Martes 13 de agosto de 2019. San Telmo. Chile y Defensa. Gran pizzería. Once de la noche. Luis atiende las únicas tres mesas ocupadas. Da impresión ver el salón semivacío. “Hace frío… y falta plata” comenta. Le pregunto si votó. Me responde que sí, pero no por quién. “Igual Macri ya perdió” opina, y remata: “¿para qué sigue gobernando?”.
¿Era un peronista destituyente del mentado “Club del helicóptero”? Prejuicios, porque el muchacho era morocho... Sin darme respiro me sorprendió con una idea revolucionaria. Una medida que va más allá de quienes ruegan, frente a la debacle económica y el desvarío político, acortar el plazo para las elecciones de octubre.
Traduzco el razonamiento del mozo Luis al lenguaje docto: la primera vuelta electoral (e improbable segunda vuelta) serán legales, pero ya no son legítimas. ¿Cuál es la medida que propone? Pues que el Gobierno decrete que es inútil seguir gastando plata de los argentinos en nuevas elecciones, dada la tremenda paliza electoral recibida. Y acuerde con la oposición ahorrar el dinero que se iba a gastar en pago de encuestas inútiles, publicidad electoral, movilización de tropas de custodia, sistemas informáticos de recuento de votos, pago de punteros, remiseros, comida de los presidentes de mesas y fiscales, etc.
Con clarísima conciencia meta-política, Luis, “politólogo” espontáneo, propone que todo ese dinero del Estado, y privado, que se va a malgastar en actos electorales con final cantado –salvo donde hubo diferencias menores entre contendientes como en la CABA– se destine a hospitales, escuelas y comedores comunitarios, y rescatar de la calle a familias y personas sin techo. Para ello Macri debería renunciar a su candidatura y preparar el cambio de gobierno. Y toda la “clase política” proclamar como una primera y definitiva elección las PASO. Pareciera que ir “más allá” de la política vernácula no es patrimonio de la mayoría de los políticos vernáculos, sino de los mozos.
Luis advertirá que, al tocayo jefe de su gremio, Barrionuevo, con su banca virtualmente ganada, no lo afectaría que se concrete, o no, hasta tres veces, el despilfarro electoral. Pero todos los desconocidos, o mal conocidos, que siguen hacia abajo a las “estrellas” en las listas sábanas, oficialistas y opositoras, con más de 1,5% de los votos en las PASO, esperan ansiosos el 27 de octubre. Alguien le dirá a Luis, el mozo, que el “costo” de la democracia implica el de mantener con su trabajo, y el de millones de argentinos, una buena vida para varios miles de senadores, diputados, legisladores y concejales, a nivel nacional, provincial y municipal, durante cuatro años, o más en caso de reelección.
Pero dada la situación argentina ¿no amerita bajar ese costo? ¡Obvio! ¿Qué tal la sanción de una ley “patriótica” honorificando la función parlamentaria, que fijara en cinco salarios mínimos la retribución máxima, incluidos viáticos y pasajes de todo legislador? Y con escalas por asistencia a comisiones y plenarios. Aumentado a $ 16 mil = $ 80 mil. El costo de dos y media canastas básicas de alimentos y el doble de lo que debe ganar Luis deslomándose. Con asesores ad honorem con vocación patriótica de universidades y centros de investigación. O bien contratados al costo del parlamentario necesitado. ¿No estarían un poco más cerca de las vicisitudes de su pueblo?
Pregunté a Luis si creía que algún prominente personaje político se animaría a promover esa decisión patriótica. Para matizar mi pregunta impertinente me explayé un poco sobre el patriotismo sanmartiniano y belgraniano de hace dos siglos. Vgr. cuando en 1816 el gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín, decretó que toda la administración, él primero, incluso cabildantes y auditores, cobrarían el 50% de sus haberes a fin de paliar la falta de recursos del Ejército de los Andes, hasta no ser libres.
Creyó que lo estaba cargando. Pagué el café y me fui.
*Sociólogo y periodista.