Argentina siempre tiene que sufrir. También tiene que ser cuestionada y mirada con recelo. Si no es así, parece que no vale. Hablo de fútbol, por las dudas déjenme aclararlo. Scaloni tiene los ojos de la hinchada posados sobre él y cada movimiento que hace es blanco de opinión, por lo general, negativa. Pero la verdad es que hay que impartir un poco de Justicia en este asunto: el inexperimentado técnico de la Selección argentina está haciendo las cosas de menor a mayor y su renovación resulta mejor de lo esperado. Hay puntos flojos, sí. Aunque el pulso no tembló a la hora de tomar medidas ante los históricos y sus apuestas de recambio responden con creces.
La Copa América empezó con un golpe que también ayudó a enderezar el timón. El 2-0 con Colombia y el 1-1 con Paraguay sirvieron para poner en orden ciertas piezas que parecían desordenadas. El 4-4-2 con Messi y Agüero o Lautaro Martínez arriba, fue desplazado por su falta de gol y poco peso ofensivo. El Kun y el ex Racing no alternaron más y ambos fueron titulares. Con su sangre joven, Martínez gritó “acá estoy yo” y va abandonando su traje de “promesa” para convertirse en una realidad. Por su parte, el 10 ganó más libertad y encontró buenos socios en De Paul, quien reemplazó a un bajo Di María, y también en Paredes. Dos apuestas del técnico para completar un mediocampo que parecía desabastecido de volantes.
Sin dudas es un error no contar en el plantel con un 5 todoterreno, de esos que te comen los pies y te garantizan el equilibrio entre la creación y la recuperación, aún así Paredes está en un gran nivel y sostiene de forma correcta la mitad de la cancha.
Abajo, sin dudas es destacable la aparición de Foyth como lateral derecho. El partido contra Venezuela lo dejó como un claro candidato a quedarse con ese puesto, ya que nunca lograron desbordarlo. En cuanto al funcionamiento, el del último encuentro pareció ser el ideal: dos goles y pocas llegadas desperdiciadas, solidez defensiva con un arquero que respondió las escasas veces que lo exigieron, buen manejo de la pelota y, algo muy destacable, falta de de-sesperación. Argentina se expone mucho cuando las cosas no salen, como si la frustración fuese un monstruo que los corre de atrás y los alcanza en cada error. Por suerte, ayer ese fantasma no estuvo presente gracias a la velocidad con la que se encontró el primer gol.
A pesar de todos los tropiezos que tuvo tanto Scaloni como los jugadores, la ilusión siempre está. Empezamos la copa con una fuerte derrota, Messi no está en su mejor rendimiento y el equipo no parecía tener un rumbo claro. Brasil no contó con Neymar en todo el certamen y su posición de favorito para campeonar es inmodificable, lo cual te da la pauta del poderío con el que cuenta el local. Argentina renguea hace ya varios años, sin poder encontrar un proyecto firme, con cuatro técnicos diferentes en cinco años, polémicas y cruces por doquier; nada muy alentador para enfrentar una nueva copa. Pero el futbolero nunca pierde la esperanza y la Selección lo contagia. El público está pendiente de los partidos. No lo digo yo, lo dicen los números de audiencia de los canales que transmiten cada encuentro de la albiceleste. Los goles se gritan, solo es necesario vivir acá para escuchar la explosión cuando convertimos ante Qatar y Venezuela. El fútbol es emoción y la Selección es el sentimiento colectivo de todo un país. Es la unión que nos identifica.
El martes va a ser un partido difícil para Argentina. Aunque no sé qué nos hace pensar que los brasileños no estén preocupados de chocar contra el equipo de Messi, el clásico rival de siempre. Las mejoras se ven a cada partido, el recorrido suma puntos y se pulen detalles. En esta escala de menor a mayor, solo queda seguir escalando y triunfar en la semifinal que nos tocó. No se me ocurre mejor escenario para este desafío: jugadores con hambre y ganas de ganarse un lugar, otros con el orgullo herido y la necesidad de levantar una copa con la Selección, también un técnico que quiere demostrar que está a la altura de las circunstancias. Un montón de componentes que no hacen más que alimentar la ilusión y reforzar el apoyo a este equipo. Pase lo que pase, en las buenas y en las malas. Vamos, Argentina.