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¿Horas de consenso, de confrontación o de los outsiders?

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Milei. “Hoy genera expectativas sin tener ninguna organización partidaria por detrás”. | Marcelo Dubini

Luego de la firma del acuerdo con el FMI cambia el escenario político,  se van reconfigurando las orientaciones y las políticas de alianzas, pero no mejora el clima social. La inflación sin resolución, y las críticas del kirchnerismo a la política económica y a la orientación del Gobierno, obligan al Presidente a repensar el cómo gobernar. Y lo vemos   junto a Massa y Manzur dando claras señales de buscar generar diálogos y acuerdos, tanto con  las fuerzas de la producción y el trabajo, como con un sector de la oposición.

La  futura convocatoria de Massa a los jefes de bloques para generar una especie de Pacto de la Moncloa  a la Argentina para acordar un racimo de políticas comunes es ejemplo de ello.

El otro sector del oficialismo, el kirchnerismo, se piensa mayoritario, -aunque las encuestas muestran que no lo es- y creen en la política de la confrontación para conseguir los objetivos, más que en la búsqueda de consensos. Tanto el voto negativo hacia el acuerdo por la deuda, como la iniciativa presentada por los senadores en relación a que la deuda se pague con el dinero de los  evasores, muestran que ese sector esta dispuesto a mostrar no solo su desacuerdo con la orientación del Gobierno, sino también el cómo debieran hacerse las cosas. La  foto de la Vicepresidenta con el Embajador de USA es un ejemplo. Involucrar a USA, pidiéndole ayuda para que se puedan encontrar a los evasores en su territorio, es un modo de decir que quien no colabore para encontrar a quienes ocultan sus cuentas y bienes, no ayuda a mitigar el costo  social que la deuda externa genera.  Una forma de decir que con buenos modales se puede dialogar y al mismo tiempo señalar culpables.

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Un modo de decirle al Presidente que su orientación está equivocada, permitiendo generar entre los propios la mística de pelear contra el enemigo.  Es claro que si aparecieran listas de evasores entre quienes son invitados a dialogar, la confrontación interna se acentuaría. Entre esos lábiles límites se mueven los dirigentes del Frente de Todos, intentando que el instrumento electoral no se rompa. Por el lado de la oposición las cosas no están mejor, pero tienen la suerte de no estar gobernando. Están los que piensan que cuanto peor mejor, y los que entienden que sin un acuerdo en puntos mínimos el país no tiene destino. Pero mientras los políticos debaten, se convocan, o  buscan diferenciarse, el clima de opinión es claramente negativo, tanto hacia el Gobierno como hacia casi toda la dirigencia. La percepción de falta de resultados hace crecer la bronca social, el futuro aparece como una nebulosa y las acciones de los políticos, al no percibirse cambios en la realidad cotidiana, aumentan la desconfianza. El que se junten, se reúnan, pero que no vengan soluciones, enoja doblemente, y se deja de prestar atención a lo que dicen. La prédica de Milei contra la “Casta política” ayudado por algunos comunicadores, prende cada día más, sobre todo entre los jóvenes.

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Mientras la política intenta echarle la culpa al FMI, a la deuda de Macri, a la herencia de Cristina, los Milei le echan la culpa a todos y todos quedan enlodados. No es éste un fenómeno solo de nuestro país. Ni de ésta etapa histórica. En los momentos de crisis los outsiders ganan voluntades. A pesar de lo que se piense sobre su gobierno, el Menem del 88/89 era un no casta, un diferente. Con su poncho, sus patillas, su aire caudillesco, le gano al aparato político de todos los gobernadores del Peronismo que seguían a Antonio Cafiero. Néstor Kirchner también fue un distinto. No se sabía muy bien quién era, pero alcanzaba con saber que se oponía al Establishment, que en ese momento representaba Menem. Claro que tanto Menem como Kirchner tenían por detrás al Peronismo. Milei hoy genera expectativas en un sector de la sociedad, sin tener ninguna organización partidaria por detrás. Lo que antes era una debilidad hoy termina siendo  virtud, para un sector de la opinión pública, en un momento de suma debilidad de los partidos y las coaliciones.

*Consultor político.