Para esta noche se aguardan cambios, diferencias obvias con el debate de hace una semana. Velocidad de Fórmula Uno: la necesidad de ganar o, al menos, no quedarse fuera de la clasificación. Puede ocurrir que los cinco candidatos persistan en disociarse de la realidad como recurso para no perder capital político. Y eviten ciertos temas. Parece dudoso. En esta ocasión se obligan a resetearse para cosechar algún punto adicional o para no perderlo y, como en siete días se incrementó el alud de novedades, ciertas irrupciones aparecen frente a las tarimas: del escándalo personificado en Martín Insaurralde (caso Chocolate y la Legislatura bonaerense, también su travesía por la costa de Marbella) al estallido bélico provocado por los ataques de Hammas a Israel, una renovación del conflicto atávico que desde menos de 48 horas ocupa más espacio y difusión que la larga guerra de Ucrania o la terrible expulsión de armenios del lugar donde vivían. No podrá eludirla el quinteto. Aunque sigue la incógnita: con estos indicios motivadores, quizás igual sea decepcionante la discusión en la Facultad de Derecho.
Empezando por las pequeñeces, Milei aún no respondió al calificativo de “osito mimoso” que le endilgó la señora Bregman en el último cruce. Y tan feliz incursión televisiva le sirvió como parte de su campaña publicitaria. La izquierda carece de recursos, también de imaginación. Justo invocarle ternura a él, quien se volvió romántico con Fátima Florez, pero históricamente fue un economista en sus relaciones con las mujeres. Ni le cabe el título del famoso cóctel “Mimosa”, ya que no toma alcohol. Habrá ensayado el libertario para devolverle el guiño con un sutil “gatita zalamera”, pero tampoco a ella le sienta ese atributo: se la confunde más con la revolución callejera y teórica de Rosa de Luxemburgo que por las idílicas cartas de amor escritas por la marxista polaca. Bregman, en todo caso, ofrece el perfil de Frida Kahlo, dolida amante de Trotsky. Curioso: tanta admiración de la dama por un León para terminar, rabiosa, confrontando con otro “León”.
Comienza otro ciclo con el advenedizo Milei y la ruptura del bicoalicionismo
Por encima del gracioso anecdotario, esta noche el duelo entre los dos debería pasar por el explosivo conflicto en Medio Oriente, entre uno que acompaña inclusive la segura represalia judía a la organización terrorista y una mujer de origen judío que seguramente cuestiona al estado de Israel por sus acciones militares. También opinará Bullrich, orientada en el mismo sentido que Milei. Y Massa, quien en representación del ambiguo justicialismo, puede escudarse en el ominoso Pacto con Irán de Cristina o recordar que Perón fue el primero en reconocer a Israel como Estado. Difícil el nuevo terreno que le toca a los aspirantes presidenciales, raro para gente de cabotaje que fue inscripta en vuelos internacionales.
Ni así podrán evitar la contienda en Medio Oriente, aunque se distraigan en el caso Insaurralde, una fuente de disturbios que no solo lastima a Massa. También queda afectado un ausente del debate: el gobernador Kicillof (y a pesar de que él mantenía una sorda batalla con quien estaba designado por el cristinismo para revisarle el gobierno como jefe de Gabinete, tarea que en general, no cumplió por dedicarse a otros menesteres que ya son públicos). Lo singular es que Insaurralde parece estar hoy en el patíbulo más por su trato comercial o carnal con mujeres, ocasionales o no, que por las ingenierías financieras que lo destacan como un hombre de significativa fortuna no declarada. Tal vez estaba esperando el blanqueo sin impuestos que valida su hermano de leche en la Provincia (Máximo Kirchner) y propicia como política salvadora su amigo Massa, para regularizar balances y juramentos. Igual que las pimpantes chicas que a veces lo han acompañado al ahora renunciado a cualquier prestación pública, todas esforzadas y alegres trabajadoras no solo con el sudor de la frente, al revés de los parásitos políticos que las contratan. Los que precisamente revelan un notable ascenso económico, que pasaron con velocidad astronómica de carecer de medios a disponer de una pyme y, en menor tiempo, a poseer repentinamente una multinacional con domicilio en paraíso fiscal. Como si hubieran ido al casino y se sacaron un premio monumental a figurar (y blanquear) en la historia de ganadores del centro de entretenimiento. Delicias de una provincia caracterizada por sus índices de pobreza y gobernada por afortunados ludópatas triunfadores.
Equivoca la calificación de casino solo a la provincia de Buenos Aires. Vale para todo el país: alcanza con observar la publicidad en las camisetas de los equipos de fútbol que participan en la AFA, cualquiera sea la categoría. Como los tsunamis, como la droga, alguien dirá que no vio venir el fenómeno. Un estrago. Al margen de esta perversión, el escándalo de Insaurralde hoy se desvía hacia el horror escénico del público y los medios de comunicación por la prosperidad lograda en fatigadas chicas cercanas a los elencos políticos, ocultas o no, parte como se sabe de la historia de la Humanidad. Casi de la Prehistoria. Hasta parecen interesarse más en esos logros que en el vértigo dinerario alcanzado por los dirigentes. Como si dominara todavía un espíritu machista en esas mayorías que prefieren condenar a mujeres por su conducta, antes que a quienes no cumplen horarios ni trabajan, y han contribuido a convertir en vulgarmente zorras a las que se ejercitan desde que son menores de edad, viven de las dádivas, se fueron de sus casas a los 16 años –referencia a una involucrada–, hija de una maestra y un obrero metalúrgico, que luego un señor la llevó a EE.UU., y volvió para conocer a jefes políticos que siempre soñaron ser el militar en jefe como aquél que gobernó la Argentina con una muchacha que a los quince años se escapó de Junín con la esperanza de que un cantor la aclamara. Una es una heroína nacional, las otras solo podrían protagonizar aquel memorable libro de Camilo José Cela, “Izas, rabizas y colipoterras”, una suerte de drama con acompañamiento de cachondeo y dolor, como reza el título, retrato con inmensas fotografías de un barrio pobre de Barcelona.
Le toca a los candidatos responder esta noche, exponer el traje de la simulación que a unos les queda mejor que a otros. El trasfondo Insaurralde los envuelve, no solo alude al sexo y al champagne, los obsequios y las píldoras, incluye al juego –legal o no, casinos y bingos efectivos o virtuales–, a la arquitectura de otras concesiones, a los elementales o sofisticados esquemas de la castiza “casta” para hacerse de la plata de los contribuyentes o a las sospechadas ganancias en emporios gigantescos como “La saladita” (ahora está avanzado un proyecto semejante, en el mismo territorio, llamado pícaramente por sus emprendedores “La nueva dulce”).
Opinan, si se da, sobre la mayor provincia del país, cuya cartografía no conocen, menos sus andurriales (salvo Massa, lo cual no es un mérito), por el episodio de un crucero de placer que ha destapado una multitud de cráteres corruptos, históricos, con complicidades inclusive sorprendentes. En la democrática Legislatura, en el aprovechamiento de humildes que por el mendrugo de la inscripción en una obra social se prestan a entregar un sueldo por no trabajar (la repugnante operación multipartidaria en el caso Chocolate). O en el Gobierno mismo, por el uso del juego como vicio de multitudes, con un historial de violencia poco difundido en la Argentina, con réplicas en todo el resto del país. También ocultas, por supuesto. Ya que si ese negocio provoca adicción, en los políticos el efecto es interminable. Y, lo peor: no se cura.