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Estética de la existencia argentina

Como se profundizó ayer en la primera parte de esta columna, la esencia del peronismo no se sintetiza en la ideología, sino en unir sin quiebres neoliberalismo privatizador con Menem y estatismo intervencionista con Kirchner.

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Dos caras de Jano: De Anillaco a Río Gallegos. | cedoc

Viene de: “Menem, Kirchner, Argentina”: http://bit.ly/JFMKArg

Como se profundizó ayer en la primera parte de esta columna, la esencia del peronismo no se sintetiza en la ideología, sino en la estética como elemento aglutinador y verdadero cemento capaz de unir sin quiebres neoliberalismo privatizador con Menem y estatismo intervencionista con Kirchner, como dos caras de Jano que comparten en la desmesura un signo de su ethos. Exceso que viene de lo profundo de un territorio, desde las alturas de Anillaco, a la inmensidad oceánica de Río Gallegos, por momentos exorbitante y capaz de digerir cualquier fracaso, ventaja de la que carecen nuestros vecinos de igual latitud y clima templado, Uruguay y Chile, donde límites físicos imponen un grado del péndulo entre sus distintos gobiernos siempre más acotado.

También ayer se profundizó sobre el motor de ese ethos: la voluntad. Voluntad objetivada en Menem y Kirchner como significantes del ser-en-sí de una mayoría que puede ir tanto en una dirección como en la contraria en la medida en que hubiera épica: hacia el primer mundo o al interior de la patria grande. Siempre excéntrico respondiendo, como una formación reactiva, a su distancia del centro del mundo, en su lugar de periferia, de “el fin del mundo” como se autopercibió Bergoglio al asumir papa.

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La voluntad es la base del proceso de individuación, de toda aspiración a moverse sin ser movido, a ser autónomo. En esa metamorfosis trascendental para dejar de ser hijo, colonia o periferia, es la voluntad el dínamo de la rebeldía que empuja ciega hacia afuera, a otro lugar, casi cualquiera que sea distinto con la intuición de que siempre será mejor.

“Las tragedias pertenecen al pasado, a una época más sombría. ¿Qué tenemos que ver nosotros con el destino? El destino es la política”.(Napoleón)

El impulso emancipador de la voluntad genera culpa, como lo explicaron tanto Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación, y años después Freud en El yo y el ello, Psicología de las masas y análisis del yo, y El malestar de la cultura. Culpa es fósil subyacente del origen de la grieta inconscientemente motorizada por la admiración y el rechazo a la centralidad del primer mundo tan lejana.

En su ensayo La tarea del héroe, Fernando Savater escribe: “Individualizarse, distinguirse, es la pretensión de la voluntad creadora tal como la entendía Nietzsche cuando hablaba de ‘voluntad de poder’, ese afán de separación de lo indistinto es precisamente lo que va a padecerse como culpabilidad”.

El funcionamiento inescrutable del destino a priori permite solo conjeturar si tras la muerte de Menem y Kirchner, los dos grandes significantes de la voluntad del peronismo pos-Perón, la culpa por los excesos gestará una nueva forma de equilibrio. Tanto los sobrevivientes de los 70 como sus hijos militantes de La Cámpora saben que no hubo solo heroicidad de un lado de la contienda y solo maldad del otro. La voluntad ciega que precisan para parir su propia individuación carga con la culpa de saber y reprimir en su interior que omiten parte de la verdad, como la falta de condena a la violencia física de los 70 y la corrupción que también une al kirchnerismo con el menemismo. Culpa también por los excesos que hicieron posible que un empresario príncipe como Macri pudiera ser presidente.

Si la culpa fuera en el futuro la amalgama del ethos de un peronismo republicano, siempre prometido y siempre frustrado, que ya existe hoy en gran parte de los gobernadores peronistas del interior pero no en el cristinismo, se tendría que cumplir el pronóstico de Miguel Ángel Pichetto, para quien los “jóvenes” de La Cámpora “se terminarán haciendo socialdemócratas”, como Alberto Fernández hoy se ve a sí mismo, siguiendo el teorema de Baglini: cuanta más responsabilidad de gobierno real vayan teniendo, más se irán corriendo al centro, como dicen está sucediendo con Axel Kicillof.

Otto Rank escribió: “Cuanto antes sea reconocido el eterno conflicto entre la voluntad y la culpabilidad, antes podrá ser utilizado en forma constructiva” para “saber que no le hace falta cambiar en función de cualquier ideal universal o extraño para que los otros puedan aceptarlo, sino que él solo puede y debe desarrollarse según su propio ideal y sobre la base de aceptarse a sí mismo”.

La historia registra un encuentro entre Napoleón y Goethe cuando estaba escribiendo la tragedia de Fausto. Napoleón habría dicho: “Las tragedias pertenecen al pasado, a una época más sombría. ¿Qué tenemos que ver nosotros con el destino? El destino es la política”. Perón admiraba a Napoleón, para ellos no había fatalidad ni destino prefijado, ni pueblo condenado al éxito o al fracaso. Napoleón como Perón creía en la política como herramienta para construir el propio destino.

Italia es otro país donde reinó el arte del exceso. Ahora decidió darse un gobierno alejado de la desmesura.

Italia es otro país donde reinó el arte del exceso. Solo la coincidencia de ciertos recorridos paralelos entre Berlusconi y Macri nos habla de los genes que heredamos. Italia, después de haber llegado al límite de su decadencia autoinfligida, decidió darse un gobierno alejado de la desmesura poniendo al frente del país a un técnico de prestigio como Mario Draghi, el hombre que a cargo del Banco Central Europeo entre 2011 y 2019 sacó de la recesión la economía de la eurozona con la expansión monetaria del euro.

En un mundo donde hasta el FMI receta mayor intervención de los Estados hay una nueva oportunidad de síntesis en “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”, ideal que creó las bases de la socialdemocracia alemana de la posguerra. Si el peronismo lograra regenerar su estética del exceso a una de la moderación, la oposición también tendrá que ensamblar sus contradicciones en un ethos positivo superador porque el exceso también incluye al antiperonismo.