Estoy sentado en mi escritorio, mirando un canal de deportes. Hay un conductor y cinco panelistas hablando (bueno, no, hablando no: gritando) sobre la Selección. Parecen no ponerse de acuerdo: algunos creen que solo tienen que quedar dos o tres jugadores en el actual plantel; otros creen que no tiene que quedar ninguno; y alguno hasta pide pena de muerte. O al menos eso es lo que entiendo o dan a entender.
Los cinco panelistas y el conductor sí están de acuerdo en una cosa: hay que echar al técnico de la Selección ya mismo. Pienso que sí, estoy de acuerdo. Pero la pregunta es cómo. ¿Cómo se echa a un tipo que tiene un contrato? ¿Cómo se lo deja sin trabajo cuando para firmar ese contrato el tipo tuvo que dejar otro trabajo donde le iba muy bien y le pagaban mejor, como técnico del Sevilla de España?
En eso ando cuando entra a mi oficina Moira, mi secretaria.
—Veo que estás trabajando –me dice, burlona.
—Sí, estoy trabajando –digo, firme. Estoy analizando cómo funciona la prensa hegemónica. Y cómo se construye un discurso mediático para justificar la precarización laboral y los despidos.
—Mirá, yo entiendo que quieras ver no solo los partidos del Mundial, sino también todas las boludeces que se dicen en torno al Mundial. Pero te pido que no me chamuyes.
—Hablo en serio –afirmo–. Todo el mundo pide echar a Sampaoli, aunque el tipo tenga un contrato. Con esa lógica, después terminás justificando los despidos en Télam, Vialidad, en el INTI…
—¿Vos estás comparando a Sampaoli con un laburante de Télam? –pregunta Moira, sorprendida–. Te recuerdo que para echar a Sampaoli hay que pagar 25 millones de dólares.
—Ya sé que son realidades bien distintas. Pero la metodología es la misma: saltearse leyes para perjudicar a un laburante con contrato.
—¿Para vos Sampaoli es un laburante que tiene un contrato?
—Sí, por supuesto –respondo–. Un laburante ultrapremium con un contrato millonario, pero laburante al fin. En todo caso, si le pagan mucho, eso es responsabilidad de los dirigentes de la AFA, que aprobaron ese contrato.
—¡Por fin decís algo sensato! –exclama Moira–. Por un momento pensé que te había dado un ACV.
En ese instante entra Carla, mi asesora de imagen, revoleando su iPad, con una sonrisa inédita.
—Tengo una buena y una mala noticia –exclama.
—¡Primero la buena! –dice Moira.
—Se terminó la cortina de humo del Mundial y ahora por fin vamos a poder dedicarnos a hablar de las cosas que realmente importan.
—¿Y la mala? –pregunto.
—Las cosas que realmente importan son dólar a $ 30, inflación que no se detiene, caída en el consumo, más tarifazos, recesión, despidos…
—¡Uh!, eso es malísimo –interrumpe Moira.
—Dejame terminar. –sigue Carla–. Porque lo realmente malo no es eso, sino que ya no tenemos el Mundial para que al menos nos distraiga.
—Creo que el Gobierno debería empezar a preocuparse –opino.
—Creo que el Gobierno debería estar preocupado hace rato –sigue Carla.
—Bueno, siempre le queda el kirchnerismo para zafar, ¿no? –sugiere Moira–. La corrupción, agitar el fantasma del pasado, lo de siempre…
—Mmm… creo que a esta altura al Gobierno no le conviene compararse con nadie. Pensá que está tan firme como la Selección, con un liderazgo parecido al de Sampaoli –opina Carla.
—Salvo que aparezcan más bóvedas de testaferros K –sigue Moira.
—Con el dólar a 30, creo que ni aunque la ruta del dinero K dé cinco vueltas al mundo van a revertir el asunto –dice Carla–. Encima están logrando que la oposición muestre sus mejores argumentos, con dirigentes importantes.
—Te referís a la tan mentada “unidad del peronismo” –pregunto.
—No, me refiero a la impensada “dispersión de Cambiemos”, con la pelea entre Carrió y los radicales.
—Pero vos hablaste de dirigentes opositores importantes que se perfilaban para hacerle daño al Gobierno –sugiero.
—Claro, me refería a Gabriela Michetti y Elisa Carrió –afirma Carla.
—Me estás confundiendo –dice Moira–. ¿Michetti y Carrió no son oficialistas?
—¿Vos escuchaste las declaraciones de Michetti? Dijo que el aborto no debería estar permitido ni siquiera en caso de violación. Para que entiendas: el aborto en caso de violación está permitido en la Argentina desde 1921. ¿Vos pensás que una dirigente que quiere llevar la legislación argentina hasta un siglo atrás puede hacerle bien a algún gobierno?
—Dicho así, puede que tengas razón –reconozco.
—Y Carrió primero salió a apoyar a Michetti y después se dedicó a humillar a radicales –continúa Carla–. No conozco ningún dirigente opositor capaz de hacerle tanto daño al Gobierno.
—Digamos que antes el Gobierno tenía como misión evitar la unidad del peronismo –explica Moira–. Pero ahora tiene otra misión: lograr la unidad del radicalismo.
—¿Y qué es más difícil? –pregunto.
—No tengo idea –concluye Carla–. Lo único que me queda claro es que nadie puede venir a decir que las utopías murieron. Y que, por eso mismo, todo puede pasar. Menos que Argentina salga campeón, claro.n