El colapso de la economía mundial por el COVID-19 genera comparaciones con importantes ajustes económicos del pasado. Y aunque hay mucha discusión sobre la Gran Recesión de 2008, la crisis actual tiene más cosas en común con la Segunda Guerra Mundial.
Para Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, un enemigo atacó y una parte considerable de la economía fue redirigida a un esfuerzo bélico. Con el COVID-19, un virus ha atacado y una parte significativa de la economía ha sido redirigida al ocio forzado en el hogar. El tiempo en casa es mejor que tener que luchar en las islas del Pacífico, pero de alguna manera los efectos económicos son similares.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la economía de Estados Unidos produjo muchos más tanques, armas y suministros médicos, y la medición del crecimiento del PIB fue robusta, especialmente en comparación con los malos años de la Gran Depresión anterior. Sin embargo, esas buenas cifras del PIB son engañosas. Los datos sobre el consumo personal muestran que había menos bienes y servicios para repartir, y la mayoría de las personas en casa tenían una clara sensación de privación. Muchos estadounidenses sienten lo mismo en este momento.
Muchos de los cambios se produjeron mediante una reducción de la calidad de vida, por lo que incluso los números de consumo publicados subestiman las pérdidas. Durante la guerra, la mediocre lata de carne envasada reemplazó al chuletón de entrecot. Hoy “yoga a través de Zoom” está reemplazando la visita al gimnasio y ese también es generalmente un producto inferior. (Los productos enlatados también están regresando).
Hay varios pronósticos que circulan para el PIB del segundo trimestre (presentados como tasas de cambio anualizadas), algunos de ellos atemorizantemente bajos como el 24% negativo. Obviamente, estas no son buenas señales. Pero tales cifras no son una representación completamente precisa de lo que está sucediendo.
Una buena noticia es que, probablemente, Estados Unidos registre un repunte cuando desaparezca la incertidumbre en torno al COVID-19 que se parecerá al auge posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los estadounidenses habrán pasado meses posponiendo sus compras de mayor consumo. Cuando llegue el momento, esa demanda acumulada se desatará, y los productores de bienes de consumo duraderos tendrán el inventario para satisfacerla. En otras palabras, hay una mayor sustitución intertemporal de lo habitual.
En el lado negativo, gran parte del consumo perdido no se recobrará, sobre todo en el sector de servicios. Las comidas en restaurantes y los conciertos no se pueden recuperar. Esta será una recesión muy dolorosa para los servicios presenciales, que no se pueden desviar a la "producción en tiempos de guerra".
Al igual que con la Segunda Guerra Mundial, uno de los mayores peligros hoy es el riesgo de sorpresas desagradables e inesperadas. Tales riesgos incluyen una crisis financiera y la ruptura de la zona euro, la implosión en estados problemáticos como Irán, una crisis de la balanza de pagos de Arabia Saudita o un conflicto con China debido a las crecientes tensiones. Es difícil estimar la probabilidad de esos riesgos, pero pueden ayudar a explicar por qué el mercado bursátil ha caído tan fuerte, mucho más de lo que podría justificarse por un año o dos de malos ingresos.
Una diferencia significativa entre la Segunda Guerra Mundial y la crisis del COVID-19 es que la gente sabía que la guerra iba a durar mucho tiempo y, por lo tanto, había muy pocas dudas al dedicar recursos económicos significativos al esfuerzo. En lugar de tratar de "apuntalar" sectores problemáticos, Estados Unidos alentó a las fábricas a producir tanques en lugar de automóviles.
Hoy es difícil estimar cuándo las cosas volverán a la normalidad. ¿Es una buena política apuntalar restaurantes pequeños para permitir su retorno total en unos pocos meses? ¿O la segunda y tercera oleadas del virus harán imposible la recuperación rápida? En ese caso, quizá sería mejor que muchos de esos trabajadores de restaurantes cambien de rubro y conduzcan camiones de reparto de Amazon, ya que muchos de esos restaurantes no volverán a abrir.
El curso de la recesión depende de la precisión de estas estimaciones, pero, por supuesto, este tipo de proyecciones nunca son muy precisas. Y hasta ahora estamos en gran medida en la oscuridad.
Los economistas debaten si la oferta o la demanda agregada están cayendo más rápido en este momento. Nuevamente, la experiencia de guerra es útil en estos casos. La demanda agregada no puede volver hasta que se solucionen los problemas de suministro. Además, la demanda está sufriendo (al menos) dos problemas a la vez: muchas personas están perdiendo sus empleos y mucha demanda está siendo suprimida deliberadamente (entre otras cosas, al decirle a la gente que se quede en casa). El verdadero problema es dónde redirigir la demanda. Para esa pregunta, los expertos en salud pública son más útiles que los economistas keynesianos.