabeza de los demás”.
Seleccionada entre casi 1.500 inscriptas de todo el país, Micaela Colucci quedó entre las 100 mujeres que cursaron ConduACTORAS, Al Volante del Cambio, el programa de Holcim Argentina y la Universidad Nacional de Villa María para formar conductoras profesionales de transporte de carga, con foco en camiones hormigoneros.
Terminó aprobando con un 9 y, apenas dos semanas después de recibir el certificado, ya está empleada como conductora de un mixer en la planta de Holcim en Córdoba, tal como contó entrevistada en After Office, Punto a Punto Radio (FM 90.7).
“Este programa fue un cambio total, me impulsó a querer cambiar mi mundo y mi futuro”, resume hoy, todavía sorprendida cada vez que se sube a la cabina del camión.
Un giro después del duelo
Micaela tiene 26 años, vive en Estancia Vieja, en el valle de Punilla, con su pareja y sus dos hijos. Hasta hace poco, su vida laboral pasaba por el comercio y por un dispensario de salud: “Venía de trabajar en atención al público y en un dispensario, nada que ver con los camiones”, cuenta, todavía con algo de asombro por la vuelta que dio su recorrido.
El punto de quiebre vino después de dos golpes fuertes: la muerte de su papá en 2018 y de su mamá en 2024. “Fue durísimo seguir. En un momento me pregunté cómo podía, de acá en más, buscar algo nuevo para demostrarles a mis hijos, y a cualquiera que conozca mi historia, que sí se puede”, relata.
En uno de esos días en los que se sentía “muy sola”, le apareció en redes la convocatoria a ConduACTORAS. Quedaba un día para cerrar la inscripción. Para postularse, había que tener licencia de conducir B1. Ella manejaba autos, nada más. “Me dije: ‘¿Por qué no probar? ¿Por qué no intentar?’”, recuerda.
Detrás de esa decisión había algo más que una salida laboral: “Quería demostrarles a mis hijos que hay que ponerle ganas, que el dolor sigue, pero que una puede superarse y esforzarse cada día más para llegar a los objetivos que quiere”, subraya.
Del aula virtual al camión mixer
El camino dentro del programa tuvo varias etapas. Primero, clases virtuales con contenidos teóricos: normas de tránsito, características del hormigón, asentamientos, seguridad. Después, un examen presencial sobre todo lo aprendido.
“La parte teórica fue intensa, había que estudiar un montón, pero te abre la cabeza: no es solo manejar, es entender qué llevás, cómo se trabaja con el hormigón, qué responsabilidades tenés”, explica.
Superado ese paso, llegó el momento del simulador, donde las participantes practicaron maniobras como si manejaran un camión con acoplado. Más tarde vinieron los estudios médicos y, finalmente, la semana intensiva de prácticas con camiones de última generación.
“Nos llevaron tres camiones, dos automáticos y uno manual. Fue una semana de puro manejo: pruebas de estacionamiento, de velocidad, de carga y descarga del mixer”, repasa Micaela. Cada instancia tenía docentes distintos que tomaban maniobras específicas: zigzag, marcha atrás, estacionamiento, operación de la mezcladora.
Recién dos semanas atrás, cuando recibió el certificado, se enteró de la nota final: 9. “Fue superemocionante. Fui sola porque después tenía que ir a trabajar, pero se me pasó toda la familia por la cabeza. Ese momento es una sola vez, no lo volvés a vivir”, se conmueve.
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Un trabajo nuevo y la rutina en planta
Hoy Micaela tiene asignado un camión en la planta de Holcim. Su jornada arranca con una especie de checklist técnica: “Llego, voy al camión designado —yo tengo el 215—, controlo el agua, el aceite, lo prendo, reviso que esté todo en condiciones”, describe.
Aprendió a medir el nivel del aceite con la varilla y a chequear el refrigerante, pero también pequeños “trucos” de choferes más experimentados: “Algunos tanques ya tienen uso, entonces le metés el dedo, si te toca el agua el dedo ya está listo. Son tips que nos van enseñando los choferes de la planta”, cuenta, agradecida.
El camión mixer, señala, tiene unos cuatro metros de altura y el centro de gravedad hacia el final, lo que implica otros cuidados en curvas y pendientes: “En el curso nos explicaron bien las fuerzas, las posibilidades de vuelco, todo eso quedó superclaro. Ahora, cuando salgo, ya sé qué riesgos tengo y cómo evitarlos”, dice.
Mientras tanto, va ajustando la logística familiar. Lo más difícil del proceso, admite, fue adaptarse a las etapas de formación con los chicos pequeños: “En las clases virtuales a veces tenía que apagar la cámara y el micrófono porque los tenía conmigo. Ese fue el tramo más complicado. Después, de ahí en más, se disfruta todo, porque es aprendizaje para el bien de una”.
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Romper prejuicios y abrir caminos a otras mujeres
Antes de todo esto, la escena al volante era otra. “Antes era agarrar la llave y manejar el hombre, mi pareja, mi abuelo, quien fuera. Ni se preguntaba quién quería manejar”, recuerda.
Hoy la dinámica cambió. “Ahora me dicen ‘no, maneja vos’. Y yo, cuando aprendí a manejar bien, empecé a disfrutar eso, de salir sola, de ir a buscar a alguien. Y ahora que manejo los camiones mixer es una locura, todavía no puedo creer que esté ahí arriba”, se ríe.
El cambio no pasa solo por su propia confianza: también por lo que genera verla llegar a las obras. Hace poco, en un pavimento nuevo en barrio Quebracho, en Córdoba, se encontró con una escena que se empieza a repetir. “La gente sale a verme, a preguntarme qué pasó, a felicitarme. Me piden el número, me dicen ‘avísame cuando larguen de nuevo el curso’. Yo ando repartiendo el número y les digo que apenas me entere, se los paso”, cuenta.
Las que más la interpelan, dice, son mujeres más grandes. “Ahí es donde les digo que no importa la edad, que se animen, que todo se aprende, todo se puede. Una mujer me contó que trabajó toda la vida en una metalúrgica, rodeada de hombres, y nunca tuvo una oportunidad así, tan visible y tan respetada”, relata.
Ese respeto, marca Micaela, también se siente puertas adentro de la empresa: “En las obras los chicos nos dan una mano, nos bajan bandejas, nos tratan superbien. Te respetan como persona, no por el género”.
“Salir de la zona de confort está bueno”
Con poco tiempo en su nuevo trabajo, Micaela no descarta seguir explorando otros tipos de camiones más adelante. Por ahora prefiere consolidarse en el mixer: “Terminaría de aprender bien esto y después te cuento el resto”, se ríe.
Su mensaje para quienes están dudando es claro y quiere que llegue más allá del rubro de la construcción: “Que se animen, que prueben. No hace falta que sea en construcción: lo que sea que las saque de su zona de confort está bueno. Todo se aprende, todo se puede. Y además abre muchos caminos y también la mente, porque la gente de afuera te ve, se replantea cosas y eso está buenísimo”.
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