Hubo un tiempo en que Mariana Mazzucato, Joseph Stiglitz y Jeffrey Sachs eran referencia para los economistas heterodoxos encariñados con la emisión monetaria. Mazzucato creó el Instituto para la Innovación y Propósito Público para mostrar la importancia de los aportes del Estado en el desarrollo tecnológico mientras que Stiglitz y Sachs, como miembros de la Academia Pontificia denostaban al sistema financiero internacional, la concentración de la riqueza y el rol del FMI. Estas posiciones coincidían con el mensaje del papa Francisco sobre la situación internacional y la necesidad de encarar políticas inclusivas que no descartaran a los pobres.
Mariana Mazzucato colaboró con el Ministerio de la Producción en la elaboración del Plan Argentina Productiva 2030 anunciado por el ministro Kulfas, donde se exponen diez misiones para transformar la estructura productiva y tecnológica del país; la “misión cuatro” relaciona a las fuerzas armadas y de seguridad con la producción de alta tecnología. Stiglitz dedicó muchos artículos para señalar la importancia de las modificaciones de las políticas del FMI en los últimos años, y con relación al Acuerdo con la Argentina sostuvo: “El nuevo Acuerdo representa un cambio mayor respecto a su posición y sus propuestas. Es un programa sin austeridad que fue diseñado para promover el crecimiento económico; constituye un ejemplo de las nuevas posturas, quizás lentas, pero diferentes al fin”. Muchos, sostienen que el asesoramiento de Stiglitz al ministro de Economía durante las negociaciones, explican los elogios al resultado de las negociaciones. Quizás las posiciones de los economistas “ortodoxos” sobre la laxitud de los objetivos corroboran el optimismo de Stiglitz.
Jeffrey Sachs estuvo en la Argentina recientemente para participar de las conferencias periódicas, organizadas por la Secretaría de Asuntos Estratégicos, que también mantiene contactos cercanos con la Academia Pontificia. La prensa se encargó de resaltar la colaboración de Sachs en la reestructuración de la deuda y su influencia para generar apoyo a las posiciones del ministro Guzmán en el reclamo sobre el direccionamiento de los DEG no utilizados y las sobretasas del FMI.
Los comentarios de Jeffrey Sachs avanzaron sobre la situación de la economía argentina. En su entrevista, contestada por escrito, sostuvo después de halagar las condiciones del Acuerdo con el Fondo, que el problema básico del país es la mala reputación en los mercados internacionales de capitales que crea dificultades para reembolsar la deuda pública. En forma sucinta define que el problema del endeudamiento reside en la incapacidad de renovar los vencimientos por los continuos incumplimientos, postergaciones o renegociaciones que minan la confiabilidad de los inversores y que también afectan toda clase de inversiones por la imposibilidad de contar con un horizonte previsible. Sachs borró el endeudamiento como problema, mientras que en la agenda interna y solo por motivos políticos, es motivo de controversia.
Sachs al igual que Stiglitz han abogado por un aumento del financiamiento internacional hacia los países en desarrollo para impulsar el crecimiento y disminuir la brecha que los separa del mundo desarrollado y en especial en esta situación donde es necesario enfrentar los daños de la pandemia. En forma clara, Sachs sostiene “la Argentina tiene el capital humano y los recursos naturales, lo que hace falta es el capital financiero”. Más adelante agrega, “lo que necesita es la continuidad de las políticas razonables, no actos heroicos”.
En estos tiempos, los mismos que reivindicaban a Mazzucato, Stiglitz o Sachs descartan sus opiniones como si nunca hubieran escuchado hablar de ellos. La respuesta quizás tenga que ver con la subordinación de la racionalidad a la discusión mezquina sobre el poder poniendo en peligro no solo la endeble estabilidad sino también el futuro de todos.
*Diplomático.