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GEORGIE VIAJA POR EL TIEMPO, HABLA DEL LIBRO DE PASES Y ¡LA DEUDA ETERNA!

Borges analiza el mercado

Este mercado de transferencias nativo, tan escuálido, sirve como espejo de la situación económica general.

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una fantasia. La compra-venta de jugadores, las absurdas conferencias de prensa y los lugares comunes del fútbol pasan por el tamiz del genial escritor. | temes

“El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número”

Jorge Luis Borges (1999-1986); de ‘El Libro de Arena’ (1975)


Este mercado de transferencias nativo, tan escuálido, sirve como espejo de la situación económica general. Las grandes inversiones brillan por su ausencia también en el fútbol. Préstamos sin cargo, dirigentes que arañan  las cláusulas de rescisión baratas para sacar ventaja y rescatan un recurso preadolescente. Cara o ceca: traer una “apuesta”. Si pasa, pasa. Si no, no. Un estilo que replica la audaz política de prueba-error-papelón-retroceso que tan simpáticamente implementa el gobierno. Los…

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–Usted y su obsesión por el mercado, Asch. ¿No se aburre?

El hombre mayor, traje oscuro, chaleco, corbata de seda, camisa blanca, un bastón con empuñadura de plata, me había oído. Yo escribía y hablaba solo frente a los datos de un mercado de pases inflado, berretísimo, con nombres de la guía. Jorge Luis Borges, sonreía. Era la gloria verlo otra vez. Todos lo saben: amo a ese tipo.

–¡Borges, que honor! –me paré, lo saludé y lo guié hasta la silla frente al escritorio– ¿Qué lo trae por Buenos Aires?

–Ah, cierta nostalgia, Asch. Y la misión de averiguar sobre el libro de pases argentino y europeo. ¡Hay que vivir!

El Maestro me visitaba por tercera vez. La primera fue durante el Mundial de Sudáfrica, insólitamente interesado por su siempre despreciado fútbol, perplejo por la masificación de un lenguaje de bajo fondo naturalizado por los medios y los protagonistas.    

–¿Por qué llaman Conferencia de Prensa a esos balbuceos desde la tarima, Asch? No sé si prensa. Pero, ¿Conferencia? ¿No es un exceso llamarla de tal modo? Son una desgracia. Ese individuo, Danyel Angel Easy, ha perpetrado más de un atentado contra la lengua castellana. Habla como un traficante de esclavos del siglo XVIII.

–¡Eh, nooo! ¡No sea tan duro con él, Borges! Su dificultad para pronunciar las equis y otras consonantes de compleja dicción, o la sistemática omisión de las eses finales no lo convierte en un monstruo. Es un señor millonario, poderoso; asesor presidencial en temas jurídicos y presidente y líder de Defensores de Macri. Como quiere renovar su plantel, calcula: a quién compro, a quién vendo, a quiénes meto como parte de pago, a quien presto, a quiénes dejo libre. Eso.

–Caramba, con franqueza no veo tanta diferencia con un esclavista. Ese Wanchope ¿es africano? ¡Qué escándalo! El mercado de pases es solo una vulgar compra-venta de footballers. ¿Es legal? Que notable. Las cosas que hay que hacer para sobrevivir.  

–¿Anda medio corto Borges? ¿No habló con Kodama?

–Ser un mito, esa insensatez en la que me han convertido no me salva de las crisis. Nos usan, nos citan, repiten poemas abominables que nunca escribimos, pero no recibimos ni un céntimo. Así no se puede vivir...

–Pero usted es un conservador.

–Anarquista spenceriano, si me permite. Y conservador, lo que en esta época es ser revolucionario, Asch..

–La segunda vez que me visitó quería comentar fútbol. ¿Le fue bien?

–Magnífico. Su decálogo fue mi guía. 1) Dos cabezazos en el área es gol. 2) Técnico que debuta, gana. 3) La ley del ex no falla: siempre le convierte a su viejo equipo. 4) Penal bien pateado es gol. 5) El 2 a 0 es el peor resultado. 6) La verdad está en el verde césped. Aunque, le confieso, como me incomodaba el epíteto lo cambié por un oxímoron. Dije: la verdad está en el blanco césped. Pasó, y ahora debo repetirlo porque conseguí un PNT de un vino blanco.

–La ley del mercado, Borges ¿Qué más estudió?

–Dos de sus axiomas me remitieron a los griegos. Hasta el minuto 90 todo es posible, habla del devenir, de lo que fluye en Heráclito. Partidos son partidos impone el racionalismo de Parménides: “Lo que es es; lo que no es, no es”.

–¿Y los tips para los momentos clave?

–Podría recitárselos. a) Si es gol, los defensores perdieron las marcas. b) Si no es gol, los delanteros definieron mal. c) Córner a favor mal pateado, gol de contrataque. d) Un contrataque veloz encontrará, siempre, una defensa mal parada. e) Si no es gol, es culpa del delantero. Y lo esencial, juzgar cada contingencia como intencional. Un jugador nunca falla. Desperdicia, regala, devora, rifa, duerme, le pega con el diario.

–¿Me permite una pregunta personal, Borges? Siempre me divertí con sus viajes por el tiempo y su audacia de querer comentar fútbol pese a su ceguera. ¿Qué le pasa hoy, que lo noto tan preocupado por el trabajo?

Borges calla. Suspira.  

–¿Recuerda Utopía de un hombre que está cansado, el cuento donde me encuentro con Alguien, un hombre del futuro?  Quisiera confesarle algo.

–Dígame, Maestro.

–Recordará la esperanzadora respuesta de Alguien. “¿El Dinero? Ya no hay quien adolezca de pobreza, que habrá sido insufrible; ni de riqueza, que habrá sido la forma más incómoda de la vulgaridad”. Bello, ¿no? Pero la última vez vi a otro hombre, más joven, más triste. Era de 2117 y me habló sobre una deuda centenaria y la dura crisis que ahora los apremia. Intento ayudarlos, Asch. Ese documento…

Sorteamos un silencio incómodo. “Sí, lo firmaron hace días: un bono a cien años al 8%: 14 para pagar el capital, 86 para los intereses”, me avergoncé y me perdí un rato en sus ojos perdidos, tan grises.   

“Bueno Borges, ¡ya es hora de volver al bronce!”, lo chicaneé. “Metales no, Asch. Prefiero el lago Lemán, la ciudad vieja de Ginebra o Plainpalais, donde me divierto entre las lápidas con mis amigos Ginastera, Calvino, Musil o Piaget”, contestó. Lo acompañé hasta los ascensores y recién solté su mano para que se cerrara la puerta.

Borges se fue y yo, ay, me sentí solo en esta época desdichada, de vuelo bajo, seca de ilusiones, con un futuro incierto y sin rasgos de maldito pudor.