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Pandemia de coronavirus

Los maestros, los héroes olvidados del covid-19 en América Latina

Al igual que los trabajadores esenciales de la salud pública más reconocidos, los maestros saben cuán desigual ha sido la carga del brote sobre la sociedad.

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Regreso a clases en CABA | Noticias Argentinas

El nuevo coronavirus ha sacado lo peor de la política latinoamericana. ¿De qué otra manera explicar a Brasil y México, cuyos líderes displicentes presiden las naciones que representan más de una de cada cinco muertes mundiales? Sin embargo, pese a todos los altos mandos de turno, muchos héroes trabajan duro, tal vez ninguno tan invisible como la legión de educadores que se han visto obligados a reinventar sus trabajos casi de la noche a la mañana para educar a 160 millones de estudiantes que quedaron en el limbo desde marzo.

Al igual que los trabajadores esenciales de la salud pública más reconocidos, los maestros saben cuán desigual ha sido la carga del brote sobre la sociedad. Mientras que los jóvenes académicos metropolitanos adinerados inician sesión en clase desde la comodidad de Zoom, sus pares menos afortunados se las arreglan con hojas de trabajo impresas que deben obtener a menudo de una escuela distante o rezar para lograr obtener una señal Wi-Fi en móviles baratos.

Wesley Campos ya sabe cómo funciona la cosa. Al crecer en un área remota del medio oeste de Brasil —tan distante que los lugareños lo llaman Acaba Vida—, solía viajar 240 kilómetros al día hacia y desde la escuela. Como secretario municipal de Educación de Niquelandia, con una población de 42.000-45.000 (nadie sabe a ciencia cierta), ahora supervisa a 3.293 estudiantes confinados en sus hogares repartidos por 12.500 kilómetros de carreteras rurales.

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Algunos de los estudiantes de escuelas públicas de Niquelandia viven tan lejos de la ciudad que los maestros deben hacer visitas a domicilio para entregar libros e impresiones de las lecciones. Los computadores y tabletas domésticos son escasos y las conexiones a internet, donde hay, son lentas y inciertas. Así que Campos y la facultad de 21 escuelas municipales propusieron una solución de baja tecnología. Cada maestro creó un grupo de estudio en WhatsApp, la inigualable y omnipresente aplicación para los latinoamericanos, donde los estudiantes reciben sus tareas por texto, mensajes de audio y videos cortos, y luego envían las lecciones completadas de la misma manera. No es para nada ideal. Un estudiante tiene que subir hasta la cima de una colina para obtener una señal estable.

En miles de ciudades como Niquelandia, que viven del lado equivocado de la brecha digital de América Latina, estos accesos analógicos son el único recurso para mantener a los estudiantes interesados y aprendiendo, y evitar que se retrasen irremediablemente. Si bien 26 de los 33 países de América Latina y el Caribe utilizan plataformas de aprendizaje basadas en la web, casi la misma cantidad (24) también dependen de soluciones fuera de línea, como la radio, la televisión y lecciones impresas, concluyó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en la reciente encuesta “Education in the Time of Covid-19” (Educación en tiempos de covid-19). Solo ocho países de la región proporcionan a sus estudiantes computadores o tabletas apropiados para el aprendizaje interactivo a distancia.

Incluso donde la última tecnología está disponible, las sociedades no han compartido los beneficios por igual. Si bien entre 70% y 80% de los estudiantes entre las familias en el cuartil de ingresos más altos tienen computadores portátiles en casa, solo entre 10% y 20% de los que se encuentran en el cuartil de ingresos más bajos de la sociedad tienen uno, según la CEPAL. Peor aun, para unos 80 millones de latinoamericanos en edad escolar (51% del total) es difícil estudiar en hogares abarrotados y deficientes.

La desigualdad digital empeora el desequilibrado costo social de la escolarización, ya que los estudiantes con acceso limitado a las últimas herramientas de aprendizaje corren el mayor riesgo de atrasarse, o peor. Las Naciones Unidas estima que 3,13 millones de estudiantes latinoamericanos y caribeños, desde preescolares hasta universitarios, corren el riesgo de abandonar los estudios debido a las consecuencias del covid-19, es decir casi 13% del total mundial. Casi dos tercios de los posibles desertores son estudiantes de secundaria o menores.

Sin embargo, una de las lecciones de la pandemia es que incluso los mejores dispositivos se quedan cortos. Del mismo modo que las enfermeras y los médicos están al frente del covid-19, los maestros son los primeros en responder a la emergencia educativa en América Latina, asegurando que incluso los niños más desfavorecidos de las comunidades marginadas puedan seguir aprendiendo. “La crisis de salud global ha demostrado que no se puede reemplazar a los maestros en el aula con educación remota”, dijo Daniela Trucco, directora sénior de asuntos sociales de la división de desarrollo social de la CEPAL. “No es lo mismo tener a estudiantes sentados frente a una pantalla durante horas”.

Un número creciente de ciudades se han tomado esto en serio, con métodos nuevos y antiguos. En Tres Marías, con una población de 32.700 personas, en el sureste de Brasil, los maestros e incluso la secretaria de Educación, Cleria Maria de Oliveira Melo, se turnan para leer clásicos brasileños, Cenicienta y La Bella Durmiente para estudiantes de primaria por la radio comunitaria.

En Matias Barbosa (14.500 habitantes), los maestros recurren a WhatsApp para rastrear a sus alumnos remotos y ayudarlos a resolver problemas. Para llegar a los rezagados, la ciudad tiene camiones ambulantes con sonido para recordar a los padres que deben recoger las lecciones de los estudiantes en la escuela local. “Al principio, no sabíamos si esto iba a funcionar”, dijo la secretaria municipal de Educación, Simone Guedes Janeiro. Seis meses después, el método práctico no solo ha mantenido a los cerca de 1.380 escolares públicos de la ciudad al día, sino que también ha atraído a un número creciente de sus pares de escuelas privadas mejor equipadas, que se han desencantado con horas y horas de clases en línea. “El estudio en línea no es la única respuesta”.

En Niquelandia, el secretario Campos está presionando para convertir las plazas de las ciudades en puntos de acceso público a Wi-Fi, donde los estudiantes puedan reunirse para descargar las tareas, respetando el distanciamiento social, mientras que los maestros de 21 escuelas públicas usan sus teléfonos para controlar a sus estudiantes dispersos. Incluso la madre de Campos, una maestra jubilada, se ha unido al esfuerzo, visitando puerta a puerta a 90 estudiantes en un distrito. “A pesar de las dificultades, informó que todos están al día”, dijo Campos.

“Los desafíos son enormes”, dice Claudia Costin, antigua experta en educación del Banco Mundial que dirige el Centro para la Excelencia e Innovación en Políticas Educativas de la Fundación Getulio Vargas de Brasil. “Pero en Brasil, donde todavía no tenemos conectividad para todos, estamos logrando mantener la enseñanza y el aprendizaje en medio de la adversidad, en una situación para la que nadie estaba preparado”.

Si bien nadie afirma que bolígrafos, papel y visitas a domicilio son suficientes, los maestros de toda la región están dando un paso adelante para que los estudiantes sigan aprendiendo y eviten que la educación se convierta en otra víctima de la conocida tragedia latinoamericana de oposiciones.