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Ah, pero debaten

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Preparativos. Todo listo en el escenario para una tradición democrática, tan republicana como, muchas veces, fútil. | cedoc

A tono con la tradición de sistemas democráticos consolidados, como sucede en Europa, la Argentina ha adoptado como obligación legal que quienes compiten por la Presidencia debatan públicamente. Hoy volvemos a ser testigos de ese ejercicio tan republicano como, en muchas ocasiones, fútil.

Para regocijo del morbo de la audiencia masiva, las reglas abrirán determinadas puertas para chicanas, descalificaciones, ataques, interpelaciones, ninguneos. La búsqueda se centra más en la exposición del rival y menos en la clarificación de ideas y propuestas.

Cuando alguna de éstas logra colarse, bajo el formato de promesa (el clásico “si soy presidente…”), suele brillar por su ausencia a la hora de ejecutarla. Tal como los programas de gobierno que van mutando a un “vamos viendo” que los vuelve tan flexibles como descartables. O como se instaló, de segunda o tercera generación. Cuánto multiverso hollywoodense.

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El debate puede ser entretenido, si dejamos de lado que tenemos más de un 40% de pobres

Amén del valor de archivo que adquiere el debate, por el contenido y el formato de lo que se dice, los compromisos verbales asumidos e incumplidos acaso tienen otras consecuencias, potenciadas por gestiones deficientes: pasan sin escala de la aprobación al desencanto.

Como muestra, a los últimos dos inquilinos de la Casa Rosada se les venció el contrato de alquiler sin chance de renovar otros cuatro años: a Mauricio Macri, por el voto popular; a Alberto Fernández, por temor a un papelón histórico.

Con toda lógica, Javier Milei, Patricia Bullrich, Sergio Massa, Juan Schiaretti y Myriam Bregman intentarán llevar agua para su molino electoral, a sólo tres semanas de los comicios y con varios condimentos extra.

Uno de ellos es que el debate se ha transformado en la emisión política de mayor audiencia y repercusión masiva. Tanto en televisión como en redes. Antes, durante y después. Monopoliza la conversación pública.

Otro elemento a tener en cuenta es el argumento de que gran parte de las personas definen su elección días u horas antes del sufragio, según explican profesionales que indagan en la motivación del voto. Un estudio cualitativo en poder del oficialismo y de la oposición refleja que más del 50% de la gente que asegura que verá el debate cree que podría decidirse de acuerdo a lo que vea allí.

Presidente fantasma

Ese dato adquiere mayor relevancia aún ante los actuales índices récord de ausentismo y abstención a la hora de acudir a las urnas.

Sin embargo, el aderezo más novedoso y picante es el resultado de las PASO. La irrupción como vencedora de una tercera opción como La Libertad Avanza y que entre la primera y la tercera fuerza haya apenas dos puntos y medio de diferencia (menos de 700 mil votos) desnuda una incertidumbre total respecto a qué puede pasar.

Por esta razón los equipos de campaña acentuaron los preparativos para que los cinco candidatos lleguen con el entrenamiento necesario, en especial, los tres con posibilidades reales de llegar a la segunda vuelta.

Tal vez esa presión haya eyectado curiosos rumores en relación a lo que puede pasar en los debates que se avecinan, con el aparente propósito de generar mayor expectativa. Como que Massa anunciaría quién sería su ministro de Economía. O que Milei se guardó para afilar bien lo que va a decir y cómo lo hará, en prevención de algún desborde propio u ofensiva ajena.

En torno al candidato libertario se dispararon, además, versiones inquietantes sobre su estado de salud, negadas en off por él y su entorno. Las arrojó un enviado de la CNN (enojado por la cancelación abrupta de un reportaje pactado) y fueron agitadas desde cuentas y medios que hacen proselitismo sin disimulo ni elegancia para Bullrich.

El fuego amigo complica más a Patricia Bullrich

Aunque tenga más que ver con dotes actorales que con mostrar autenticidad y manifestar verdades, será seguramente entretenido ver el debate entre quienes se postulan a la Presidencia. Eso, claro, si dejamos de lado que incorporamos como normal tener más de un 40% de pobres, que se eleva a 57% entre menores de edad. Y que crecerá en esta segunda parte del año por la aceleración de la inflación.

Muy por encima del promedio nacional de pobreza, que impacta sobre unos 18,4 millones de habitantes, sobresalen los conglomerados urbanos del Gran Resistencia (60,3%), Concordia (58,3%), Gran Buenos Aires (47%), Gran San Luis (47,3%) y Santiago-La Banda (46,6%). Números africanos contra la autopercepción europeísta de una parte de la población.

Un drama del que buena parte de la dirigencia se ocupa de manera grandilocuente para pasarse facturas, lanzar discursos de odio o compromisos ficticios. También lo utiliza para indignarse o conmoverse, sobre todo si la cámara enfoca.

Ah, pero debaten. Y así satisfacen a las almas sensibles de la república que discurren con la panza llena y llegan a fin de mes.