HACE 42 AÑOS

Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz por "aportar un poco de luz en la noche profunda"

Arquitecto, escultor, pintor y activista de causas humanitarias, el 13 de octubre de 1982 fue galardonado con el Premio por su lucha en defensa de la democracia y su militancia por encontrar con vida a miles de desaparecidos en la dictadura, en cuyas cárceles estuvo prisionero.

Arquitecto y escultor, reconocido por su defensa de los derechos humanos en Latinoamérica, Adolfo Pérez Esquivel era uno de los dos argentinos galardonados por la Academia Noruega con el Premio Nobel de la Paz. Foto: CEDOC

Arquitecto y escultor, reconocido por su defensa de los derechos humanos en Latinoamérica, Adolfo Pérez Esquivel es uno de los dos argentinos galardonados por la Academia Noruega con el Premio Nobel de la Paz. Fue el 13 de octubre de 1980, en plena dictadura, cuando el comité del Nobel dijo que decidió entregárselo por ser "uno de los argentinos que han aportado un poco de luz a una noche profunda a través de una política de no violencia".

Pérez Esquivel había estado detenido, encerrado y torturado durante trece meses, desde abril de 1977 hasta junio de 1978, tras lo cual fue puesto en libertad catorce meses bajo custodia militar. Aún así, estaba muy ocupado en la búsqueda de los desaparecidos y se le había permitido hacer una gira por varios países europeos manteniendo contacto con diversas iglesias y organismos que defendían los derechos humanos.

Ese 13 de octubre, al llamar a su casa, su esposa Amanda Guerreño le dijo que lo buscaban desde la Embajada de Noruega en Buenos Aires, adonde pedían que se dirigiera con urgencia. Y así lo hizo. "El embajador (Odd Gerhard Jakobsen) me hizo pasar a un hall de entrada y miraba muy insistentemente el reloj de la pared. Yo le pedía que me dijeran por qué me habían convocado. Veía que habría un acto y quería saber de qué se trataba", relató.

Pérez Esquivel:"En América Latina muchos medios son parte de un Plan Cóndor 2"

A las 12 del mediodía, el embajador puso a Pérez Esquivel en contacto con John Sannes, del Comité Noruego del Nobel, quien despejó el misterio: había sido galardonado como Premio Nobel de la Paz. El activista se convirtió así en el segundo argentino en obtener el Nobel de la Paz después de Carlos Saavedra Lamas, canciller entre 1932 y 1938, que fue distinguido en 1936 por su papel en el final de la Guerra del Chaco.

La noticia sorprendió a la Argentina al día siguiente. La respuesta de la dictadura a la premiación fue inmediata y en un extenso comunicado dijeron que aquello no constituía una condena al denominado Proceso de Reorganización Nacional. También justificó la detención de Pérez Esquivel e, incluso, se jactó de haber ordenado su liberación.

Según la Junta Militar, a pesar de sus intenciones, "las actividades de Pérez Esquivel, mientras el país atravesaba una intensa lucha contra el terrorismo, se utilizaron para obtener la inmunidad de miembros de varias organizaciones terroristas".

Los 90 años del Nobel de la Paz argentino: quién es Adolfo Pérez Esquivel

El 14 de octubre, luego de conocerse el premio en Argentina, Adolfo brindó una conferencia en el edificio del Servicio de Paz y Justicia en la que señaló: "Este premio no es una condena a nadie. No creo que se trate de una condena respecto a la situación de los derechos humanos en Argentina, pues nuestra acción se extiende por todo el continente latinoamericano, y no solamente en Argentina".

"Es evidente", denunció, "que en Argentina no se respetan los derechos humanos, existen miles de desaparecidos, los niños nacen en las cárceles, nuestro trabajo consiste en buscar una solución a este drama por la dignidad de la persona". "Este premio nos anima a continuar nuestro trabajo para crear una sociedad en la que el hombre pueda vivir más dignamente", finalizó.

