Unívoca señal: enviar mañana a Martín Guzmán a reperfilar compromisos con el FMI. Mas que un viaje, es una confirmación a su continuidad en el Gabinete. Temporaria, quizás. Justo cuando se entendía que, entre este lunes y martes, Alberto Fernández iba a desplazar al ministro e impondría otras modificaciones en las carteras de gobierno para alegrarle la vida a Cristina de Kirchner.
Ahora entró en suspenso esa decisión y se posterga el predecible destino de Guzmán como embajador ante El Vaticano. Si es que los cambios dentro del Gobierno a fin de mes van a sacar del estado de catalepsia al que Alberto parece condenado con el sufrimiento añadido del acoso perenne de su vice. Podría hasta dejar de decir: “Me torturan”, latiguillo en el que persiste aún luego del nacimiento de su hijo.
Es cierto que el país no cumple con el FMI, pero las negociaciones se podrían resolver vía zoom. Carece de sentido que Guzmán junte más millas que un comandante de aerolínea volando a Washington. Sería una muestra de la austeridad que se le demanda al resto de la administración.
El gesto presidencial a favor del ministro, en rigor, es un aditivo a su propia supervivencia, ya que parece convencido de que si lo desplaza por la presión insolente del cristinismo, después –mas temprano que tarde– será el turno de su propia partida. Tanto él como muchos periodistas recuerdan que algún atrevido familiar estableció junio como fecha de un acontecimiento traumático. En Avellaneda, para más datos. Preguntar a varios intendentes.
Ya Guzmán le había advertido a sus subalternos en la semana, con una repentina dureza, que si no se alineaban con él presentaran la renuncia. No habló de echarlos: debe creer, inocente, en la dignidad de sus funcionarios.
También convocó a audiencias públicas para resolver el tema de tarifas e incrementar el mal humor de Cristina y, por si alguno no entiende, hubo en la escena un inesperado traductor del Presidente: salió hace 48 horas Daniel Scioli a defender al ministro con una energía desconocida y desafiando inclusive a Cristina. No es una rentrée casual. El embajador viene y va a Brasil con ambiciones ejecutivas, contribuyó a la cesión de gas para el invierno, se reúne con Alberto, éste lo considera “su hermano” y, por supuesto, fue uno de los invitados al restringido cumpleaños presidencial en el que se debían entregar los celulares a la entrada como si fueran armas de fuego. En realidad, lo son.
El Presidente invitó a comer a Lavagna, quien habló con encomio de Massa
Consulta al bombero. Alberto, como suele ocurrir en las emergencias, lo llamó a Roberto Lavagna: comieron, el ex ministro le acercó un proyecto sobre las Pymes y, curiosamente, habló con encomio de Sergio Massa, con quien estaba disgustado desde hace tiempo. Como el viejo Vizcacha, no está para los entreveros, sí para los consejos.
El nombre de Massa –quien mañana participa en la crisis Legislativo versus Corte por la constitución del Consejo de la Magistratura– recorre el espinel de la Casa Rosada: lo consideran para un súper ministerio de Economía con varias áreas a cargo (Producción, Transporte, Energía, Finanzas). Además, dispondría de un hándicap a la hora de enviar y aprobar leyes en el Congreso.
Para él sería un cambio que, tal vez, lo refrescaría en un universo de encuestas que no lo favorecen desde que pilotea la Cámara de Diputados. El cotilleo habitual dice que la sintonía de Massa con Guzmán está deteriorada y que la doctora Fernández tampoco disfruta con esa alteración en el mando. Pero hay mediadores con alto poder de seducción, tipo José Luis Manzano.
Cristina tampoco avala, comentan, una convocatoria a Emanuel Álvarez Agis: detesta a uno de los empresarios que lo impulsa, Marcelo Midlin. Por ahora, el ex número dos de Economía en su mandato le acerca iniciativas a Alberto y defiende la gestión de Guzmán imaginando que si se mantiene la actual política económica el panorama argentino habrá de despejarse. Hay otros profesionales del gremio que sostienen lo mismo. De ella, mejor ni hablar. Más neutro, en cambio, sería un salto de Miguel Pesce del Banco Central a Economía, con la inquietud por el vacío a cubrir.
Escasean los candidatos en la mayoría de los rubros, tampoco Cristina ofrece una cantera desde el Patria. Al contrario, si pudiera sugerir o imponer iría por su repetido “chiquito” Axel Kicillof, al que también necesita desposeerlo de la gestión en la Provincia de Buenos Aires, poco afortunada. En particular, si se concreta el desdoblamiento electoral y fijan marzo como fecha para los comicios bonaerenses.
Si llega a ser así, falta nada más que un año y deben trabajar para encumbrar la postulación de Martín Insaurralde, un barón del Conurbano unido con La Cámpora de Máximo. Cosas veredes, amigo Sancho, que harán hablar a las piedras.