Cuando parecía imponer el “Método Néstor” en su confrontación con Cristina, Alberto Fernández tuvo un traspié: se cayó el telón de un improvisado acto organizado por un sindicalista, Gerardo Martínez, titular del gremio de la construcción. En rigor, el fracaso provino de quien se apresuró en convocar la manifestación, el jefe de Gabinete Juan Manzur. Por estimular el orgullo de su breve líder con una multitud y bajo la consigna de “yo le pongo el pecho a las balas”, terminó perforado, como lo dice la física.
Más agujeros presenta Martínez, otro ansioso que había prometido 20 mil asistentes en su camping de Esteban Echeverría. No pudo arrastrar a los propios y tampoco a sus colaboracionistas “grupos sociales”, de Pérsico a Grabois, sin olvidar a Navarro. Graciosa sociedad, ventajosa. Deben haber pensado los organizadores que la gente iba por su cuenta, por amor al líder y sin necesidad de abrir la billetera. Por el contrario, se diría que hubo una premeditada acción para vaciar el gentío.
Entonces, ni turbamulta ni figurones, solo el cándido gobernador sanjuanino Sergio Uñac, quien por aspirar a ser candidato presidencial trata de no malquistarse con ninguna expresión del oficialismo y asiste hasta a los bautismos. A ver si piensan que solo Cristina le alimenta la voluntad de postulante.
Siempre en las malas, hasta lo último, estuvo Daniel Scioli, varias cabezas interesadas de la CGT (tipo Pablo Moyano) y faltaron hasta algunos ministros como una muestra de falta de respeto. Eso sí, generoso, Sergio Massa dio el presente a última hora, a pesar de que había sido golpeado por un intento de desalojo en su área cautiva de Transporte. Resumen del gran acto “albertista”.
Patinada innecesaria
Para el mandatario, otra pifia: aceptó que Manzur se anticipara a otra movida sindical en Obras Sanitarias que piensa reunir a 5.000 dirigentes, bajo la inspiración de que “si pueden reunir esa cantidad de gente con los rentados, cómo no vamos a juntar 20 mil muchachos con la organización de Gerardo”.
No hubo organización, castigo para un Fernández que había logrado mejorar su puntaje enfrentando a Cristina con el “Método Néstor”. Le costó años adoptarlo, se negaba a ese instrumento, pero finalmente se decidió: aunque no fuese el difunto esposo de la viuda, debe ser uno de los que más conoce de esas enseñanzas. Néstor tenía pocos amigos.
El ninguneo presidencial irrita sobremanera al cristinismo
Con un estilo más medroso, Alberto se cubrió en la última quincena con la matrimonial praxis nestoriana y contuvo la ofensiva de Cristina. Al menos ganó una tregua: en lugar de llamar por teléfono, lo desconectó y lo hizo público; amenazó con el despido a los funcionarios que responden a la dama, dejó hablando sola a La Cámpora y, para colmo de las rebeldías, le restregó en la cara que su doble en los films de acción sigue siendo Martín Guzmán. Mas que pelear, puso un freno.
Antecedentes
El “Método Néstor” en sus múltiples facetas aplicado a la pareja. Ejemplos:
- Cuando le cortó las alas a ella y al propio Alberto combinados con Clarín para no mantener en el cargo a Julio De Vido, al que acusaban de corrupto. Justo antes de iniciar el gobierno Cristina, una desagradecida que había llegado por los enlaces del ministro con los barones de Conurbano y olvidando los importantes secretos que guardaba de la obra pública. Alberto no la pudo auxiliar en su momento, Néstor le dijo que ni se le ocurriera viajar al sur para convencerlo.
- Solía Martín Lousteau, con afán docente, convencerla a Cristina como Presidenta de ciertas medidas económicas, pero al día siguiente de las explicaciones ella volvía con papelitos, correcciones y cambios que había hecho el consorte en Olivos durante la noche anterior. Digamos que la persuadía.
- Si bien evitaba rectificarla en público, en una reunión con el finado Chávez, algo malhumorado le quitó la palabra a su mujer copiando al rey de España cuando dijo “tu, te callas”.
Hay más casos del “Método Néstor”, si se quiere algo machista y con rienda corta si era necesario.
Amenazó con el despido a los funcionarios que responden a la dama, dejó hablando sola a La Cámpora
Alberto no es el marido, claro, también es más petiso políticamente, pero cierta metodología no requiere estaturas. Al menos le ha servido al Presidente en los últimos días para empatar, congelar e irritar al cristinismo. Hasta el inútil, reciente y pésimo acto del dúo Martínez-Manzur.
Silenciosa la dama, rumiando en silencio, mientras sus seguidores arrebatados lo tratan de “mentiroso” a Alberto (motejo circulante en el Instituto Patria que repite más de un ministro del Gabinete), ofendidos con él como niñas de colegio de monjas, cuando en una reunión le propusieron constituir una mesa política para la unidad partidaria y él les respondió: “Hablen con Cafiero”.
Entonces, uno de ellos le replicó, sin tratar de agraviar: “Pero Cafiero es canciller, tendríamos que hablar con alguno tuyo más relacionado a la política, tipo Juanchi o Kato (por Zabaleta o Katopodis)”. Respuesta: “Ellos ya tienen lo suyo, hablen con Cafiero”. Casi le faltaba que les indicara que llamasen al camarero para que sirva café. También ella tomó nota del mensaje.