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Ignorancia y buenos modales

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Explícito. Las políticas tienen efecto sobre las personas. | cedoc

Adolph Knigge vivió y murió en Baviera entre 1752 y 1796. Menos conocido hoy que sus contemporáneos Kant o Goethe, fue también una figura preponderante del iluminismo. Escritor, pensador, adhirió activamente a la masonería y defendió ardientemente la Revolución Francesa. Escribió un ensayo titulado De cómo tratar con las personas, que sus editores presentaron como completo manual de buenos modales, pero era, y sigue siendo (pues el libro se consigue y se lee con interés hoy), una profunda reflexión sobre el valor del respeto, de la diversidad, de disentir con argumentos, de debatir con conocimiento y de aceptar normas de comportamiento y del habla que, en definitiva, tienen que ver con la posibilidad de convivir en una sociedad civilizada. “Raras veces las sociedades son tan equitativas como para acomodarse a personas particulares, y ello tampoco se puede exigir siempre con razón”, escribía Knigge. “En consecuencia, es importante, para todos aquellos que quieren vivir en el mundo con seres humanos, estudiar el arte de adaptarse a las costumbres, al tono y al estado de ánimo de los demás”. Pensador comprometido con el desarrollo de formas republicanas de gobierno, su libro conversaba con quienes, en su época, las estaban fundando. Y se detenía en las formas porque las formas no son nimiedades.

Burke destaca que hay varios gobernantes que ignoran las consecuencias de sus decisiones para la gente

El modo en que se habla refleja el modo en que se piensa, como también lo hace el lenguaje no verbal, lo gestual, lo corporal. El insulto no es un chiste, es el desconocimiento de la alteridad, la anulación del otro como alguien que merece el respeto que se reclama para uno. Conocimiento, y mucho menos conocimiento fundamentalista de un único tema, no significa sabiduría y no autoriza al insulto ni al desprecio de quienes “no la ven” con los mismos anteojos o anteojeras del ofensor. Antes bien, si se sigue de cerca un clásico texto del poeta Charles Simic (1938-2023) y las recientes investigaciones del catedrático de Cambridge Peter Burke, se puede observar la estrecha relación que hay entre el lenguaje agresivo e insultante y la ignorancia. En 2012, hondamente preocupado por los comportamientos que observaba en sus estudiantes, en la política y en la sociedad en general, Simic publicó en The New York Review of Books un texto titulado “La era de la ignorancia”, en el que decía: “La ignorancia extendida rayando la idiotez es nuestra nueva meta nacional”. Se refería entonces a Estados Unidos. Su texto ganó vigencia en la última década y es hoy extensible al mundo (con Argentina incluida, por supuesto). “En el pasado nadie prestaba atención a las personas que no sabían nada de nada y que decían cosas sin sentido”, agregaba. “Ya no más. Ahora, esas mismas personas son aduladas y cortejadas por políticos e ideólogos conservadores”. Mencionaba una rebelión contra el intelecto por parte de mentes aburridas “que adoran a los políticos que despotrican contra los profesores (…) y se resienten contra aquellos que muestran alguna habilidad para pensar de manera seria e independiente”.

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Peter Burke, a su vez, es autor de una fundamental Historia de la ignorancia y escribe y dicta conferencias sobre el preocupante avance de este fenómeno. En una de ellas, titulada precisamente “La ignorancia de la política y la política de la ignorancia”, sostiene que “todavía encontramos algunos gobernantes que manifiestan poco interés en informarse acerca de los problemas a los que se enfrentan sus conciudadanos”. Problemas creados por sus decisiones de gobierno. Y apunta que “algunos prefieren ignorar cualquier conocimiento que no sea de su conveniencia”. Así, dice Burke, “resolver un antiguo problema conduce a uno nuevo que lo reemplaza”.

*Escritor y periodista.