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1933 2023

Milei Temes Bala
Milei ha protagonizado una campaña caracterizada por el rechazo a toda la dirigencia política. | Pablo Temes

Una campaña electoral inexplicable y vertiginosa, plagada de incertidumbre y que provoca una asfixiante y profunda ansiedad entre los votantes. Un partido nuevo, que rompe con todo lo establecido. Un líder ultracarismático, que se autodefine en base a parámetros ideológicos novedosos y se asume como el único representante “del pueblo” capaz de enfrentarse a toda la clase política por igual. Un contrato de gobierno improbable por la magnitud de la incredulidad de las consignas manifestadas y por la inverosimilitud de las propuestas realizadas. La gran voz que silencia a los periodistas corruptos. El odio que penetra en el discurso público. Las acusaciones contra los técnicos que administran la burocracia del Estado. Y una dirigencia tradicional que se ha quedado sin respuestas luego de llevar al país hacia una fenomenal crisis política, económica y social como nunca antes se había visto, producto de un endeudamiento demagógico e irresponsable y el descalabro en las finanzas públicas.

¿Argentina, 2033? Piense de nuevo: Alemania, 1933.

El diagnóstico que encabeza este artículo es la síntesis con la que se autopresenta Síndrome 1933, el ensayo político de Siegmund Ginzberg que se publicó en Italia hace ya cuatro años pero que ahora ha ganado protagonismo, desde que el Papa Francisco lo viene recomendando incansablemente para advertir que, a causa del crecimiento de la extrema derecha, Argentina se encuentra en estos momentos en una situación tan amenazante, que permite trazar peligrosas analogías con la tragedia que padeció la Alemania prenazi.

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Aclaración importante I: Milei no es Hitler. Aclaración importante II: Argentina está lejos de volver a sufrir una dictadura. Aclaración importante III: Ningún genocidio, mucho menos un nuevo Holocausto, se avecinan en este país. Pero la sucesión de aclaraciones, necesarias por cierto, no impide establecer las arriesgadas similitudes que se verifican en nuestro país con las que se evidenciaban en Alemania antes de la llegada del Tercer Reich.

Es que desde la hecatombe de 2001, Argentina viene protagonizando un tembladeral que recuerda el naufragio en el que se sumergió la República de Weimar, el fallido experimento alemán que se produjo entre 1918 y 1933. Ni la dirigencia argentina de las primeras décadas del siglo veintiuno, ni la dirigencia alemana de las primeras décadas del siglo veinte, pudieron dar respuestas a una inflación exorbitante y a un lacerante aumento de la pobreza extrema. Semejante fracaso de la política es lo que ha permitido en ambos dolorosos ejemplos históricos el surgimiento de nocivos y aventurados advenedizos, que sólo pueden crecer en base al aumento de la antipolítica.

¿Alemania, 1933? Piense de nuevo: Argentina, 2033.

¿Alemania, 1933? Piense de nuevo: Argentina, 2033.

Síndrome 1933 fue publicada por la emblemática Feltrinelli, fundada en 1955 por Giangiacomo Feltrinelli, el italiano que luego de haber amasado una fortuna con su editorial, decidió abrazar la causa revolucionaria de izquierda en los sesenta, se codeó con Fidel Castro y el Che Guevara, acarició el sueño de convertir la isla italiana de Cerdeña en la Cuba del Mediterráneo y terminó creando un emporio bajo el eslogan: “Cambiar el mundo con los libros, combatir la injusticia con los libros”. El trabajo sobre el germen del nazismo fue escrito por Ginzberg, un periodista que supo ser una firma destacada en el extinto diario comunista L'Unità, y reconstruye el fulminante e increíble ascenso de Hitler, gracias al desmoronamiento de todas las fuerzas políticas alemanas de entonces, para dar paso al peor totalitarismo que pudo haber surgido de las urnas y gracias a una sociedad anestesiada.

“Son las mismas analogías que amenazan el presente y se corre el riesgo de que aparezca peligrosamente un pasado que creíamos haber dejado atrás. Es un déjà vu preocupante que puede ayudarnos a entender hacia dónde vamos y, quizás, a no cometer los mismos errores –explica Ginzberg–. Las analogías no son predicciones. Que haya ido una vez, en circunstancias similares, de esa manera, no significa que tenga que ir de la misma manera. Cruzando los dedos, podría ser aún peor”.

Antes de la llegada de los nazis al poder, el panorama era muy incierto en una Alemania que había sido derrotada y humillada en la Primera Guerra Mundial y que atravesaba una debacle económica feroz. En medio de un país que se desintegraba, se votó en tres ocasiones en 1932 y otra vez más en 1933. En cada elección, el nazismo fue aumentando progresivamente su caudal: pasó del 30% de apoyo que obtuvo el 13 de marzo de 1932, hasta llegar al 43% de respaldo que cosechó el 5 de marzo de 1933. Una proyección geométrica, en tan solo un año y que fue alimentada desde todos los sectores: de los 17,2 millones de sufragios que catapultaron a Hitler, 7 millones provenían de los que antes habían optado por la derecha o por la centro derecha, 1 millón que anteriormente había apostado por la izquierda y 8,5 millones de nuevos electores, en su mayoría jóvenes que votaban por primera vez y que se mostraban totalmente alejados y descreídos de todas las propuestas tradicionales.

Se trata, hay que decirlo, de un antecedente tan análogo al que hoy protagoniza Milei, que el solo hecho de reparar en ese inquietante detalle resulta una experiencia escalofriante.

Piense de nuevo: Alemania, 1933 y Argentina, 2033.

Un salto a lo desconocido. Un salto al vacío.

Cuando el nazismo iba a tomar el control absoluto del país, un incendio acabó con el Reichstag, sede del parlamento alemán. Hitler acusó a los comunistas pero luego se supo que el fuego había sido provocado por un nazi. Desde entonces, nada detuvo al poderoso Führer. Se prohibieron los partidos, se maniató a la prensa, se inició la persecución contra los opositores y comenzó la inhumana e inmoral cacería y aniquilación de todos los judíos. El caos exigía orden en Alemania. Pero ese orden solo engendró más caos.

“El propósito de este libro no es hacer predicciones, mucho menos profecías. No sería de mucha utilidad de todos modos. Casandra, la hija de Hécuba y Priano, tenía el don de hacer profecías veraces, pero nadie le creía. Sin embargo, cuando anunció la caída de Troya, faltó poco para que la lincharan. Se sabe que los profetas son antipáticos”, escribió Ginzberg, alertando sobre el resurgir de la extrema derecha en todo el mundo. Un contexto que ahora resuena en la Argentina.

Un clima de violencia extrema por parte de los políticos y una mezcla de intolerancia y hastío por parte de los ciudadanos. Un escenario de máxima tensión durante los meses previos a la asunción del nuevo gobierno. Y una agitación permanente, marcada por la apatía y el fastidio de la sociedad hacia su dirigencia. Sólo hay espacio para un salto a lo nuevo. Un salto a lo desconocido. Un salto al vacío: Alemania, 1933 y Argentina, 2033.

Piense de nuevo: hoy es un muy buen día para hacerlo.