¿Quién habrá pactado con quién? No se sabe bien. Patricia dice que Javier y Sergio Tomás pactaron en su contra. Exhibe como prueba la cantidad de nombres que Sergio le regaló a Javier para sus listas. Y se sospecha que Horacio también pactó con Sergio Tomás para pasarle sus votos. Pero como Horacio dijo que no pagará el beneficio salarial impulsado por Sergio, el asunto parece dudoso. Lo que es seguro es que Martín trabajará a reglamento y sus votantes, anoticiados de su disgusto, preferirán votar a Leandro en lugar de Jorge.
Lo que es también clarísimo es que la liga de gobernadores no pactó con Sergio Tomás, y las diferencias por el dichoso changuito adelantado a cuenta de futuras paritarias así lo dejaron en evidencia.
O sea: las fuerzas interiores a las coaliciones ya no acuerdan entre si sino que pactan por fuera, sabe Dios qué. Reina la más pura opacidad cuando lo que el electorado necesita es una claridad meridiana para que luego no lo culpen de los desastres desencadenados por un voto mal dirigido.
Por supuesto, a nadie se le ocurre pactar con los propios electores. Les parece superfluo
Un amigo que mira todo desde su penthouse neoyorquino dice que la explicación más evidente es que los peronistas quieren perder. No dice más que eso: “quieren perder”. Imagino que los desaguisados últimos que ocupan las primeras planas de los diarios avalan esa hipótesis, pero no sé bien para qué serviría esa derrota. ¿Para imposibilitar el gobierno que venga?
El razonamiento interior sería el siguiente: dado que hemos provocado un desastre de magnitudes que no sospechábamos y dado que no tenemos la menor idea de cómo arreglarlo, mejor perdamos, luego le hacemos la vida imposible a la que venga y cuando todo se vaya al cuerno hincamos el diente de nuevo. Mientras tanto, pactamos con los iraníes, los chinos, los rusos. Total las locas han sido ya tan minorizadas que ni en los movimientos de disidencia sexual les dan bola. No van a protestar por nuestra alianza con los paladines de la homofobia.
Por supuesto, a nadie se le ocurre pactar con sus propios electores. Les parece superfluo, o tal vez bizantino. Que me voten por lo que parece que soy y ya. Ni una sola palabra o gesto está destinado a la ciudadanía, que es la mandataria última de los gobiernos. Así les va a ir.