"Los que llevaron la paz a Argentina, lo hicieron sin el apoyo de un comité de derechos humanos ni necesitaron un premio para merecer nuestro respeto", dijo Videla el 28 de octubre.

Adolfo Pérez Esquivel: "La democracia que tenemos es formal, no es real, no hay derechos para todo el mundo"

El 10 de diciembre, Pérez Esquivel llegó a Oslo para recibir el Nobel y dijo en su discurso de aceptación: "Para un hombre como yo, una pequeña voz de los que no tienen voz, que lucha para que se oiga con toda la fuerza el clamor de los Pueblos, sin otra identificación que con el hombre concreto latinoamericano y como cristiano, este es sin duda el más alto honor que puedo recibir que se me considere un Servidor de la Paz".

Por entonces de 49 años, Pérez Esquivel era un reconocido defensor de los derechos humanos desde hacía tiempo. Trabajaba entonces en el comité ejecutivo de la Asamblea Permanente de les Derechos del Hombre y coordinaba su movimiento Paz y Justicia, que defendía "los derechos humanos, la justicia social y económica, utilizando los medios legales y nunca violentos", inspirado en la defensa de los derechos humanos propugnada por Lutero King o Mahatma Gandhi.

Nacido en el popular barrio de San Telmo de Buenos Aires, desde muy joven y basado en sus creencias cristianas, el activista también participó en movimientos por la no violencia y en favor de los sectores más desprotegidos. Fue profesor de escultura y arquitectura en La Plata.

Adolfo Pérez Esquivel: "La oposición es necesaria para construir, no para destruir"

El discurso de Adolfo Pérez Esquivel al recibir el Premio Nobel (Oslo, 10 de diciembre de 1980)

"A su Majestad y la familia Real, Señor Presidente del Parlamento, Señor Primer Ministro, Señor Presidente del Comité, Señores miembros, a mis compañeros de lucha en América Latina y a las queridas Madres de Plaza de Mayo. Señoras y Señores:

"Con humildad estoy ante ustedes para recibir la alta distinción que el Comité Nobel y el Parlamento otorgan a quienes han consagrado su vida en favor de la PAZ, de la promoción de la JUSTICIA y la solidaridad entre los pueblos.

"Quiero hacerlo en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad.

"Para un hombre como yo, una pequeña voz de los que no tienen voz, que lucha para que se oiga con toda la fuerza el clamor de los Pueblos, sin otra identificación que con el hombre concreto latinoamericano y como cristiano, este es sin duda el más alto honor que puedo recibir que se me considere un Servidor de la Paz.

"Vengo de un continente que vive entre la angustia y la Esperanza y en donde se inscribe mi historia, estoy convencido que la opción de la fuerza evangélica de la no-violencia se abre como un desafío y a perspectivas nuevas y radicales.

"Una opción que prioriza un valor esencial y entrañablemente cristiano: la dignidad del Hombre, la sagrada trascendente e irrenunciable dignidad del hombre que le viene del hecho primordial de ser hijo de Dios y hermano en Cristo y por lo tanto hermano nuestro.

"En estos largos años de lucha a través del Servicio Paz y Justicia en América Latina compartimos el camino junto a los más pobres y necesitados.

"No tenemos mucho que decir, pero sí, mucho que compartir para lograr a través de la lucha no-violenta la abolición de las injusticias, a fin de alcanzar una sociedad más justa y humana para todos.

"En este caminar junto a mis hermanos los pobres, los que son perseguidos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que padecen por causa de la opresión, los que se angustian ante la perspectiva de la guerra, los que sufren la agresión de la violencia o ven postergados sus derechos elementales.

"Es por todos ellos que estoy aquí. Mi voz quiere tener la fuerza de la voz de los humildes. La voz que denuncia la injusticia y proclama la Esperanza en Dios y la Humanidad, que es la Esperanza del Hombre que ansia vivir en la comunión y participación con todos los hermanos como hijos de Dios.

"América Latina es un continente joven, vital, que fue definido por el Papa Pablo VI como el Continente de la Esperanza.

