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Tiempos oscuros

Moriré callando es un libro que no había leído (como tampoco había leído a Lasker-Schüler, situación que remediaré a la brevedad).

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Se vienen tiempos oscuros. No solo si gana Macri, por supuesto. Si gana Macri –como creo que tiene grandes chances de pasar– esto que hoy llamamos “ajuste” va a ser un juego de niños en comparación con lo que pasará. Nos esperan solo la crueldad y el cinismo público, y la miseria y el dolor social. Pero si gana –como creo que tiene grandes chances de pasar– deberemos terminar de comprender (como si no lo hubiésemos comprendido todavía) que entre los múltiples factores que desembocan en el resultado electoral (nunca un fenómeno social es consecuencia de una sola variable) uno de ellos, uno de los factores claves, es la larga tradición sociocultural de apoyo popular a las políticas que hoy llamamos “neoliberales”. Martínez de Hoz gozó de un inmenso apoyo de los sectores medios. Menem y Cavallo avanzaron aún más, logrando el apoyo de grandes sectores de las clases bajas. En las elecciones de 2003 –después del derrumbe de 2001– Menem sacó casi el 25% de los votos y López Murphy, que salió tercero, casi el 17%. Es decir que, sumados, los dos candidatos del ajuste brutal (uno en clave peronista, el otro en clave gorila, ambos hermanados en su mirada económica) sacaron casi el 42%. O sea que, aun con los efectos de 2001 bien frescos, el neoliberalismo tuvo un inmenso apoyo. Macri se monta sobre esa línea. Si no entendemos el alcance de esa tradición (porque el neoliberalismo es ya una tradición argentina) y el modo en que funciona, es decir su capacidad cultural-mediática para crear una visión “aspiracional” del mundo, y finalmente la forma en que obtiene legitimidad en ese sistema que, por pereza intelectual, todavía llamamos “democracia”, no entendemos nada.

Pero no. No me refería a esos tiempos oscuros por venir, sino a los míos personales. Es la historia de nunca acabar. Quiero decir, las obras de refacción en mi casa. Por tercera o cuarta vez –ya ni me acuerdo– tuve que desarmar la biblioteca, meter los libros en cajas (siendo yo ya un hombre mayor), correr muebles, etc. La única noticia buena reside en reencontrarme con libros que nunca leí o que leí y tenía ganas de releer. Primero, con Moriré callando. Tres poetisas judías. Gertrud Kolmar, Else Lasker-Schüler, Nelly Sachs, de Rafael Gutiérrez Girardot (Montesinos, 1996), buena monografía sobre esas tres poetas bien distintas, pero que tienen en común la pertenencia al mundo judío-alemán; una muerta en un campo de concentración, otra en Jerusalén unos meses antes del fin de la Segunda Guerra, la tercera en Estocolmo tardíamente en 1970 (unos días después del suicidio de Paul Celan, su gran amigo y corresponsal). Moriré callando es uno de los libros que no había leído (como tampoco había leído nada de Lasker-Schüler, situación que remediaré a la brevedad) y que bien valió la pena hacerlo ahora.

El otro es Verdade tropical, publicado originalmente en 1977, que tengo en una de las lindas ediciones de bolsillo de Companhia Das Letras (Companhia De Bolso, 2012). Lo leí no hace tantos años (tengo todavía el señalador de la librería en que lo compré: Livraria das Marés, en Paraty). Como la primera vez, me volvió a parecer un libro irregular, por momentos pretencioso y banal. No obstante, tiene más de una anécdota interesante y sobre todo el estilo de estar abierto a la época: del Anti-Edipo de Deleuze y Guattari al Cinema Novo y más allá.

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