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Grita, grita, que algo quedará

Los líderes y profesionales de los medios deben actuar con responsabilidad con lo que informan sobre el coronavirus.

Bolsonaro y  Carrió.20210202
Bolsonaro y Carrió | CEDOC

Con las vacunas la polarización cruzó un Rubicón. En lo discursivo primero fue el turno de la oposición buscando cualquier forma de ser antivacuna, primera interpretando sin dudar que la inicial falta de publicación de las evidencias científicas de Sputnik 5 daba por probado que se trataba de una vacuna inferior a las norteamericanas o inglesa, cuando la vacuna de Johnson & Johnson tampoco las había publicado y la inglesa pidió ayuda a los científicos rusos para mejorar la suya. Así como Bolsonaro sostiene en Brasil que quien se aplique la vacuna china corre el riesgo de convertirse en comunista, en Argentina Carrió sostenía que no se aplicaría la vacuna rusa porque era un negocio de Cristina y Kicillof sembrando desconfianza en adultos mayores que precisan inmunizarse.

La vacuna rusa pasaba a ser construida en ese imaginario colectivo como una vacuna de segunda marca o una vacuna autoritaria. Lo mismo hubiera sido si en lugar de Sputnik 5 el gobierno hubiera comenzado con la vacuna china. Carrió, pionera del discurso pro grieta desde la oposición ahora que se publicó en occidente que Spuntik 5 es más efectiva que la mayoría de las vacunas argumenta que no se vacunará porque teme que la envenenen como al líder disidente ruso Alekséi Navalny ya que la campaña de vacunación la conduce La Cámpora.  

Líderes como Bolsonaro, Carrió, en el pasado reciente Trump y varios periodistas que entendieron esa forma de llamar la atención, dicen barbaridades que no creen para provocar y desprecian a quienes sin entender ese código los toman en serio

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Es evidente que líderes como Bolsonaro, Carrió, en el pasado reciente Trump y varios periodistas que entendieron esa forma de llamar la atención, dicen barbaridades que no creen para provocar, y se regodean del rechazo que producen entre quienes nunca serán sus adherentes. Desprecian a quienes sin entender ese código los toman en serio y se ofuscan, mientras paralelamente envenenan emocionalmente a sus seguidores quienes prisioneros de pasiones encuentran en sus “serias” declaraciones justificaciones para sostener su odio. Esos políticos y periodistas no comprenden el papel social que ocupan y la responsabilidad que debería caberles.

A comienzo de las pandemia Rodolfo Terragno propuso imitar a los editores ingleses ante situaciones críticas concertando “entre los medios de comunicación, reglas para evitar que la necesidad de competir obligue a magnificar los problemas económicos y sociales. El principio debería ser: 100% de libertad de informar y opinar, pero con un prudente tratamiento de las noticias, de modo de no provocar involuntariamente desasosiego e incomprensión.”

A pesar de que la economía en gran parte es expectativa y visiones negras producen negrura, no comparto formas de autocensura en cuestiones económicas. Igual o peor daño hacen las visiones que minimizan los problemas y contribuyen a un estallido tardío de mayor magnitud. Pero en los casos de salud pública no se debe opinar sobre medicina con banalidad o igual libertad de consciencia con las que se realizan opiniones sobre cuestiones que si son controvertibles en función de ideologías, creencias o gustos.  

Candidatos (opositores y oficialistas) y periodistas deberían abstenerse de usar una pandemia para cosechar seguidores

Hace meses lo sufrió Hugo Sigman quién primero se sintió muy orgulloso de que su laboratorio Abxience fabricara en la provincia de Buenos Aires el principio activo de 150 millones de vacunas de AstraZeneca/Universidad de Oxford pudiendo independizar a Argentina de los problemas de abastecimiento que tiene AstraZeneca en Europa donde Inglaterra y la Unión Europea la tironean para que entregue más y/o primero a uno que otro. Para terminar luego viendo su nombre integrando  un supuesto lobby de amigos empresarios del Gobierno para trabar el acuerdo con Pfizer. Recientemente Andreani, quien también orgulloso por contar la mayor flota de transporte de productos medicinales del país, terminó siendo criticado porque “solo” donó el costo de la distribución al interior del primer lote de vacunas y cobrará por el resto. Hugo Sigman y Oscar Andreani son esa clase de empresarios que si hubiera muchos como ellos Argentina sería más pujante. Pero como el Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología de Rusia fundado en 1881 y que en 1882 tuvo en Moscú el segundo lugar de vacunación contra la rabia después del del propio Luis Pasteur en Francia, o el Instituto Butantá de San Pablo, responsable desde hace más de un siglo del 80% de la vacunas de Brasil, pasaron a ser blanco del ataque del opositor al gobierno que les compró sus vacunas y servicios, asustando a la población de Argentina y Brasil ante una amenaza donde todos deberíamos estar unidos.

Sí hay que criticar que la campaña de vacunación se politice y sea La Cámpora quien se arrogue el papel de ser el vínculo del Estado con los ciudadanos en su distribución y aplicación. Pero no a la vacuna misma. Candidatos (opositores y oficialistas) y periodistas deberían abstenerse de usar una pandemia para cosechar seguidores.

P.S.: Unicef publicó en diciembre una Guía contra la desinformación sobre la vacunación, ver https://vaccinemisinformation.guide/