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Albertismo 2023

Anticipo. El Presidente y su mujer, junto a Tolosa Paz y su marido: Albistur, al ganarse la Copa América.
Anticipo. El Presidente y su mujer, junto a Tolosa Paz y su marido: Albistur, al ganarse la Copa América. | Cedoc

Continúa de ayer: “Todos peronistas”
 

“El antipopulismo no solo es oposición al populismo, tiene ideas específicas sobre cómo tiene que funcionar la sociedad. El kirchnerismo no solo trata de repartir sino de fundar una narrativa”, sostuvo el profesor argentino de la Universidad de Noruega Ernesto Semán, en uno de los reportajes largos de la edición de ayer de PERFIL.

No solo el populismo (kirchnerismo) trata de fundar una narrativa, sino también el antipopulismo pretende –comprensiblemente– fundar la suya. A  poco de asumir Alberto Fernández, un capítulo de esa historia consistió en retratar un presidente títere y una vicepresidenta omnipoderosa, delarruizando a Alberto Fernández, caricaturizado como perdido y con el peso de una hoja al viento. Continúa ahora sosteniendo que Cristina Kirchner dejó decidir las cabezas de listas de la Ciudad y provincia Buenos Aires al Presidente porque, como va a perder, lo quiere como mariscal de la derrota. 

Un “títere” terminó decidiendo las cabezas de listas de FdT en ciudad y provincia de Buenos Aires

Esa narrativa se explicaba en algunos como resultado de la frustración por haber apostado a un Alberto Fernández que haría con Cristina Kirchner lo que Néstor Kirchner hizo con Duhalde: enterrar a su mentor. En otros la explicación es más teleológica, cuyo fin subordina la verdad actual a la verdad última que se alcanzaría cuando se destierre el populismo y siendo Cristina Kirchner quien más rechazo produce, mostrarla a ella como proa del barco oficialista es lo más conveniente (“verdadero es lo útil”). De alguna manera lo mismo que hace el Frente de Todos al tratar de sobredimensionar la figura de Macri y su influencia en la conducción de Juntos (ya sin el cambio, otra señal inequívoca del fin de una época en la oposición). 

La pugna de narrativas termina construyendo deducciones similares: a los pronósticos de 2016 cuando se hablaba de ocho años de Macri, ocho de Rodríguez Larreta y ocho de María Eugenia Vidal, se proyectan ahora ocho años de Alberto Fernández, ocho de Kicillof y ocho de Máximo Kirchner (se llegaría así a 2043: sic). 

Pero más allá de si ese fuera el eventual deseo del Frente de Todos y tuviera alguna posibilidad de realización, lo que parece más plausible es que el kirchnerismo no tenga otro candidato para 2023 mucho mejor que Alberto Fernández para competir en un ballottage, o si en los próximos dos años que quedan hasta la próxima elección presidencial la economía explotara, junto con el Presidente esa crisis también se consumiría a los otros integrantes de la coalición. Le asignan a Sergio Massa decir que si Alberto Fernández decidiera presentarse a la reelección, todos los demás presidenciables lo acompañarían. Frase que deja abierta una puerta solo en el caso de que el Presidente no desee postularse para la reelección, algo no muy probable en todos aquellos que cuenten con esa posibilidad.

La confirmación de que Alberto Fernández terminó eligiendo a quienes encabezarán las listas de candidatos del Frente de Todos para las elecciones de medio término en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, de la misma forma en que Horacio Rodríguez Larreta en los mismos distritos a los candidatos de Juntos, puede significar que estas internas de ambas coaliciones para las elecciones legislativas de 2021, más que unas primarias donde se eligieron candidatos al Congreso, fue –tácitamente– la primaria presidencial 2023, salvo que Facundo Manes derrotara a Diego Santilli en las PASO de Juntos en la provincia de Buenos Aires y se abriera otro horizonte en la oposición.

El comentado tuit de inicio de campaña digital de Santilli con un mechón de pelo pelirrojo, en asociación a su sobrenombre “Colo” por Colorado, tuvo enorme engagement en las redes sociales demostrando cómo sigue vivo el marketing político en el PRO. La clase alta no decía rojo, sino colorado, al igual que no se cenaba, sino se comía, o no había esposos y esposas, sino marido y mujer. Zonceras, diría Arturo Jauretche, como las que escribió en 1968 en su libro Zonceras argentinas, continuación de Profetas del odio y la yapa en respuesta a la colonización pedagógica que a su juicio produjo el concepto “civilización o barbarie”, de Sarmiento. Finalmente, todas categorías estéticas que explican mejor que cualquier ideología el populismo y el antipopulismo, desarrolladas en la columna de ayer, “Todos peronistas”, alrededor del concepto de habitus, del sociólogo Pierre Bourdieu, y que permiten aglutinar en cada coalición tanto personas de derecha como de izquierda, peronistas y radicales, conservadores y progresista, pero todos ordenados por un denominador común: populistas o antipopulistas. 

De hecho, Facundo Manes, que no proviene de una familia adinerada, fue educado en escuela pública de la localidad de Salto, cuya población es de solo 30 mil habitantes, en el interior de la provincia de Buenos Aires y es hijo de un médico rural, se lanza a la política encarnando las ideas de Sarmiento para desarrollar el capital humano del país colocando foco en la educación, la ciencia y la salud. En muchos sentidos, las maestras bostonianas de Sarmiento representan a Juntos mejor que la escuela económica de Chicago y el monetarismo de Macri.

Un “timorato” borró cambiemos de Juntos, disciplinó macristas e impuso sus candidatos en Provincia y Ciudad

¿Puede ser competitivo un populismo que no pueda distribuir? Situación que atraviesa Alberto Fernández tras un año y medio de pandemia que dejará consecuencias económicas durante otro año y medio más hasta recuperar el producto bruto de 2019. Si las categorías inmanentes de cada coalición fueran estéticas y no puramente materiales, la respuesta sería sí porque, como sostuvo el historiador Ernesto Semán, “el kirchnerismo no solo trata de repartir, sino de fundar una narrativa”.

Lo mismo vale para el antipopulismo que obtuvo 41% de los votos en 2019 después de haber empobrecido a ricos y pobres con dos años de devaluaciones. Las elecciones de 2021 pueden ser el preludio de la consolidación de dos campos políticos policlasiales y multiideológicos, estables más allá de los candidatos.