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Lacalle vs. Fernández

La importancia de las palabras

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Anfitrión. Alberto Fernández usó su discurso de cierre para convertirlo en una diatriba. | Presidencia

El discurso político desde Atenas hasta nuestros días contó con la palabra y la gestualidad como sus principales instrumentos. Desde la aparición del audiovisual ambos elementos tomaron una dimensión diferente porque el poder de comunicación de la imagen grabada o transmitida en directo adquiere una potencia incuantificable. Las sofisticadas técnicas que en la actualidad alcanzaron los formatos tecnológicos de reproducción permiten una innumerable cantidad de procedimientos para manipular el contenido de cada expresión.

A estas características de la liturgia política contemporánea se le suma el impacto de la pandemia que obliga a reemplazar los habituales encuentros “presenciales” por mediatizadas reuniones a distancia. Esto suprime toda posibilidad de recurrir a diferentes conductas que en una reunión personal se sustituyen por miradas, conversaciones informales, mensajes de emisarios y una infinidad de usos que de acuerdo a cada situación pueden utilizarse para resolver ésta.

Los encuentros de mandatarios de diferentes países suelen tener horas de preparación, viajes anticipados de funcionarios, conversaciones previas, que el lamentablemente prolongado cierre de fronteras impide. Esto sucedió en la reunión del pasado viernes 26 de marzo donde se produjo la comentada confrontación entre el presidente de Argentina y el presidente de Uruguay.

No por casualidad el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou comienza su exposición dentro del encuentro por la conmemoración de los treinta años del Mercosur lamentándose por esa falta de contacto personal en el cónclave que no consideró sustituido por los encuentros previos y bilaterales con sus colegas. Indudablemente, la ausencia de contacto personal agregó a la exposición de cada mandatario una distancia que el registro directo no pudo ni puede en estos casos disminuir.

En el discurso político (serie de las palabras y frases empleadas para manifestar lo que se piensa o se siente, según Diccionario de la RAE) no hay palabras ingenuas. Quien las pronuncia y elige conoce el alcance de su contenido aunque no puede prever la percepción del destinatario. Y cada palabra adquiere dimensión en el conjunto de las palabras y gestos con las que son enunciadas.

En la concisa exposición de Luis Lacalle Pou hubo expresiones que se fueron encadenando, pero que partieron de dos afirmaciones: el Mercosur tuvo más aciertos que errores y “creemos en los países del Mercosur”. Cuando arriba a la palabra que desata el incidente no afirma sino que solicita medidas para evitar que este acuerdo regional se convierta en un “lastre” para el desarrollo de cada país. Previamente, el presidente de Paraguay Mario Abdo Benítez había expresado que el Mercosur no puede ser una “barrera” para el progreso y los acuerdos de cada uno de los pueblos.

En el mundo contemporáneo la política tiene cada vez más elementos afines con el espectáculo. El presidente de Argentina utilizando su privilegiada posición de anfitrión, que implica también en este caso el de director de escena, usa su discurso de cierre para convertirlo en una diatriba (discurso acre contra alguien o algo, según Diccionario de la RAE) dirigida al presidente del Uruguay que culmina en la insinuación de retiro de ese país del acuerdo regional. De todas las palabras pronunciadas por su colega elige solo “lastre” y le da un sentido de afirmación que no está en el discurso. Luego en declaraciones periodísticas la interpreta dirigida a la Argentina, cuando todo el discurso que se replica hace referencia al bloque.

¿Por qué molesta más la palabra “lastre” del presidente uruguayo que la palabra “barrera” de su par de Paraguay? ¿Por qué elige confrontar solo con un país, cuando los pedidos de flexibilización de las reglas de negociación fueron pronunciados por los restantes tres socios fundadores? Son preguntas que responderá la política.

Tal como lo han expresado los protagonistas será éste un incidente pasajero que nutre durante unos días la crónica agobiada por la cruel crisis sanitaria, pero que ilustra bien sobre el valor de los signos que usamos en nuestra comunicación.

Cuando Manuel Antín filmaba la versión cinematográfica del cuento Circe, su autor –Julio Cortázar– le escribió en una de sus cartas que la importancia no estaba en las palabras sino en el tono. Me parece que esta reflexión a la que habitualmente recurro resulta perfecta para el análisis de este caso porque las palabras de cada mandatario no pueden analizarse sin el tono en que fueron pronunciadas y que da sentido a la dramaturgia política de cada intervención.

Allí están los registros audiovisuales que permiten que cada uno pueda interpretarlo.

*Profesor de Derecho Constitucional.

Producción: Silvina Márquez