La violencia que vemos en las calles, principalmente la protagonizada por la juventud, no es más que el reflejo de lo que sucede en todas las capas de la sociedad, en todos los estratos y en las distintas variables de relacionamiento entre los integrantes que la conforman.
No es ningún hallazgo el afirmar que se han quebrado de manera contundente todos los vínculos sociales que imponían y que recibían respeto a la vez de establecerse un pensamiento generalizado que sostiene que cualquier límite, sea de la índole que sea, es algo digno de cuestionar, en el mejor de los casos, y de violar sin miramientos en la inmensa mayoría de ellos. Esta concepción de ninguna manera es patrimonio de los jóvenes sino más bien una traducción un poco más frontal y desprejuiciada de lo que reciben de los mayores, en cada gesto, en cada acción y de manera continua y creciente.
Abordar entonces cualquier posible método de modificar esta situación debe tener en cuenta estas realidades; para ser más claros; urge sincerarnos en el sentido de que nuestra sociedad como tal se encuentra notoriamente confundida respecto a la noción de contrato básico e invariablemente necesario para una convivencia razonable, y por tal no sólo no sirve de nada salir a “cazar jóvenes violentos” sino que de este modo estamos contribuyendo con la disolución final de aquello que pretendemos preservar. Pero también es necesario destacar que la simple observación y comprensión de esta realidad no puede ni debe llevarnos a la inacción absoluta y resignada, escudada en esa comprensión, ya que esta posición conforma la otra cara de la misma moneda de estas salidas ficticias y finalmente nocivas para este problema.
Como intendente de una ciudad turística y tradicionalmente ligada a la juventud, en la cual esta problemática completamente común a cualquier destino, ciudad o población se ve potenciada por esta misma circunstancia vacacional y festiva, no puedo y no quiero desentenderme de la situación, ni tampoco estoy dispuesto a tomar ninguna de las falsas salidas planteadas. Por lo tanto, desde el momento que asumí el gobierno de Villa Gesell decidí ponerme al frente, de manera personal, de todas las acciones, fundamentalmente de control y prevención, que contribuyan a orientar, preservar, corregir y en el fondo cuidar el paso de miles de jóvenes por nuestro destino. Estas acciones tienen su concreción; desde caminar personalmente en las horas y en las zonas de mayor concentración, pudiendo apreciar de primera mano la situación; convocando y coordinando con comerciantes para solicitarles su colaboración en los momentos de regreso de los jóvenes a sus lugares de hospedaje e instruyendo a la Policía y a los agentes municipales en el sentido de hacer cumplir rigurosamente la prohibición de venta de alcohol a menores o el expendio fuera de los horarios permitidos, entre otras acciones concretas.
Al mismo tiempo venimos implementando desde el gobierno distintas medidas que tienen que ver con la inclusión social, la promoción y el apoyo determinante a la actividad deportiva, el ofrecimiento gratuito de espacios culturales, más una amplia oferta educativa sin costo alguno a través de nuestro Centro Universitario, que depende de la Municipalidad.
Finalmente, creo que el rol de los padres ocupa el lugar central en la búsqueda de salidas a esta situación delicada a la que nos enfrentamos, insisto, como sociedad toda, sin distinción de ninguna especie.
No existe programa estatal que se equipare a la contención y a la guía que otorga el amor incondicional y responsable que podamos brindar a nuestros hijos; con los ojos bien abiertos como la situación requiere; con el apoyo constante y comprensivo del transitar de éstos por los distintos escenarios de su crecimiento y con el determinante establecimiento de límites claros hacia ellos y el irrestricto cumplimiento de los nuestros.
*Intendente de Villa Gesell.