Un nuevo estudio del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, llevado adelante por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA en alianza con la Fundación Navarro Viola y el Banco Supervielle, da cuenta del interés por seguir formándose o estudiar entre las personas mayores. En el marco de “no hay vejez, hay vejeces” el estudio se pregunta si el interés es uniforme o si reconoce variaciones según algunos atributos personales o estructurales.
¿Por qué es importante promover las capacidades para aprender? Según la OMS hay suficiente evidencia empírica que apoya que “al continuar aprendiendo, las personas mayores pueden adquirir conocimientos y capacidades para controlar su salud, mantenerse al día respecto de los avances en materia de información y tecnología, participar (por ejemplo, mediante el trabajo o el voluntariado), adaptarse al envejecimiento (por ejemplo, a la jubilación, a la viudez o a cuidar de otra persona), mantener su identidad y conservar el interés en la vida”. Además, se relaciona estrechamente con las capacidades para crecer –en lo mental, en lo físico, en lo social y en lo emocional– y de tomar decisiones. A su vez, el crecimiento personal continuo permite –siempre según la OMS– “que las personas mayores puedan hacer lo que valoran”.
Si bien el interés por formarse o seguir estudiando es menor entre las personas mayores que entre la población aún no mayor (de 30 a 59 años), su incidencia es muy importante: 29,9%. Se trata de 1.800.000 personas mayores que, si tuvieran la posibilidad, les gustaría formarse, estudiar, aprender.
El interés es compartido por mujeres y varones mayores, pero disminuye bastante con la edad. De todas maneras impresiona que entre los de 75 años y más haya un 22,8% que si tuvieran la posibilidad, participarían de actividades educativas. Son alrededor de 400 mil personas de edad avanzada. En cuanto al tipo de hogar, el interés aumenta entre los que conviven exclusivamente con otra persona también mayor y disminuye entre los que viven solos o conviven con sub-60.
Pero los factores más importantes son los que expresan la estratificación social. Por un lado, el interés aumenta entre los mayores que tuvieron mayores oportunidades educativas (secundario completo y más), que no son la mayoría de los mayores. Es muy impresionante la desigualdad entre los distintos niveles socioeconómicos: en el medio alto hay un 53% de interés, frente al 20,0% en el muy bajo. 2 a 1. Pero no puede pasarse por alto que aún en el muy bajo haya un quinto que si tuvieran la posibilidad, participarían en actividades educativas. La otra desigualdad importante es entre regiones urbanas: el interés es máximo entre los mayores de CABA, mínimo en el conurbano bonaerense. Los del interior, sean de grandes ciudades o de ciudades medianas, están entre ambos extremos.
Ese 29,9% de personas mayores interesadas en actividades de tipo formativo contrasta con que el 10,0% también participó de alguna actividad, taller o curso formativo durante el último año. Los educandos potenciales, por denominarlos de alguna manera, triplican a quienes efectivamente tuvieron esa práctica durante el último año. En términos absolutos la cifra no es desdeñable y da cuenta de la importancia del tema educativo también entre las personas mayores: se trata de 600 mil personas mayores que participaron de alguna actividad, taller o curso formativo durante el último año. También es una referencia que esa participación se haya realizado en el 50,0% de los casos en instituciones privadas, el 40,8% en una institución pública y el 9,2% en una ONG, organización barrial o fundación.
El estudio muestra también las desigualdades regionales a la hora de haber participado recientemente de una actividad educativa: mientras que el 63% de los mayores de CABA con interés por seguir estudiando tuvo una experiencia educativa reciente, esa proporción disminuye al 22% cuando se trata de los mayores que residen en las ciudades medias del interior del país.
*Coordinador del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores.