San Francisco y la amplia región hacia el sur de la ciudad conocida como Silicon Valley son sin dudas y desde hace décadas el epicentro de la revolución digital, el lugar donde se escriben las reglas de la nueva economía. Visitar la zona, viniendo desde la Argentina, se siente como viajar al futuro.
Lo primero que llama la atención es la gran cantidad de autos Tesla en las calles. El auto más popular en Silicon Valley es, por supuesto, eléctrico y por lo tanto ecológico, y de diseño futurista. Pero lo más sorprendente de los Tesla es su función de “auto-pilot”: el auto se maneja solo de manera tan bien lograda que el mayor problema de relaciones públicas de la empresa este año han sido los videos de conductores completamente dormidos al volante, mientras el auto maniobra autónomamente de manera impecable a 130 km de velocidad y en hora pico, en una autopista sobrepoblada de vehículos.
También se recortan como parte de esta experiencia que se siente futurista los locales de Amazon Go. Al entrar, se ve como un supermercado normal, salvo por el detalle de la falta casi completa de empleados. El único ser humano en el local se aboca a explicar, a clientes ingenuos como nosotros, que para ingresar hace falta tener una cuenta en Amazon y abrir un código QR en el teléfono. Unos escáneres, similares a los que suelen leer las tarjetas de seguridad de los empleados en las empresas, o la tarjeta SUBE en el ingreso al subte en Buenos Aires, abren la puerta de acceso al local con la lectura de dicho código QR personal. Una vez en el supermercado, el cliente se lleva de las góndolas los productos que desea.
Un complejo sistema de sensores y cámaras, tan sutil que no se percibe desde la experiencia del usuario, registra cada ítem que el cliente se lleva del local. La transacción se carga de manera automática en Amazon, y se cobra a la tarjeta registrada en la cuenta del usuario. Entrar, tomar algunos productos de las góndolas, guardarlos en la cartera y salir caminando, sin interactuar con nadie, se siente como un robo. Salvo que, al abrir la cuenta de Amazon, cada ítem ha sido cobrado como corresponde.
Otro rasgo destacable de la nueva economía que florece en Silicon Valley es la guerra por el talento. Especialmente el de aquellas personas con las herramientas críticas de la revolución digital: las capacidades tanto cuantitativas y analíticas como tecnológicas, tales como la programación, la estadística y el data mining, o el marketing digital. Por ejemplo, un simple estudiante universitario de primero o segundo año, con 19 o 20 años y unos pocos cursos aprobados en estas disciplinas, puede conseguir una pasantía de verano en una empresa como Facebook en la cual esta le provee alojamiento en un moderno departamento de su housing corporativo, todas las comidas del día en el comedor, una laptop y un celular Apple de última generación de regalo, y 7 mil dólares libres de gastos de salario por mes. Un egresado de la universidad que acaba de completar su formación de grado y logra ingresar como empleado full time a una compañía como Google recibe un paquete de compensación que, entre salario, bono y acciones corporativas supera los 200 mil dólares anuales.
Mientras observamos todo esto en San Francisco y Silicon Valley, en Argentina los taxistas boicotean a Uber, los bancarios luchan por sindicalizar a los trabajadores de Mercado Libre, el Gobierno cobra retenciones a la exportación de servicios de conocimiento, y las habilidades de la economía digital, foco de la guerra del talento moderno, solo se enseñan en un puñado de carreras y en un grupo selecto de universidades.
Así y todo, contra viento y marea, este año incorporamos un quinto unicornio: Auth0 se sumó a lista integrada por Globant, MercadoLibre, Despegar y OLX, de empresas argentinas, todas de ADN digital, que valen más de US$ 1.000 millones. Es inimaginable lo que podremos lograr el día que abracemos el futuro en vez de resistirlo.
*PhD. Directora de las licenciaturas en Negocios Digitales y en Administración de Empresas de la Universidad del CEMA.