"Conocer es valorar una realidad con la vocación cierta de compartir su destino.

"Conocer es llegar a una profunda identidad con los pueblos que protagonizan un proceso histórico, estando dispuestos a redimir el dolor con el amor, asumiendo, en esta perspectiva, la praxis de Jesús.

"Pero cuando vemos esa realidad que viven nuestros pueblos es una ofensa a Dios, en que millones de nuestros niños, jóvenes, adultos, ancianos viven bajo el signo del sub-desarrollo.

"La violencia institucionalizada, la miseria y la opresión generan una realidad dual, fruto de la persistencia de sistemas políticos y económicos creadores de injusticias, que consagran un orden social que beneficia a unos pocos: ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres.

"Frente a esta realidad quiero, como los Obispos en Puebla, como los cristianos comprometidos en los movimientos que luchan por los derechos humanos, como los hombres de buena voluntad, compartir las angustias que brotan de los rostros dolientes del hombre latinoamericano, en el que reconocemos el rostro sufriente de Cristo, nuestro Señor que nos cuestiona e interpela.

"Les hablo teniendo ante mis ojos el recuerdo vivo de los rostros de mis hermanos, los trabajadores, obreros y campesinos que son reducidos a niveles de vida infrahumana y limitados sus derechos sindicales, del rostro de los niños que padecen desnutrición, de los jóvenes que ven frustradas sus esperanzas, de los marginados urbanos, de nuestros indígenas, de las madres que buscan sus hijos desaparecidos, de los desaparecidos, muchos de ellos niños, de miles de exiliados, de los Pueblos que reclaman libertad y Justicia para todos.

"Pero pese a tanto dolor vivo la Esperanza porque siento que América Latina es un continente puesto de pie, que podrán demorar su liberación, pero nunca impedir.

"Vivimos la Esperanza porque creemos, como San Pablo, que el amor nunca muere y que el hombre, en el proceso histórico, ha ido creando enclaves de Amor con la práctica activa de su solidaridad en todo el mundo hacia la liberación integral del hombre y los pueblos.

"Para mí es esencial tener la serenidad interior de la oración para escuchar el silencio de Dios, que nos dice en nuestra vida personal y en el signo de la historia de nuestro tiempo de la fuerza del Amor.

"Y es por esa fe en Cristo y en los hombres que debemos aportar nuestro esfuerzo humilde en la construcción de un mundo más justo y humano. Y quiero afirmarlo con énfasis: Ese mundo es posible.

"Y para construir esa nueva sociedad debemos estar con las manos abiertas, fraternas, sin odios, sin rencores, para alcanzar la reconciliación y la Paz, pero con mucha firmeza, sin claudicaciones en defensa de la Verdad y la Justicia.

"Porque sé que nadie puede sembrar con los puños cerrados. Para sembrar es necesario abrir las manos.

"Quiero agradecer a todos Ustedes, al Comité Nobel por esta alta distinción a los humildes de América Latina.

"Me siento emocionado y a la vez comprometido a redoblar mis esfuerzos en la lucha por la paz y la Justicia. Puesto que la paz sólo es posible como fruto de la Justicia, que esta verdadera Paz, es la transformación profunda de la no-violencia que es la fuerza del Amor.

"Quiero expresar a Ustedes que gracias a la ayuda y comprensión de mi esposa e hijos, en los momentos más duros y difíciles de la lucha, pude continuar junto a mis hermanos de América Latina, con su amor, silencio y compañía, y siempre contribuyen a fortalecerme y darme el coraje de servir a mis hermanos.

"Invocando la fuerza de Cristo, nuestro Señor, como nos enseñaba en el Sermón de la Montaña y que quiero compartir con todos Ustedes con mi pueblo y el mundo:

"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos,

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra,

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados,

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados,

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia,

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios,

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios,

Bienaventurados los perseguidos por la causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos,

"Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. (Mateo 5, 1-12)

"Reciban mi profundo agradecimiento y el saludo de los humildes de Paz y Bien".