Es un error más común de lo que me gustaría: que se hable de “polémica” cuando nos referimos a la homosexualidad. La verdadera polémica, la raíz del conflicto y el peor de los males, es la homofobia. Esta semana, el británico Tom Daley, triple campeón del mundo en clavados, motivó a los futbolistas homosexuales a “salir del clóset”. “Puede ser una cosa muy aterradora crecer sintiéndote diferente. Pienso que saber que un futbolista es abiertamente homosexual puede cambiar la vida de muchos niños”, declaró el británico. No descubro nada cuando digo que el mundo del fútbol es un ambiente con altos niveles de machismo, ligado de forma directa con la homofobia. Desde los cantos que bajan de las tribunas hasta en la vida íntima de cada plantel.
Hace ya hace unos meses, el flamante refuerzo del Espanyol de Barcelona, Matías Vargas, reflexionó en una nota para TyC sobre la hipocresía que inunda los vestuarios: “¿Cuántos jugadores somos en el fútbol argentino? 30 por plantel, a 26 equipos en Primera División nada más, te da una suma alta de jugadores. ¿Vos decís que no va a haber uno que sea homosexual? Esa persona está sufriendo”. El Monito nunca tuvo problemas de hablar sobre este tema. El año pasado declaró por primera vez en una entrevista que le concedió a Goal que “si pudiera darle una mano (a un compañero homosexual) se la daría, pero estamos en un mundo tan sexual, todo tan llevado a lo sexual, que el problema es que acá (señala el vestuario) nos bañamos todos juntos, entonces el otro va a pensar ‘este me quiere coger porque es puto’. Es un mundo tan sexual que, claro, el pibe que va a la escuela puede salir tranquilamente del clóset, va a recibir muchas cosas malas, pero después no se va a bañar con un grupo de heterosexuales. Todos somos hipócritas, todos”.
Con 22 años, el ex delantero de Vélez mostró una apertura mental que muchos de sus colegas no tienen.
O la ocultan, porque también saben que hablar de temas tabú genera incomodidad que muchas veces no están dispuestos a atravesar. Es más fácil quedarse callado y no involucrarse que acompañar y pelear junto a tus compañeros por una causa justa. Un caso emblemático para explicar a qué me refiero fue la reacción que generó el apoyo que expresó Manuel Neuer. El arquero alemán campeón del mundo mostró su punto de vista con respecto a las opiniones que podría llegar a tener el público del fútbol: “Los hinchas van a acostumbrarse rápidamente, porque lo que a ellos les importa es el rendimiento del jugador, no sus preferencias sexuales. Quien sea homosexual debería decirlo. Salir del armario alivia”.
A partir de esta declaración, se instaló que el jugador de Bayern Munich era gay. Así funcionan la prensa y la opinión pública cuando un protagonista decide revelarse ante una sociedad que reprime lo que considera diferente. Siendo sincera, no sé si este falso y estúpido rumor sobre su sexualidad afectó en algo a Neuer, quien ya tenía un lugar ganado en el fútbol mundial. Pero sí puedo estar segura de que la burla, la marginación y el rechazo que viven los homosexuales puede llevar a un futbolista joven a tener una vida de represión interna, con sentimientos contrariados por las expresiones y actitudes horribles que lleva a cabo gran parte de la sociedad y no escapa a la realidad del mundo del deporte, sobre todo del fútbol, donde se maximiza esa exclusión y la violencia ante el gay aumenta exponencialmente.
Es un problema a nivel global. Algunos países están más avanzados en cuanto a políticas de inclusión e igualdad, como también hay países que condenan penalmente la homosexualidad, las mujeres viven oprimidas y los privilegios son solo del hombre heterosexual. Por eso es positivo ver que cada vez más referentes consagrados o jugadores jóvenes puedan tomar la posta y demostrar su apoyo. Porque no es una enfermedad, porque hay gente que lo sufre en estos tiempos modernos, porque no son diferentes. Ojalá profundicemos estos avances como sociedad e incluyamos en lugar de reprimir. Ojalá las palabras de Tom Daley se vuelvan realidad y más pibes puedan ser libres.