COLUMNISTAS
optimismo sin nombres

Los libros del verano

20192411_alberto_fernandez_barcena_prensafrentedetodos_g.jpg
Inversión. Alberto Fernández analizó las crisis en la región con la titular de la Cepal, Alicia Bárcena. | prensa Frente de todos

Ideal para regalar en estas fiestas si Papá Noel quiere entender cómo caminará el futuro equipo económico: el libro Trece meses cruciales en la historia argentina, de Roberto Lavagna, se consigue por Mercado Libre a entre 450 y 650 mangos e incluso hay una versión en portugués.

Ahí, el ex ministro de Economía, que aún aparece como la guía última de Alberto Fernández para el rumbo de su gestión, detalla cómo fue tomando medidas desde que llegó de Bruselas llamado por Eduardo Duhalde en abril de 2002 hasta el arribo de Néstor Kirchner en mayo de 2003 a la Casa Rosada.

En especial, puede ser una hoja de ruta para anticipar el tono que pueden tener las negociaciones con los acreedores privados y con el Fondo Monetario Internacional, en un contexto que no es el mismo pero que el presidente electo suele equiparar. Como ejemplo y con la humildad que lo caracteriza, Lavagna reconstruye un diálogo con la ex directora gerenta del organismo, Anne Krueger, que tal vez pueda extrapolarse a hoy:

AK: Habrá acuerdo cuando tengan un programa.

RL: Ya tenemos.

AK: Bueno, cuando tengan uno que podamos apoyar nosotros.

RL: Esa es otra cosa; así quizá no haya acuerdo.

Es que la mirada de Lavagna estará de un modo u otro en la impronta que buscará darle Fernández a su gestión, sobre todo en el área del manejo de la deuda, en lo que despunta como un Ministerio de Hacienda y Finanzas o una unidad especial para la reestructuración que dependa de Presidencia.

El lavagnismo que viene puede darse de varias formas. Si fuera cierto que están tratando de convencerlo hasta último momento para que en un rapto improbable acepte tener un rol ejecutivo y no solo presidir el Consejo Económico y Social; si finalmente tras superar chispazos internos desembarcara su ex secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen (muy elogiado por Lavagna en el libro por su dureza con los acreedores); si fuera que él está sugiriendo que esa silla la ocupe, como circuló en estos días, el ex jefe del Banco Central, Martín Redrado; o si eventualmente otro colaborador de aquellos años, Gabriel Rubinstein, fuera “el tapado amigo del mercado” que adelantó en un extraño mensaje el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, a referentes de Wall Street, en cualquier caso, el libro da una idea de lo que puede venir desde el 10 de diciembre. En un tramo, por caso, cuenta cómo  Lavagna recibía críticas de la izquierda, que lo tildaba de ortodoxo, y de la derecha, que lo acusaba de populista. Coming soon.

Todo el resto del manejo de la economía, en tanto, estará bajo la órbita de Matías Kulfas, que apunta a ser un superministro de Producción, con la misión de coordinar las variables de un acuerdo social que, para su visión, deberá ser “la” medida ordenadora del modelo Alberto, como cuenta en otro imperdible libro para llevar a San Bernardo: Los tres kirchnerismos ($ 700 a $ 750 en Mercado Libre). Ahí, afirma que no puede haber una mirada únicamente monetarista de la inflación, ni únicamente de control de precios, sino que debe haber políticas complementarias de la mano de una política de ingresos, es decir, un pacto multisectorial.

La batalla clave que pareciera haber ganado el economista y guitarrista, en tanto, es la de quedarse con la Secretaría de Energía, lo que anticipa un manejo de los precios de los servicios públicos con una mirada más vinculada al insumo que dé aire a las pymes que a una variable que permita bajar subsidios. Su idea es que no se atrasen como en el peor momento del kirchnerismo.

Empoderados. No estarán los nombres y el gabinete, pero sí se va definiendo una mirada entre los asesores que más pesan sobre el futuro jefe de Estado. Hay un cambio de perspectiva en los equipos técnicos del gobierno que viene. Desde que el gobierno de Mauricio Macri impuso controles a la compra de dólares, empezaron a perder el pánico de asumir en medio de un desbande financiero y gana lugar un optimismo moderado que puede alentar medidas algo más audaces en las primeras semanas. Revisando los últimos números, en estos días concluyen que: el tipo de cambio real está bien;  se ha frenado el drenaje de dólares; no serán tan escasas las reservas que heredarán; el saldo de la cuenta corriente ha mejorado; y hay superávit comercial este año y otro tanto el que viene.

Con ese diagnóstico, toma cuerpo la idea de darle un impulso al consumo por medio de un aumento de salarios, jubilaciones y planes sociales, pero con una diferencia respecto del plus de 5 mil pesos que intentó dar Cambiemos tras las PASO y generó el rechazo de las empresas. Podría haber financiamiento público para que las compañías, sobre todo las pymes, puedan afrontarlo. No sería solo a través de líneas de crédito blandas impulsadas desde el Banco Central, sino también desde el otro gran “banco” de estos tiempos: la AFIP. Carlos Leyba, cerebro del gobierno de Héctor Cámpora, cuenta que hubo préstamos subsidiados en el acuerdo económico y social del 73 para dar aumentos de sueldos. Lo hace en el libro Economía y política en el tercer gobierno de Perón ($ 462 en el portal de Marcos Galperin), otra sugerencia para leer bajo la sombrilla si pinta un verano con poco sexo.

En la reunión del viernes que tuvieron tanto Alberto F como sus técnicos con la titular de la Cepal, Alicia Bárcena, y su secretario ejecutivo, el economista cada vez más influyente en el gobierno que viene, Mario Címoli, anotaron un número: la inversión extranjera directa (IED) caerá un 10% en 2020 en la América Latina de los estallidos y los golpes de Estado, en un contexto, además, que diagnosticaron de muy poca tracción exportadora en todo el mundo. Los técnico de Fernández lo tomaron como una reafirmación de que buscarán fortalecer el mercado interno para poder crecer. El ala más optimista del albertismo económico pronostica crecimiento suave, de 0,7%, para el año que viene, una rareza entre el resto de los pronósticos, que anticipan recesión.

Por último, la otra definición que toma cuerpo es la de no ir a una negociación “corriendo” detrás de los acreedores. “No time to lose”, tituló su último reporte el banco Barclays, que usó varias veces la palabra “urgent”. Pero el presidente electo bajó otra línea en la entrevista de Página/12 el domingo pasado: “Los tiempos hay que medirlos para lograr acuerdos cuando más nos convenga. Tampoco es cuestión de salir corriendo para firmar cualquier cosa”. La pelea con los bancos está por comenzar, aunque algunos gigantes que operan en el mercado local hacen grandes gestos de alineamiento, como cambiar el CEO después de 22 años, como hizo el Santander. En 2018, al despedir el año, Enrique Cristofani decía que el país estaba ante la oportunidad histórica de “terminar con el populismo económico”. Esta semana, su sucesor, Sergio Lew, subrayó lo bueno de que llegue un gobierno que hable de la desigualdad, para no ir hacia un conflicto social como en Chile.