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El poder de una letra

1-11-2020-Logo Perfil
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En Zappa, documental de Alex Winter estrenado a fin del año pasado, se incluye un enfrentamiento del músico con la liga de mujeres comandada por Susan Baker y Tipper Gore (esposa del devenido paladín demócrata de la ecología, Al) que operaba en los años de Ronald Reagan, bajo el nombre de Parents Music Resource Center. Con el estrafalario Dee Snider como ladero, Frank Zappa fue uno de los pocos que se atrevió a dar la cara en un tribunal para refutar a quienes, con el argumento de “controlar el contenido sexual o satánico de las letras de las canciones para preservar a los niños”, procesaban su afán por cancelar cualquier cosa que resultara irritante a sus paladares o contraria a sus intereses. El corolario fue la implementación de la famosa etiqueta de clasificación Parental Advisory: Explicit Content que podemos ver en las portadas de tantos discos. El poder corporativo de aquellas señoras, fundado en sus conexiones con el gobierno, había tenido más peso que la voz de los artistas y los gustos del público. 

Actualmente, en foros internacionales de músicas feministas, se evalúa si letras como la de Gallery Piece de Of Montreal, llena de frases como “Quiero hacerte enfermar”, “Quiero abofetearte”, “Quiero herir tu orgullo” y “Quiero ser tu único pasatiempo” o la de Second Date de The Oh Sees en la que un femicidio se toma a la ligera, entre muchas otras, deben ser proscriptas por su misoginia e incitación a la violencia machista. 

Es como si el caudal subversivo de las letras de canciones siguiera intacto, pese al paso del tiempo, y no fuera obvio que lo imaginado no necesariamente se hace carne en la vida real, pese a la evidencia. Aunque ya no se hable de salvaguardar las buenas costumbres, el objeto de disputa es el mismo y la idea de que una obra de arte o un producto destinado a entretener puede influir intensamente en el comportamiento de las personas, prevalece

No sorprende que alguien con la vocación vanguardista de Zappa haya dicho: “Si parece censura, lo es”. Según él, el sello Parental Advisory, predecesor de los Trigger Warnings en la literatura, principiaba una ola de mecanismos represivos apoyados sobre planteos cada vez más aviesos: “¿Qué pasa si el próximo puñado de esposas de Washington pide una enorme J amarilla en todo el material compuesto o tocado por judíos –había ironizado ante la corte– para salvar a los indefensos niños de la exposición a la doctrina sionista?”.