COLUMNISTAS
el mensaje de las paso porteas

Imaginarios políticos

Luces y sombras de la elección en la Ciudad. La apuesta a un espacio desideologizado y la sorpresa Lousteau.

El Rey sol, Martín Lousteau (como  Luis XIV)
| Dibujo: Pablo Temes

Los resultados de las primeras PASO realizadas en la Ciudad de Buenos Aires dejaron poco espacio para la sorpresa, pese al buen resultado logrado por Martín Lousteau. Estos ilustran un claro corrimiento del voto porteño hacia la derecha, el colapso de las variantes de centroizquierda o del progresismo, espacio ahora monopolizado discursivamente por el kirchnerismo en su versión camporista, y un leve crecimiento de las izquierdas. Al interior de los partidos, las primarias mostraron el peso de los aparatos y el lugar preponderante de los líderes: en el PRO logró el triunfo un candidato sin carisma, ungido por Macri; y en el Frente para la Victoria, el triunfo previsible de Mariano Recalde, colocado por el dedo presidencial.

Las elecciones dieron cuenta también de la existencia de diferentes imaginarios políticos. Una vez más, el FpV generó perplejidad, a raíz de la sobreactuación que realizaron dirigentes y militantes, frente a un escenario más bien adverso y preocupante: Recalde sacó menos votos que Filmus en las dos últimas elecciones de la Ciudad de Buenos Aires (o sea que objetivamente el FpV perdió votos). Pero la sobreactuación puso en evidencia el empantanamiento del FpV en un imaginario triunfalista, que ilumina la distancia cada vez mayor entre discurso y realidad, y muestra una clara resistencia del kircherismo a aceptar el fin de époque.

Por otro lado, la Ciudad de Buenos Aires se sabía perdida de antemano, pero el triunfo del PRO y de Lousteau pueden generar una suerte de “efecto anuncio”. A esto se suma la ausencia de un candidato presidencial propio y el dilema de cómo mantener el capital político, aun dentro de un futuro gobierno de Scioli. Entrampado, el kirchnerismo no hace más que borrar las distancias entre los signos y la realidad, e intenta, por todos los medios, inscribir la realidad en un dispositivo simbólico ya repetido, poco creíble, que asocia la política con lo nacional y popular. Por eso, lo que veremos de aquí a octubre estará marcado cada vez más por los desajustes y las constantes sobreactuaciones.

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Nueva derecha. El PRO hizo lo suyo, como dice el sociólogo Gabriel Vommaro, autor de uno de los pocos estudios sobre el tema, “a través de la celebración de la vida plácida en una ciudad estetizada, sin violencia ni conflicto”. Se trata de una nueva derecha que apunta a la desconflictualización de la política (incluso luego de una primaria disputada en la cual quedaron humillados y ofendidos), atribuyendo siempre la idea de conflicto e ideología al kirchnerismo y a los partidos tradicionales.

Pero este festejo relajado chocó al día siguiente con la realidad del conflicto: el de las desigualdades persistentes en la Ciudad de Buenos Aires, a raíz del incendio y la muerte de dos niños, en un taller clandestino, denunciado previamente por la fundación La Alameda. El PRO reaccionó en clave empresarial, afirmando los límites de la gestión. Así, mostró que lo propio del imaginario político de la nueva derecha es la negación, la delimitación, el acotamiento de las responsabilidades políticas, determinadas por una visión empresarial de la sociedad.

El gran premio del domingo fue para Martín Lousteau, el joven economista impulsor de la 125, la medida que más polémica generó bajo el gobierno kirchnerista. Pero Lousteau, que aparece como “lo nuevo”, está lejos de renovar el imaginario político de la centroizquierda. Aunque el escenario aparece prácticamente cerrado para las próximas elecciones de julio, Lousteau sabe que puede mejorar su chance frente al oficialismo local, a partir de un discurso moderado, de centroderecha, que apuesta a colocarse  por fuera de “las falsas antinomias”, bajo la promesa de reconocer “todo aquello que hizo bien el gobierno de Macri” (esto es, la reivindicación de la gestión). No por casualidad ya anticipó una estrategia que buscará atraer votos entre los desencantados con el triunfo de Rodríguez Larreta.

Por último, dentro de las izquierdas, el FIT se consolidó como la primera fuerza, aunque estuvo lejos de repetir los muy buenos resultados logrados en otras provincias. Por ahora, los porteños tendrán que decidir entre dos izquierdas diferentes: una versión nacional, dinámica, combativa y con nuevos referentes, como el FIT, que canaliza un imaginario de lucha más vinculado a lo sindical, desde abajo; y una versión local, representada en la persona de Luis Zamora, que conserva un gran capital simbólico entre las clases medias (sin necesidad de hacer campaña ni contar con una real construcción política detrás), y está más referenciado en los nuevos conflictos socioambientales a nivel nacional (megaminería, papeleras, agronegocios), tan ausentes de la agenda político-mediática dominante. Mientras tanto, se esperan los resultados del escrutinio definitivo, para saber si Camino Popular, liderado por Claudio Lozano, formará parte de este escenario.

En fin, el dato crucial de las PASO en la Ciudad de Buenos Aires sigue siendo el estallido del espacio progresista, antikircherismo mediante, y la apuesta de muchos ciudadanos a un espacio que sintetiza un imaginario político conservador, portador de una visión empresarial, con responsabilidad limitada y negadora de las ideologías.