COLUMNISTAS

Reflexiones europeas

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No sé por qué en general se piensa que el programa de Tinelli degrada la política. A mí me parece un ciclo muy serio, riguroso y sensato, en el que los políticos se muestran tal cual son y hacen lo que mejor saben hacer. Hay que tomar muy en cuenta ese aspecto y no para la chacota, como casi siempre se hace. En cambio, los verdaderamente humorísticos son los llamados “programas políticos” del cable, que tienen momentos de inigualable deliro surrealista. Por ejemplo, el pasaje del wiscacho en el programa de Pagni es sólo comparable con las escenas de las películas argentinas de principios de los 70, en los que Ricardo Bauleo o un joven Sandro se toman unos drinks en discotecas con nombre como Safari, mientras de fondo suenan bandas como Los Bríos. Es el gran bloque bizarro del análisis político nacional, y los pocos espectadores que imagino que gozan el programa no tenemos más que agradecimiento y carcajadas eternas. No menor es, por supuesto, Los Leuco, que pese a ciertas dosis de sobreactuación igualmente contiene pasos de comedia inolvidables. Es un placer verlos semana a semana. ¡Qué plato me hago con los programas políticos! ¡Tendría que haber más! Pero obviamente el Gobierno persigue a los escribas opositores y no deja que prosperen. Una verdadera pena.
Como también fue una pena no haberme enterado a tiempo de que recientemente estuvo en Buenos Aires Etienne Balibar, filósofo francés que de joven trabajó con Althusser y luego tomó caminos propios, aunque siempre girando en torno a Marx y a Spinoza. Hubiera ido a escuchar alguna de sus conferencias. Autor de más de 15 libros, varios de ellos traducidos al castellano (creo que Igualibertad es el más reciente), por mi parte vuelvo regularmente a La crainte des masses. Politique et philosophie avant et après Marx (El temor a las masas. Política y filosofía antes y después de Marx), publicado en 1997, que compila –en sus más de 500 páginas– ensayos aparecidos entre 1983 y 1996. En un artículo de 1992, llamado “¿Existe un racismo europeo?” leo esta frase: “En Europa nunca hubo juventudes liberales organizadas, no hay más juventudes comunistas o socialistas o pacifistas, con alguna excepción hay muy pocas juventudes ecologistas o cristianas. En cambio, hay virtualmente juventudes neofascistas, lo que políticamente es muy inquietante. La historia no está hecha por gente mayor”. Siempre me pareció una frase dramática y terrible (incluso en su fetichización de lo joven). Y lo que fue convirtiendo en aún más dramática y terrible a esa frase es, con el paso del tiempo desde 1992 –años, luego lustros, ahora ya más de dos décadas– la progresiva pero sistemática desaparición de la discusión pública sobre el racismo europeo. Sobre la muerte cotidiana en balsas y barcos miserables en el Mediterráneo. Sobre los alcances de las cuestiones de “política migratoria” (términos burocráticos que perfectamente podrían pertenecer a la Lengua del Tercer Reich). Sobre la falta de movimientos militantes antirracistas, como en su momento SOS-Racisme o tantos otros. Sobre la falta de instalación de la noción de “rechazo al rechazo del otro”, para tomar un concepto del propio Balibar. Buena parte de la reflexión política filosófica europea actual se ejerce sin un pensamiento del otro. La crisis europea es mucho más profunda de lo que parece.