Joker no es una película para niños. El film de Todd Phillips no debería compartir cartel con los héroes y villanos del mundo Marvel, sino con las obras cumbre de la distopía cinéfila, como 1984 o La naranja mecánica. La última versión de este clásico de los cartoons de mediados del siglo pasado fue estrenada en 2019 y recupera la historia de un Arthur Fleck distinto al que se conocía en la saga original de Batman. Ahora se trata de un joven con problemas mentales que se sumerge en una profunda crisis depresiva cuando el Estado le recorta su asistencia social, pierde su trabajo y, casi sin proponérselo, inicia una violenta revolución. Una revolución de derecha.
El Guasón moderno, interpretado genialmente por Joaquín Phoenix, vive en una ciudad con altas tasas de delincuencia, corrupción y marginalidad y se convierte en el irreverente líder de un ejército de hombres blancos desempleados, empobrecidos y descartados por el sistema. Son los nuevos rechazados sociales que buscan revancha contra una elite conformada por ricos, políticos y medios de comunicación. Se alzan contra el statu quo progresista que los gobierna. Al menos, eso fue Joker para gran parte de la nueva derecha de los Estados Unidos. Una derecha que se ha vuelto punk.
¿La rebeldía se volvió de derecha? pone el dedo en la llaga de una contradicción: la derecha se volvió contestataria, alternativa y contracultural. El Hombre Nuevo es de derecha. ¿Es posible?
De esta tesis central parte ¿La rebeldía se volvió de derecha?, un desafiante ensayo que acaba de publicar Siglo Veintiuno. Allí se advierte que “el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común” y que “la izquierda debería tomarlos en serio”. El muy interesante libro fue escrito por Pablo Stefanoni para poner el dedo en la llaga de la contradicción actual: la derecha se ha vuelto contestataria, alternativa y contracultural. Un Hombre Nuevo, que ahora es de derecha. ¿Es esto posible?
La increíble toma del Capitolio en los Estados Unidos y la apabullante derrota de Podemos en Madrid parecen dar crédito a ese paradigma: la derecha se ha vuelto rebelde. Los trumpistas que invadieron Washington para impedir que el “fraude” desalojara a su presidente de la Casa Blanca y el fulminante traspié del movimiento político que nació en España tras la irrupción de los “indignados”, lo demuestran.
En ambos casos, las hazañas fueron producidas por un nuevo actor social que propone un profundo cambio de rumbo político, económico y social. Pero, lo más sorprendente, es que lo hace arrebatando las banderas que siempre habían pertenecido a la izquierda y que lo logra utilizando sus mismas reglas: la incorrección política.
Un nuevo actor social propone un cambio político, económico y social. Lo hace arrebatando las banderas que siempre pertenecieron la izquierda y utilizando sus mismas reglas: la incorrección política.
Desde la Segunda Guerra Mundial y la irrupción del Estado benefactor, la derecha ha tenido un viraje muy potente en las últimas décadas. Pasando del conservadurismo formal y de “buenos modales” de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, a las derechas antisistemas de la actualidad. Stefanoni demuestra cómo los libertarios giraron hacia una extrema derecha y cómo es posible que una tradición filosófica que impulsa la “libertad” del individuo y propone un Estado mínimo pero republicano, hoy se mezcle con autoritarios, reaccionarios y hasta con filofascitas o neonazis.
En este trabajo se observa cómo esta neoderecha plantea no solo nuevos vínculos sociales y políticos, sino también postulados críticos sobre la condición sexual y la ecología. Se trata de un fenómeno que va desde Donald Trump en Estados Unidos a Jair Bolsonaro en Brasil, y de Marine Le Pen en Francia a Isabel Díaz Ayuso en España. Son utopías neoreaccionarias que agionaron su discurso y su accionar a la nueva era.
Doctor en Historia por la UBA y jefe de Redacción de Nueva Sociedad, revista de ciencias sociales editada en Argentina por la fundación alemana Friedrich Ebert, Stefanoni advierte que esta nueva contracultura de derechas se manifiesta en el rechazo a las teorías del calentamiento global o del feminismo, como así también en la crítica a la educación sexual, al lenguaje inclusivo, al apoyo a los inmigrantes, a la legalización del aborto, a la discriminación positiva y hasta al veganismo.
Se trata, hay que decirlo, de una nueva militancia contra lo políticamente correcto que también se evidencia, por caso, en la oposición a las “interminables cuarentenas” que “limitan libertades” en tiempos de Covid. Para la neoderecha esta hegemonía progresista ha puesto en discusión a la sociedad posmoderna y permite explicar la “decadencia de Occidente”.
Una nueva militancia contra lo políticamente correcto que también se evidencia, por caso, en la oposición a las “interminables cuarentenas” que “limitan libertades” en tiempos de Covid.
Una decadencia que también estaría presente en la Argentina, según los libertarios locales que vienen multiplicando fuertemente su presencia, al menos, en la discusión de la opinión pública. Porque Javier Milei puede parecer un outsider pero mantiene una inmensa legión de seguidores, en su gran mayoría, jóvenes. Porque Luis Espert y Juan José Gómez Centurión representan hasta el momento un electorado muy marginal, pero se convirtieron en candidatos “legitimados” que expusieron sus ideas en el último debate presidencial.
Y, fundamentalmente, porque Patricia Bullrich se ha vuelto la estrella mediática de la oposición gracias a sus recursos retóricos de alto impacto. Es cierto que la ex militante montonera y ex funcionaria de Fernando de la Rúa y de Mauricio Macri crece a paso fuerte en las encuestas, pero sus intervenciones escandalizan y desorientan hasta a sus propios aliados de Juntos por el Cambio.
Esta semana, por ejemplo, Bullrich la inició anunciando en televisión, y sin ningún tipo de pruebas, que la vacuna Pfizer no llegó a la Argentina porque sus directivos rechazaron un presunto pedido de “retornos” del Gobierno, y la finalizó abrazando a un ex policía que acababa de ser condenado por matar por la espalda a un ladrón que huía de un robo.
Es la irreverencia de una nueva derecha que de tanto romper las reglas, termina siendo irresponsable.