Una serie de expresiones desafortunadas (que imagino en cadena más bien por gusto a reunir lo parecido) asoló al país. Frases en contexto o fuera de él hicieron la delicia de la sorna común y metieron también algo de miedo en las PASO. Esteban Bullrich celebró el camino que “todos los días tiene un metro más de asfalto, un pibe más que está preso”. Quiso decir “narcotraficante” pero dijo “pibe”; es algo más que un furcio cuando ambos significantes están tan alejados, salvo que también se le antojen juntos los significados. Otra Bullrich, pero más Patricia, sostuvo que el Estado (responsable de la desaparición del joven Santiago Maldonado) no va a permitir “una república autónoma y mapuche en el medio de la Argentina”, elevando a la categoría de guerrilla separatista a los mapuches, privados de todo cuanto nos podamos imaginar los argentinos invasores de sus tierras y sus aguas, hoy tan buscadas por la inversión extranjera.
De toda la lista, que recoge magistralmente un breve artículo viral de la filósofa Esther Díaz, me quedo con la afirmación de Susana Giménez, quizá un plan troll anterior a su fina sensibilidad, según la cual si hay linyeras en la Av. Alvear es porque les pagan para que se instalen allí donde ella pueda verlos, y no en Constitución, que de todos modos ahora es Nueva York. No habría culpa en el tener ideas alocadas, alejadas de lo real, pero la ignorancia mezclada con argucia empieza a ser –a cierta edad– una responsabilidad grande. Susana ve objetos sueltos de la realidad y los combina. En la Antigüedad, se creía que si se dejaban restos de comida o basura rápidamente se convertirían en ratas. Esto se verificaba una y otra vez, porque allí donde había basura aparecían ratas y la basura desaparecía. Pero el pensamiento científico viene a ofrecer una asociación diferente entre una cosa y la otra. Cuando el pensamiento mágico premedieval ocurre en medios masivos, alguien debería salir al menos a pedir perdón. Pero no pasa nunca.