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Cambio de marea

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En el 98 estaba en Iowa rodeado de algunos poetas, profesores, miembros del Ku Klux Klan y farmers fundamentalistas. Me acuerdo de un ex marine que estaba casado con una profesora colombiana. Al tipo le habían cortado un dedo por la diabetes y no paraba de tomar Coca-Cola en vasos inmensos. Tenía estrés postraumático. En ese entonces yo compartía mi cuarto con un poeta chileno genial, que como persona era una araña pollito.

Una noche, alguien dijo que en el downtown tocaba un crack: Beck Hansen. Yo no sabía quién era. Pero en Iowa City iba a ver lo que fuera. Fui. Era un nenito rubio vestido con ropa de feria americana. Me encantó el recital.

Cuando volví a Buenos Aires, me compré Sea Change, lo que me pareció, desde el comienzo, una obra maestra. No era lo que había escuchado de él antes, no tenía los samplers, ni la ironía indie, alguien le había apagado la MTV: estaba cantando con el corazón. Como Dante, cuando tuvo que escribir la Divina comedia y perder a Beatrice Portinari, su lenguaje pasó del latín al italiano de la calle. Beck también. Su voz había mutado, parecía que el dolor le había ampliado la paleta de tonos. Escuché ese disco casi todas las mañanas durante un año en el que empezaba una edad dorada para mí, pero yo no lo sabía.

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Canta Beck: “Poné tus manos en el volante/ dejá que empiece la edad dorada”. Parece que va bien ¿no?, pero enseguida dice: “Estos días apenas sobrevivo/ apenas lo intento”. La repetición kierkegardiana: perder a tu ser amado. Eso liquidó a Beck y produjo este disco extraordinario.

Algunos fundamentalistas del aire acondicionado decían que Beck había “copiado a Nick Drake”, pero es evidente que no. Todavía no se suicidó. Solo descubrió que su novia lo engañaba y se bajó del carro, escribió doce canciones magistrales y llamó a su padre, David Chappelle,  para que lo “arreglara” en las cuerdas. El arreglo en Paper Tiger es hermosísimo. Nigel Gondrich produjo el disco. O tal vez la chica. A la que le canta: “Es solo a vos a quien estoy perdiendo/ supongo que me está yendo bien”.

Gondrich notó enseguida el cambio de voz en Beck: “Cuando escuchábamos Mutations su voz sonaba como Mickey Mouse, ahora, en Sea Change, tiene una gran vibración”. El tigre de papel, me gusta pensar, es el nombre de un papel para armar cigarillos. Eso es la vida, Beck Hansen: humo sobre el agua.