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Chaco y Jujuy, el país no da para más

Los graves incidentes que sacuden a ambas provincias son expresiones de una crisis más profunda. La falta de certezas trajo consigo la falta de seguridad respecto del futuro y con eso la desesperanza.

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Disturbios en Jujuy por la reforma constitucional y marcha por la desaparición de Cecilia Strzyzowski en Chaco | Télam

Sobran las crónicas, los editoriales, los análisis, las excusas y las inculpaciones por los hechos de Jujuy y de Chaco que marcaron fuertemente el fin de semana extra largo. Sin embargo, lo que nos queda de todo esto, es que ambos hechos generan entre la gente una sensación de hartazgo, de la incertidumbre que genera una tristeza por el país que se cree que no da para más.

La tristeza es fruto de la incertidumbre que ya se volvió la forma de ser de los argentinos, porque la falta de certezas trajo consigo la falta de seguridad respecto del futuro y con eso la desesperanza. Pero lo cierto es que no es necesario que la incertidumbre deba conducirnos solamente a la tristeza, en muchos casos la incertidumbre puede servir para anticiparnos a posibles futuros y estar preparados para actuar en consecuencia, para prever el futuro y diseñar posibles soluciones. La tristeza por el presente o por los fracasos ni siquiera es un problema en sí misma, pero el problema es que el argentino, como el tango o la copla, gusta de regodearse en la tristeza hasta quedar atrapado en la melancolía de lo que pudo ser y de que no puede ver que vaya a ser.

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Protestas en Jujuy: balas de goma, gas pimienta y lluvia de piedras entre los efectivos policiales y los manifestantes. Fotos: Télam

La alegría es cosa que los gobiernos populistas pudieron en algunos momentos y en algunos sectores, despertar, pero lo cierto es que nunca se desprendieron de la melancolía de un mundo pasado dividido en izquierdas y derechas, lleno de consignas que hoy se cantan como si no hubieran pasado 30, 40, 50 o más de 100 años y el mundo no hubiera cambiado radicalmente.

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Hay algo en común en los hechos del Chaco y Jujuy que nos muestran que la solución de estas vertientes políticas es la oposición y la negación, es decir, la inmovilización de todo lo nuevo. Si la respuesta es oponerse o mantenerse siempre fieles a los propios cerrando el círculo con los más cercanos sin importarnos más que el hecho de que fueron los que estuvieron desde un principio, no hay esperanza de poder cambiar nada ni de estar abiertos a un mundo cuyos cambios son cada día más vertiginosos.

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El gobierno, al igual que la izquierda en el resto del mundo caen en desgracia y empiezan a generar un desacuerdo a nivel mundial, lo que muestra que izquierda y derecha son términos caducos para analizar la política. Esto sucede porque no pueden despertar una esperanza de algo nuevo sino solamente sancionar a los que no piensan igual o hablan el mismo idioma como si fueran los peores criminales de la humanidad.

Es cierto que los gobiernos populistas o aquellos que se reivindican de izquierda tienen algunos destellos positivos en medio de tantos reclamos y órdenes, como los términos de “empoderamiento” e incluso, en las polarizaciones que generan, hay una promesa de satisfacción para quienes creen que combaten a un enemigo que es el culpable de todo; aunque no resulte así para quienes son víctimas de estas.

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Marcha por la desaparición de Cecilia Strzyzowski en la ciudad de Resistencia. Fotos: Télam

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Por su parte, el liberalismo tradicionalmente basa su discurso en el enaltecimiento de los derechos individuales como la libertad económica, el fomento a la sana competencia del mercado que aboga por la superación individual. De esta forma también basan su agenda en un discurso que promueve el desarrollo, la creatividad y la innovación. Aunque es verdad que estas proposiciones positivas de los discursos liberales tienen en la aplicación puntos grises, opinables o fallidos; lo cierto es que el discurso liberal resulta más positivo, propositivo y atractivo que el de las izquierdas, porque en lugar de estancarse en la melancolía de las desigualdades sociales, o los problemas de un enemigo tan maléfico e invencible como genérico; decide proponernos ser los protagonistas de nuestro propio destino. 

No es que no haya errores en el liberalismo o en las visiones políticas corridas de la izquierda, de hecho, es verdad que deben ser mejoradas y aproximadas a una implementación en la realidad. Es verdad que se deben usar formas mixtas de gobierno que fomenten gobiernos participativos y libres de relacionarse con el mundo en crecimiento.

Estos eventos del Chaco y Jujuy no deben ser el espejo del futuro en el que nos vemos repitiendo siempre los mismos errores de cofradías que por mirarse el ombligo y poner por sobre todos los intereses la lealtad son capaces de las mayores atrocidades, un país colmado de llantos de gases lacrimógenos sino uno que mire más allá del metro cuadrado donde pisa, hacia un futuro, que como todo futuro no sabemos cómo será pero estamos seguros de que será siempre en algún punto diferente a lo que conocemos. Queda en nosotros elegir qué haremos con esa novedad del futuro, si sentarnos a añorar los tiempos pasados o abrazar lo que vayamos encontrando de positivo en ese tiempo que, como todo porvenir, se acerca inexorablemente y no espera a que terminemos de tomar decisiones.

"Contra ti, recuerda que el avión despega contra el viento, no a favor de él” (Henry Ford).