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crisis y elecciones

Quiero creer

Alberto Fernández, candidato presidencial.
Alberto Fernández, candidato presidencial. | NA

Sr. Presidente Informal e Irrevocablemente Electo Alberto Fernández:

Antes que nada, lo felicito por la elección que hizo el último domingo. Sé que mi reconocimiento no tiene el mismo peso que el que debería haber tenido la del Presidente, pero parece que va a tener que contentarse con eso (y con las decenas de miles de otras que le deben estar llegando).

Me atrevo a escribirle porque todo indica que el 10 de diciembre comenzará a ser nuestro presidente. Deseo contarle que en mi familia somos tres hermanos: mi hermano es muy kirchnerista (al punto de tratar de “fachos de mierda” a quienes no lo sean) y mi hermana es muy antikirchnerista (al punto de hablar de “la yegua” para referirse a la ex presidenta, actual Vicepresidenta Informal e Irrevocablemente Electa). Yo estoy en el medio, a veces más cerca de uno, a veces más cerca de otra.

Lo que deseaba contarle es que, desde hace unos diez años, no tenemos un solo almuerzo familiar en paz. Nos queremos, nos amamos mucho, pero siempre en algún momento surge el tema político (confieso que a veces lo lanzo yo, para ponerle picante al ambiente, y después me arrepiento) y comienzan de un lado y otro de la mesa los “vos no entendés nada”, “vos no sos militante sino religioso”, “vos sos una insensible”, etc.). Luego, muchas veces, comienzan los insultos no tan solapados (sepa entender: tenemos ascendencia italiana). Mi vieja, que se preocupó por preparar el almuerzo donde juntar a sus tres hijos, termina por pasarla mal. Y no solo ella: todos la pasamos mal, incluso mi hermano y mi hermana. O debería decir: en especial mi hermano y mi hermana. Como yo suelo ser una especie de árbitro, tras el encuentro pugilístico-discursivo ambos me dicen en privado que están mal, que se fueron de boca, pero que también hay que ver lo que el otro decía.

Cada uno toma el pensamiento del otro como una provocación. Ante lo que creen una provocación, niegan lo evidentemente débil de su lado y maximizan las debilidades del otro. Por dar un ejemplo: conozco a mis hermanos desde que nacieron (soy el mayor), y sé muy bien que ni mi hermana desea que haya más pobres ni mi hermano sueña con que se afanen los fondos estatales. Pero pensar el pensamiento ajeno como provocación lleva a ese absurdo: deben negarse los problemas propios y las virtudes ajenas.

Creo que usted posee una oportunidad histórica. Me atrevo a adelantarle que es muy probable que lo que saque en octubre será un porcentaje que rondará o superará el 54% de Cristina en 2011. Una mayoría abrumadora lo acompañará en las urnas.

Me atrevo, también, a pedirle algo: que su voluntad de cerrar esta grieta que ya nos quiebra las relaciones afectivas desde hace más de una década no sea solo declamatoria. Que en su gobierno se reconozcan los errores y se expulse a los corruptos (en lo posible, antes de que surjan denuncias en medios periodísticos). Que en su mandato nadie se ofenda si otra persona cree que la medida adecuada era otra, y que la respuesta no sea “esto es lo que quiere la mayoría, así que los otros pueden armar su propio partido”. Que en los al menos cuatro años que estará sentado en el sillón de Rivadavia las minorías que se tratan adecuadamente no sean solo las sexuales o las de capacidades diferentes, sino también aquellos que piensen diferente, quienes deben ser tratados con el respeto que merece cualquier ser humano.

Todo esto que le pido nos beneficiará a todos, pero por encima de todas las cosas lo beneficiará a usted y a su gobierno. Lo hará pasar a la historia como un mandatario que no fracasó, a diferencia de la amplia mayoría de los que tuvimos.

Quiero creer en usted. Quiero creer que lo que le pido es posible.

Sinceramente, y deseándole el mayor de los éxitos en su gestión, me permito enviarle un afectuoso abrazo, como para empezar a cerrar la grieta.

 

*Sociólogo y escritor.