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Por las dudas

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La escena es en Chacarita, pero seguramente sucedió algo parecido en otros barrios. A media tarde, un hombre es golpeado por un grupo de delincuentes para arrebatarle sus pertenencias. La policía hace un aparatoso despliegue para capturar a los ladrones. En la vereda de enfrente, los negocios empiezan a bajar las persianas. Se habla de saqueo.

PERFIL publica la noticia de que en varios countries se dictan clases de tiro para defenderse en eventuales casos de saqueo. Alguien cuelga la noticia en una red social y muy pronto aparece un comentario que pone en duda la veracidad de la noticia.
Toda la credulidad de un lado, la desconfianza más radical del otro. Parece una oposición innegociable pero tal vez no lo sea tanto.

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Veamos otro ejemplo. Hace un tiempo circulaba un mail anónimo que alertaba sobre la inminente decisión del Gobierno de retirar todos los pasaportes. La verdad, no hay nada que permita afirmar semejante cosa. Pero hay una explicación a la secuencia de razonamiento. Se presupone que así como se ha limitado la salida de dólares lo mismo se hará con las personas.
Lo que estos casos comparten es la puesta en funcionamiento de una máquina paranoica que permite afirmar que cualquier cosa puede ser posible, incluso lo imposible.

Hace un par de meses apareció un libro del italiano Luigi Zoja, Paranoia, la locura que hace la historia (Fondo de Cultura), una de cuyas ideas centrales es que pese a ser una enfermedad psiquiátrica definida con bastante precisión, hay en la paranoia un mecanismo que no sólo la hace aceptable socialmente sino que se convierte en determinadas etapas de la historias en un modo exclusivo de pensar el mundo. Todo es resultado de una conspiración cuyos hilos pueden ser desenredados por una inteligencia que usa la paranoia, que se convierte en valor. Ser paranoico es un indicio de que se ha entendido cómo funcionan las cosas. Es el caso de las historias que se han contado. Si hubo alguna vez saqueos, ¿por qué no pensar que los seguirá habiendo? Además puede que se instalen como una práctica permanente y por lo tanto no hay que salir nunca del estado de alerta. Si se cree que el gobierno avanza sobre las libertades individuales, ¿qué impide pensar que ese avance incluirá a los pasaportes? Si los medios mienten, es lógico pensar que cuando una noticia no encaja en nuestra visión de las cosas entonces no será cierta. Zoja plantea que la paranoia, transformada en sistema de análisis, convierte todo en certezas inconmovibles, aunque en la mayoría de las veces no estén demostradas. En el libro, entre tantos ejemplos, se alude al antisemitismo como la elección de un principio explicativo (la existencia de los judíos) que da cuenta de varios desastres.
No convendría entrar en fáciles analogías. La alusión al nazismo no permite pensar. Caracterizar al adversario de este modo es la mejor manera de descalificarlo, que para eso sirve, entre otras cosas, la paranoia. Aquí lo que se percibe como amenaza permanente es todavía un tanto difuso: lo incontenible de fuerzas sociales desconocidas pero dóciles a poderes nunca del todo identificados (la teoría de los saqueos preparados por punteros de distinto signo político, según quien la formule), el poder que avanza incontenible sobre todo lo que se posee –económica y simbólicamente, dos dimensiones que se terminan equiparando-, la conspiración permanente de eso que se ha dado en llamar “la corpo”.

Una de las explicaciones más interesantes que da el autor italiano a la persistencia de la paranoia es que la modernidad “no elabora sus dudas en profundidad y persistencia. Por lo tanto, no serán eliminadas sino desplazadas”. Tal vez empiece a ser tiempo de dejar que la duda sea, se desarrolle y no sacársela de encima como a un insecto molesto e incómodo. Porque, entre otras cosas, no permite ver las diferencias, que con ellas la vida es un espacio más interesante, donde no todo se parece a todo ni toda nube es presagio de tormentas.

*Escritor y periodista.