Las investigaciones electorales miden ciertos temas elementales. Ante todo, averiguan el conocimiento del candidato. Un elector no vota por un candidato cuyo nombre no conoce. Para tener posibilidades de ganar, un candidato necesita que sepa quién es al menos el 90% de los electores.
Hay otras preguntas elementales que averiguan cuánta gente rechaza al candidato. Las negativas no deben estar sobre el 30%, si están entre el 30% y el 50%, hay un problema grave que hay que solucionar. Si el candidato tiene más de un 50% de negativas, y no es posible que esas cifras bajen hasta el día de las elecciones, los consultores aconsejamos que el candidato se retire. La posibilidad de disminuir las negativas tiene que ver con la profundidad del rechazo. La tarea es difícil cuando los votantes tienen argumentos en contra del candidato, y se puede trabajar con menos dificultad cuando tienen que ver con temas que no importan a los votantes.
Mas allá de que digan qué han decidido votar o no, la mayoría de los ciudadanos tiene actitudes más o menos intensas hacia todos los candidatos al mismo tiempo. Algunos dirán que están seguros de que votarán por un candidato y al mismo tiempo que nunca votarían por otro. Otros se definirán pero con actitudes blandas, sin posiciones muy definidas.
El análisis estratégico analiza todas las combinaciones que puedan darse. Es posible que algunos votantes digan que votarán definitivamente por Hillary y al mismo tiempo que nunca votarían por Trump. Habrá otros que votando por Hillary digan que podrían votar por Trump. Otros que no han decidido por quién votar, pero que nunca lo harían por uno de ellos. Las combinaciones son muy numerosas, se deben estudiar todas las posibles y cuantificar su peso en los distintos targets.
El pueblo es una ficción. En realidad existen personas a las que podemos agrupar por edad, género, o por cualquier otra variable que sea útil para ubicar grupos objetivos, de hombres, mujeres, hippies, deportistas, o lo que sea, donde el candidato puede tener más votantes posibles. En el caso de Hillary, a menos que las investigaciones de su equipo estratégico digan lo contrario, un enorme target fue el de los que votaron en la primaria por Bernie Sanders. No se vieron acciones dedicadas a atraer a esos votantes.
Las normas se invierten cuando el postulante es un anticandidato que representa un rechazo intenso al sistema. En los casos del Compadre Palenque en La Paz, de Mockus en Bogotá, Bucaram en Ecuador, Velmont en Lima, o Tiririca en San Pablo las negativas jugaron de manera inversa. Sus votantes no buscaban elegir estadistas, sino golpear al sistema. En el extremo, Carareco, un rinoceronte del Zoológico de San Pablo, sacó en 1959 más de cien mil votos, suficientes para ocupar una banca en el Concejo de la Ciudad.
Hillary Clinton era una candidata que representaba al sistema, necesitaba que sus equipos técnicos estudiaran a fondo las razones de sus negativas, elaboraran una estrategia para combatirlas y, si hubiera tenido la capacidad de actuar con una disciplina férrea, hubiera podido controlarlos. No está claro lo que pasó: no tuvieron una investigación sofisticada, no pudieron elaborar una buena estrategia, o la candidata no tuvo la capacidad de ejecutarla, pero la verdad es que llegan al 8 de noviembre con negativas que rondan el 50%.
No habrían podido ganar las elecciones si Trump no cometía algunas equivocaciones brutales. La mayor de todas fue intentar aparecer como estadista en uno de los debates. Un anticandidato no debe moderarse: tiene votos porque está en contra del sistema. Nadie que busque un estadista puede votar por él. La otra fue exhibir un racismo y una misoginia que están en contra de la cultura de la época, incluso en sus targets menos educados. Hillary Clinton conserva una ventaja reducida de votos sobre Trump. Su ventaja en cuanto a los colegios electorales es más amplia. No es posible estar seguros de nada con una candidata tan débil y un anticandidato. En todo caso, que alguien como Trump tenga una votación tan importante es un síntoma de la grave crisis de la democracia representativa.
*Profesor de la George Washington University.